Los niños que crecieron entre los autobuses de A Coruña
En 1975, Isaac Prada compró la Compañía de Tranvías, junto con otros socios, y, cincuenta años después, sus nietos ocupan la dirección y la vicepresidencia. Criados en los valores de la empresa, Alejandra López e Ignacio Prada reivindican un «legado» que une a familia y empresa, y que «pesa, pero ayuda a moverse»

Ignacio Prada y Alejandra López Prada, al volante de un bus de la Compañía de Tranvías. / Iago López
«A veces te encuentras momentos malos, vienen problemas, pero yo llevo la foto del abuelo en la cartera, y me digo: ‘Si ellos pudieron, nosotros tenemos que poder’», explica Alejandra López Prada, vicepresidenta de la Compañía de Tranvías desde abril y miembro de la tercera generación de los Prada al frente de la empresa, encargada de la flota de los tranvías y buses urbanos desde inicios del siglo XX. «Ellos» son los Prada que la precedieron en la compañía, y el abuelo que vive en su cartera es Isaac Prada, nacido en O Barco de Valdeorras y empresario del transporte. En 1975, hace medio siglo, compró la compañía que daría trabajo a sus hijos y nietos. Ahora ocupan puestos directivos, pero antes fueron los niños que se criaron entre buses y llevaban comida al perro que vivía en las cocheras y talleres.
El primo de Alejandra López, Ignacio Prada, es el director de la empresa, y explica que su abuelo empezó en el sector de los camiones, y luego, con otros socios, fundó la empresa de transportes urbanos de Lugo. Su primera línea en A Coruña era «turística», un bus atendido con azafatas que salía de Puerta Real y daba la vuelta por la península de la Torre. Luego fue consiguiendo rutas hacia Ciudad Jardín y Agra do Orzán, a barrios que «empezaban a crecer» y a los que la Compañía de Tranvías «no daba tanto servicio».

La tercera generación de los Prada, ante una foto antigua del trolebús. | Iago López
Y, el año de la muerte de Franco, Isaac Prada dio el salto a comprar la empresa principal de buses, aunque no era el mejor momento económico. «Yo creo que el pico de viajeros máximo fue por el año 70 o por ahí», explica Ignacio Prada, pero el número de usuarios empezó a decrecer. En parte por el coche privado, en parte porque las amas de casa que viajaban todos los días a comprar comida fresca a los supermercados del centro empezaron a tener neveras en casa. Y la decisión de entrar en el negocio, recuerdan ambos primos, pesó el amor por la ciudad: «Había muchas dudas, pero nuestra abuela adoraba A Coruña, y le animó a sentir apostando por ella».
Los Prada, aún mayoritarios en la empresa, trajeron cambios. En 1979 fusionaron la Compañía de Tranvías con las líneas que ya poseían, finiquitaron los antiguos trolebuses (aunque «sin ERE ni grandes regulaciones de empleo»), y en los ochenta empezó a trabajar en la empresa la segunda generación, la de los hijos de Isaac: Manuela Prada, la madre de Alejandra, que ha fallecido recientemente; y José Prada, padre de Ignacio.
«Mi padre empezó en el taller y luego en el almacén, aprendiendo un poco de todo»
«Mi madre hizo Turismo», recuerda Alejandra, pero entró en la empresa familiar para llevar su contabilidad y formar parte de su consejo. «Yo recuerdo de pequeñita escuchar: ‘¡Hay Junta General! ¡Hay Junta General!’. Y yo decía: ‘¡Qué miedo! ¿Qué pasará?’», rememora su hija. Manuela llegó a ser vicepresidenta de la compañía, además de consejera, y ahora Alejandra ha heredado sus responsabilidades, incluso aquellas que tanto miedo daban entonces. En cuanto a José Prada, que sigue siendo presidente, empezó «como se hacía antiguamente: en el taller, luego en el almacén, aprendiendo de todo un poco para luego ir asumiendo funciones más directivas».

El director y la vicepresidenta de Tranvías, ante un motor de bus en reparación en un taller de la empresa. / IAGO LÓPEZ
Y tanto Ignacio como Alejandra, nacidos ya después de que su familia entrase en la empresa, se criaron vinculados a los buses rojos que recorren la ciudad. «Algunos sábados veníamos; tendríamos cuatro años la primera vez, lo hemos vivido de siempre», señalan, refiriéndose a las instalaciones en las que ahora trabajan, la sede de la empresa en la carretera Os Fortes, que combina oficinas, cocheras de buses y talleres. «Antiguamente tenían aquí un perro y también veníamos a traerle comidita», explica Alejandra. Otro de sus recuerdos de niñez es el de ver a su madre peleando con las cuentas de la empresa y pensar que «quería ser como ella».
«Somos una empresa de muchas familias: tenemos sagas de conductores de bus»
Tanto Ignacio como Alejandra tienen hermanos que trabajan en otras empresas, y los dos cuentan con experiencia profesional previa. Ella estudió Administración de Empresas y trabajó en una asesoría, y él, ingeniero eléctrico (una formación que le viene bien ante el reto de la electrificación de la flota de buses), pasó varios años en una consultora de Madrid. «Mi padre nunca me animó a entrar directamente en la empresa, quiso que decidiera lo que yo considerara mejor», recuerda. De cara a la cuarta generación, si la empresa mantiene la concesión municipal de buses y sigue en el sector, continuará la misma filosofía: «Yo no les voy a forzar».
Una empresa familiar
Los Prada tienen la mayoría del accionariado de la Compañía de Tranvías, y tienen más parientes, no descendientes directos de Isaac, entre la plantilla: un primo segundo de Alejandra e Ignacio es contramaestre del taller. Pero, aclara el director de Tranvías, «somos una empresa de muchas familias», con «sagas de conductores» de tres generaciones al volante de los buses.
«Eso te da cierta responsabilidad», coinciden los dos ejecutivos de la empresa, que hablan del «vértigo» de recoger el legado de sus padres, pero también del «amor» que se tiene por una empresa ligada a su apellido desde hace décadas y del compromiso por «no defraudar» a esa herencia. «Creo que en las empresas familiares tenemos las luces más largas, y en particular en esta también», resume Ignacio. «El legado pesa, pero también ayuda a moverse», señala, y su prima indica que para ella la empresa es «la fuerza de la familia». Esta idea, explica el director, les dio fuerzas en la época del covid, «probablemente el momento más duro que hemos pasado en esta empresa».
Y la «experiencia de muchísimos años» hace que trabajen de forma diferente a otras compañías, manteniendo equipos como la forja o cuidando el mantenimiento, y con unos valores que, si consiguen mantener la concesión del bus (el Ayuntamiento está preparando un nuevo concurso) confían en trasladar a cambios de movilidad como la electrificación, el descenso del uso del coche o el auge de la bicicleta. Los Prada, explican los directivos, ya se han adaptado a otros cambios, desde la filosofía de «poner muchísimas paradas» en tiempos de Isaac a los retos de buscar un servicio «competitivo» y de «calidad» de la segunda generación. La tercera, criada entre buses, promete seguir su legado. Aunque, eso sí, Ignacio admite que tiene «pendiente» sacarse el carnet para conducirlos y Alejandra bromea con que es «muy bajita» para llegar a los pedales.
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