Cuando el Deportivo jugaba al ajedrez
Cinco amigos y exjugadores de la sección de ajedrez del club se reúnen en El Café de Macondo para recordar la historia de este deporte en la ciudad, que tuvo grandes figuras como el alcalde Domingos Merino. Además, rememoran grandes historias, como la visita de Karpov al Casino

Beade, Pallas, Santiso, Viñas y González Coto en El Café de Macondo. / Germán Barreiros / Roller Agencia
Carlos Viñas, José Antonio González Coto, Jesús Pallas, Álvaro Santiso y César Beade se reencuentran muchos años después en la planta superior de El Café de Macondo, uno de los templos de los amantes del ajedrez de la ciudad. «Mira esta foto, tenías 40 años menos», le dice Santiso a Pallas, a lo que este responde: «Y tú también», ante las risas de los presentes. Los cinco estuvieron unidos por esta pasión y todo pasaron por la sección de ajedrez del Deportivo, creada en 1965 y desaparecida en 1992, cuando el club blanquiazul se convirtió en sociedad anónima.
«Yo fui claramente consecuencia del boom de Fisher», recuerda González Coto. El ajedrecista americano fue uno de los más influyentes entre los 60 y los 70, época en la que todos ellos empezaron a jugar de forma semiprofesional. «A Coruña era una ciudad de ajedrez, la Federación gallega estaba dividida en dos grupos, norte y sur, pero luego Vigo cogió más protagonismo», recuerda Viñas.
La ciudad tenía además una gran figura en aquella época, Domingos Merino, que fue el primer alcalde tras la dictadura. Tal era su pasión por este deporte, que en su retrato del Palacio Municipal aparece con un tablero de ajedrez. «Recuerdo de niño, que fui a comer con mis padres a Lugo y pasó Domingos Merino con una americana con el escudo del Deportivo», señala Beade. Merino, junto a Fernando Prada y Venancio Carro, eran los jugadores destacados del club blanquiazul en sus inicios.
Los protagonistas de esta historia ya no llegaron a lucir aquellas americanas, pero sí que jugaron en el estadio de Riazor: «Los torneos se hacían en el sótano del estadio. Una vez estábamos jugando y llegó el utillero del club y nos dijo, ‘pensé que os habíais ido, no se escuchaba una mosca’. El estaba acostumbrado al ruido del fútbol y en el ajedrez se juega en absoluto silencio», comenta con una sonrisa Santiso.
Otra figura clave del ajedrez coruñés fue María del Carmen Fernández, árbitra, responsable de la Federación y organizadora de torneos: «Antes era más bien masculino, pero Mari Carmen hizo que empezaran a jugar más niñas», destaca Pallas. Este ejerció como secretario de la Federación cuando esta mujer consiguió todo un hito, traer a Karpov a la ciudad hace 40 años: «Lo organizó la Federación y el Casino de A Coruña», recuerda. «Ella consiguió además muchos patrocinadores para financiarlo», apunta Santiso.

Karpov (en el centro) durante la comida en el Casino de A Coruña tras su visita / Cedida
Karpov había jugado un día antes en Ourense, donde González Coto consiguió ganarle: «Era muy correcto, nos quedamos nosotros solos jugando al final, lo tenía ganado pero podías ponerte nervioso y equivocarte», explica. Al día siguiente, Álvaro Santiso consiguió hacerle tablas: «Primero le ofrecí tablas y me dijo que no, pero luego me las ofreció él a mí». De nuevo, el ruso quedó jugando contra otro jugador, César Beade, que consiguió vencerlo: «A mí no me metió prisa en ningún momento, era un tipo muy educado».
Santiso recuerda que el soviético venía acompañado de un intérprete y teoriza entre risas que era «para que no se escapara», aunque Beade cree que no es así, ya que señala que «era la imagen del régimen, una institución que acabó siendo diputado». Al finalizar la partida, algunos de los presentes comieron en la planta superior del Casino, donde Karpov disfrutó del marisco y algunos productos de la gastronomía gallega.
Durante la charla aparece Carlos Martínez, un venezolano al que los presentes definen como «una enciclopedia del ajedrez», que va al Macondo a disfrutar de este deporte. Para a saludar a Santiso, pero también aprovecha para conocer a González Coto y Beade, de los que ha escuchado muchas historias.
Alguno de los presentes como Carlos Viñas, es asiduo a esta cafetería: «Yo llevaba sin jugar desde el 89, que me fui a Madrid. Ahora me jubilé y volví a A Coruña, vengo al Macondo y he vuelto a coger el gusanillo». Otra de las alternativas que utilizan para seguir disfrutando de su antigua pasión son las aplicaciones para móviles: «Yo juego partidas rápidas de cinco minutos, aunque mi mujer dice que juego demasiado», expone González Coto.
El último en llegar es Rafael Rodríguez, que se une a la conversación en el momento en el que se habla del buen nivel actual: «Nosotros éramos más autodidactas, ahora la gente está mucho más preparada». La tecnología es un punto vital del ajedrez, incluso para hacer trampas: «En nuestra época había uno que escondía un libro en el baño e iba a mirar las jugadas», recuerda González Coto ante las risas de sus amigos. Este señala que ahora «el ajedrez es más científico y prima menos la creatividad», mientras que Beade le rebate diciendo que «la informática puso de relieve que la táctica lo es todo».
La entrevista finaliza, pero los presentes siguen charlando, recordando viejas anécdotas alrededor de un tablero de ajedrez que evoca los recuerdos de juventud en la que un deporte los unió para toda la vida.
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