Entrevista | Ray Loriga Escritor
«Pienso que el motor de la inteligencia es la duda constante»
En ‘TIM’, Ray Loriga alarga ese segundo entre el duermevela y el despertar para profundizar en una historia al borde del abismo sobre los límites de lo humano. El autor visitó este martes la librería Moito Conto para presentar el libro

Ray Loriga, este martes, en A Coruña. / Casteleiro / Roller Agencia
El protagonista de TIM, la nueva obra de Ray Loriga (Madrid, 1967), es consciente de que el mundo no es más que una emboscada. También lo entiende así el autor, que compartió la tarde de este martes con sus lectores en la librería Moito Conto. La novela narra la vulnerabilidad de un ser al límite de su conciencia en combate consigo mismo y el mundo que le rodea.
¿Cómo es esa emboscada en la que nos ha tocado vivir? ¿Con qué muros y abismos se ha ido encontrando?
Las murallas son los otros. Y el reflejo que nos dan y el vértigo que produce eso. Es algo que te encuentras desde el principio. El primer núcleo es social, que es la familia. El segundo es el colegio. Y luego ya la vida laboral, las amistades, las relaciones afectivas... Siempre está el peligro de defraudar, de no ser lo que otros esperan de ti. Todas las expectativas que se crean alrededor de cualquier ser humano. Siempre parece que estás en deuda con los demás. Todo eso va creando una especie de celda alrededor.
Más que obsesionarnos nosotros mismos por definirnos, ¿lo hacemos porque lo exigen los demás?
Y sin darnos cuenta. Uno espera que su hijo tenga X talentos, pero son unas expectativas que él ni se ha planteado. También está la obligación de ser de una determinada manera: ser simpático o dulce o guapo o feo. Nadie se le pide ser feo. Son mil causas de los demás que uno no ha pedido y a las que parece que no llega nunca.
¿Esa necesidad de etiquetar nos puede llevar a inventar la identidad o hacer algo que no nos define?
Sí, lo vamos impostando. Y vuelvo al núcleo familiar: un beso a la tía Manoli cuando no te apetece o no te ha surgido a ti. O cuando dicen «mira lo bien que canta, mira lo bien que baila, mira qué bien le hemos vestido»... Y esas pequeñas cosas van condicionando nuestra existencia.
En TIM propone a sus lectores más preguntas que respuestas.
Me fío poco en general de quien tiene las respuestas. Me fío más de quien tiene las preguntas adecuadas. Pienso que el motor de la inteligencia es la duda constante. Si no, no hubiera avanzado nada, ni la ciencia, ni la literatura... Si uno va aceptando las cosas, porque lo han dicho unos señores muy serios que había antes, y las da por admitidas y aceptadas y firmes y cuestionables, pues no hubiera avanzado nada. Siempre se progresan un mar de dudas, pero sabiendo hacer las preguntas adecuadas para desmantelar otras supuestas razones perfectas. También pienso que es responsabilidad del que se informa el estar mal o bien informado. Lo básico es contrastar.
El miedo es casi un personaje más en su libro. ¿Cuál cree que es el miedo que define esta época?
Yo no soy un sociólogo, soy un sabio. Soy más uno que reza que uno que predica. Tengo sensaciones. Cuando hablamos de nuestro tiempo, a veces cometemos el error de pensar en gente como nosotros en condiciones iguales que las nuestras, pero nuestro tiempo en A Coruña o en Madrid no es el mismo tiempo que en Perú. Y en Perú no es el mismo en Lima que en un pueblo perdido en las montañas. Y eso, en general, pasa en todas partes. Unas cosas que nos preocupan a nosotros pueden no preocuparle nada a otros.
Pero el miedo existe, sea cual sea y donde sea.
Sí, el miedo es inherente al ser humano y neurológicamente el miedo es necesario para el ser humano. Si no tuviéramos miedo, nos tiraríamos por las ventanas de pequeños. El miedo nos ayuda, mientras no nos paralice. Si nos paraliza, es un problema.
¿Cree que la sociedad pasa demasiado tiempo, como dice en una parte de la novela, en la exótica isla de los problemas de los demás?
Sí, es evidente que nos encanta preocuparnos mucho por cómo los demás deberían hacer las cosas y cómo deberían vivir sus vidas y no mirar qué es lo que falla en nuestro interior o dónde la hemos cagado. Es muy fácil reconocer los fallos de los demás o dar consejos delante de la televisión, pero luego en el asunto de cada cual, pues no somos tan perfectos.
¿Hay algo de usted en el protagonista de TIM?
Compartimos algunas de las dudas y las compartimos de otra manera. Digamos que esta novela es un segundo muy alargado entre el duermevela y el despertar. Lo que he hecho es estirarlo muchísimo ese segundo para que tenga un contagio de las dos partes. Una del temor a lo real que ya empieza a sonar al despertar y otro de las lucubraciones de los sueños, de ese territorio vasto onírico. Y ahí es donde he querido situar esta historia.
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