Mujer y en la veintena: el perfil de riesgo de las conductas autolesivas

Seis de cada diez personas a las que atendió el programa Norte para la prevención de las situaciones autolíticas son mujeres, con una media de edad de 22 años y con dificultades de adaptación en su entorno familiar o laboral

Salida al rocódromo en el marco de una de las actividades del programa Norte. |  LOC

Salida al rocódromo en el marco de una de las actividades del programa Norte. | LOC

A Coruña

Ansiedad, depresión, aislamiento, dificultades de adaptación o insatisfacción social. Son algunos términos que se han instalado con preocupante celeridad en la normalidad de miles de jóvenes, especialmente en los últimos años, en los que la atención a la salud mental ha ido abarcando más y más espacio en la conversación. Cuando se observan los datos del programa Norte, puesto en marcha hace tres años, producto de esta preocupación, por la Fundación María José Jove, la Asociación Participa y el Concello a través de la Fundación Emalcsa, las sensaciones se convierten en datos objetivos: las conductas autolíticas en la adolescencia —entendida como daño autoinfligido, físico o psicológico, asociado a la búsqueda de alivio o el intento de regular emociones— crecieron un 200% en los últimos años.

Un incremento alarmante que llevó a una profunda reflexión social que fuese más allá de la perspectiva farmacológica o meramente asistencial, que ahondase en las causas de este sufrimiento psicológico generalizado que parecía enquistarse e las generaciones más jóvenes. Así nació el programa Norte, cuya memoria de actividades va dibujando, tras su tercera edición, un perfil a la hora de hablar riesgo de caer en este tipo de conductas: tanto en 2023 como en 2024, el 62% de las personas participantes eran mujeres, con una media de edad de 22 años. También presentaban coyunturas como problemas adaptativos, escasa actividad social e histórico de daño emocional y recibían tratamiento en la Unidad de Salud Mental. Este perfil se consolidó, sobre todo, en las dos últimas ediciones, conforme fue aumentando el número de participantes en el programa: en su primera edición, la proporción se repartía de forma diferente: de los 60 participantes, 34 eran hombres y 26, mujeres.

El programa Norte, no obstante, no nació con vocación de sustituir las intervenciones clínicas en unidades especializadas, sino de complementarlas con un enfoque sociocomunitario, con el objetivo de brindar «apoyo social y emocional a jóvenes en situación de riesgo emocional», explican desde la iniciativa. Desde su puesta en marcha, más de 400 jóvenes han pasado por sus itinerarios, con una edad frecuente de 16 años, que participan en actividades con el enfoque de «entrenamiento emocional». El objetivo, abundan, es el de «fomentar hábitos de autocuidado y dotar a los jóvenes de herramientas para la autogestión emocional y la resolución de problemas».

Uno de estos problemas que interfiere en el bienestar emocional de los jóvenes es el aislamiento. La mayoría de participantes no llegarían por si solos al programa: lo hacen, en su mayoría, a través de derivaciones procedentes de diferentes instituciones. Los centros educativos son una pieza clave para detectar los perfiles que pueden tener riesgo de autolesiones y conducirlos hacia el programa, ya que, de 225 derivaciones desde instituciones registradas el año pasado, 168 lo hicieron desde los propios centros educativos. El resto llegaron a título individual o derivados por centros cívicos municipales, la unidad de salud mental del Materno, espacios juveniles, fundaciones sin ánimo de lucro o centros de salud.

Las actividades están enfocadas, además de en la salud emocional, también en la vertiente de la salud social, con trabajo en áreas como el fortalecimiento del apoyo social que los participantes perciben que tienen, como también de sus habilidades para relacionarse. La parte del ocio es fundamental en este sentido, con iniciativas en la línea del autocontrol del uso de la tecnología y la promoción de hábitos de ocio saludable.

Así, aunque hay intervenciones individuales en grupos reducidos, la iniciativa incluye una programación de actividades de ocio semanales para trabajar en estos frentes, que incluyen visitas a la colección de arte de la Fundación María José Jove, actividades de rocódromo en la Agrupación de Montañeros Independientes, scape rooms, salidas a la pista de hielo o al cine —en concreto, a ver la película Del Revés, que aborda la cuestión de la salud mental desde una perspectiva infantil— juegos de mesa o visitas a recintos municipales como la casa de las Ciencias.

Los participantes no están solos en el proceso. El equipo técnico que los acompaña, precisan desde el programa, está formado por un coordinador psicólogo clínico y un equipo multidisciplinar integrado por dos educadoras sociales, una socióloga y una técnica en animación socio cultural. La iniciativa se desarrolla en la sede de la Fundación María José Jove.

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