Un paseo por el legado de los Bonilla

Entrar a la fábrica de Bonilla a la Vista en Arteixo es conocer un mundo en el que importan las personas y el producto. La firma, fundada en el año 1932, busca la mejor calidad de sus patatas, que exporta a 35 países, entre los que se encuentran Estados Unidos, Panamá y Australia

Así funciona la fábrica de patatas Bonilla

Iago López

A Coruña

Cuando Fernando Bonilla entra en la churrería de la calle Galera, el Bonilla a la Vista que se abrió en la ciudad en 1958 tras el traslado desde el Orzán, lo primero que hace es mirar a la mesa donde solía sentarse su madre. «Era la que estaba al pie del negocio día a día», recuerda. Compartía este sueño con su marido, César Bonilla, que falleció el año pasado. «Era un emprendedor. Muy echado para adelante», desvela. Por ellos y por sus abuelos —fue Salvador Bonilla el que inició este negocio en 1932 en Ferrol— nació y creció entre churros y patatas y hoy trata de mantener el legado.

Envasado de las latas. |  Iago López

Envasado de las latas. | Iago López

Pasearse por la fábrica, situada en el polígono de Sabón, en Arteixo, permite hacerse una idea del por qué del éxito de esta compañía: un ambiente familiar, producto de calidad, selección manual e identidad. Unos 15 trabajadores se dedican, ayudados por máquinas, a elegir las patatas, desechar las que no valen y empaquetarlas. «Al día se producen 1.500 kilos de patata frita y se emplean para ello entre 4 y 5 toneladas de patata cruda», informa el director de Marketing, Diego García.

No es una fábrica de grandes dimensiones, pero suficiente para tener diferentes espacios: desde el almacén, que tiene una capacidad de 29 toneladas de patata frita; a la zona de maquinaria, donde se corta y fríe la patata; y la de empaquetado; además de las oficinas. «A las churrerías les enviamos los ingredientes y hacen la masa allí al momento», detalla, y reconoce que el chocolate con churros «suele ser más estacional, de invierno» pero las patatas «se venden todo el año, sobre todo en verano». «La lata es un artículo que se ha puesto de moda y se regala mucho», explica. El propio César Bonilla repartía las latas en una moto en los años 50 para llevarlas a los locales de hostelería y después recogerlas para rellenarlas.

Esta familia que hace patatas y churros pone siempre el foco en el producto. Quiere la mejor calidad. «Siempre usamos patata gallega, principalmente de Coristanco. Si no hay, porque depende de la cosecha, intentamos que sean de lo más cerca posible», expone, y desvela que hace un tiempo estuvieron «dos meses sin producir porque la patata no se adaptaba al estándar de calidad» fijado por Bonilla. De hecho, en el proceso de producción, hay una máquina especializada que se encarga de desechar las patatas que no valen: si están quemadas o si tienen burbujas. Además, hay una persona que controla el producto por si la máquina falla. «Los desechos se destinan a alimentación animal», indica García. En el envasado de las bolsas, hay una máquina que controla su contenido, que tiene que ser de 50 gramos, y que pita si no supera esa cifra. En el de las latas, una persona se encarga de limpiarlas y colocarles una cinta para su agarre.

Almacén de Bonilla a la Vista. |  Iago López

Almacén de Bonilla a la Vista. | Iago López

Actualmente, desde la fábrica de Arteixo sale la distribución a 700 locales de hostelería A Coruña y su área. Este almacén es, además, el único punto de exportación al mundo. Bonilla a la Vista está presente en 35 países, entre los que se encuentran Estados Unidos, Taiwán, Japón, Panamá, Corea del Sur, Bahamas, Estonia, Grecia o Países Bajos. « Australia es lo más lejos y el que actualmente tiene un volumen mayor de ventas», desvela el director de Marketing.

Normalmente la fábrica funciona en un solo turno, pero si la demanda crece, se dobla el trabajo para poder dar respuesta al cliente. Dentro de estas instalaciones, uno puede saber qué patatas van a viajar lejos, pues las latas lucen, junto a las letras de Bonilla, el nombre de «Potato Chips». El resto van todas en castellano: «Patatas fritas».

Lo que no cambia es el logo. Ese barco de vela en color azul con el nombre de la marca. «El diseño nunca cambió, aunque hubo algunos retoques. También recibimos propuestas de nuevos logos y del tipo de barco pero queremos mantener la tradición», comenta Diego García, que reconoce que «en un mercado tan competitivo, es importante mantener la esencia y la identidad».

Quizá por cosas como esa y sin necesidad de grandes campañas, Bonilla a la Vista ha aparecido en una escena de la oscarizada Parásitos y la presentadora estadounidense Oprah Winfrey incluyó las patatas en la lista de sus cosas favoritas que elabora desde 1990. Además, este producto apareció en el listado de los 15 mejores regalos gastronómicos elaborada por el diario The New York Times. «Todo eso es un impulso», reconoce el director, Fernando Bonilla, que insiste en que esta es una carrera de fondo en la que hay «mucho trabajo detrás».

«A veces, en Navidad, voy a la churrería de Galera a ayudar a hacer churros. La gente me dice que qué hago ahí, que eso queda fatal, pero es que es mi vida y me gusta. Yo me levanté muchos días a las cuatro de la mañana para eso. Hay que hacer negocio», manifiesta, a la vez que recuerda a su madre, que ni jubilada dejaba de pasarse por los establecimientos que tienen en la ciudad. Ese fue su ejemplo y no quiere olvidarlo. Estos días se emociona viendo por la calle las bolsas de Bonilla que ha lanzado Zara en una colección exclusiva. De una familia que hace patatas y churros a una gran empresa para el mundo entero. Pero siempre desde casa. «Donde más vendemos es en A Coruña», concluye.

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