La Policía investiga entre 40 y 50 desapariciones cada año en A Coruña: así actúan cuando alguien no quiere que lo encuentre su familia

Muchas son personas que quieren alejarse de su entorno, pero la unidad especializada de Lonzas registra casos de accidentes mortales, suicidios o personas que salen del país

El responsable de la Unidad de Delincuencia Organizada y Violenta (UDEV) de Lonzas. |  Casteleiro/Roller Agencia

El responsable de la Unidad de Delincuencia Organizada y Violenta (UDEV) de Lonzas. | Casteleiro/Roller Agencia

A Coruña

Adolescentes que discuten con sus padres, personas mayores que se pierden, accidentes, suicidios, universitarios que se marchan del país o adultos que quieren cambiar de vida. Dejando aparte algunas denuncias que se resuelven casi inmediatamente, la Policía Nacional coruñesa lleva unos 40 o 50 casos de desapariciones al año, según calcula el jefe de la Unidad de Delincuencia Organizada y Violenta (UDEV) de Lonzas. Sus ocho profesionales, además de ocuparse de crímenes como los homicidios, están especializados en buscar a personas, con la ayuda de la unidad UFAM para casos con menores. Una labor que va desde interrogar a los allegados al desaparecido a búsquedas con drones, y que requiere tanto mano izquierda al tratar con los afectados por la desaparición como que el propio policía se proteja psicológicamente.

El jefe de la unidad, Jesús (por seguridad prefiere no dar apellidos), explica que «lo habitual son las desapariciones voluntarias», gente que quiere dejar atrás su vida, temporalmente o para siempre. Un caso muy sonado fue el del estudiante chileno de la Universidade da Coruña (UDC) que, tras algunos problemas en la facultad, «decidió iniciar una nueva vida» sin avisar a su entorno, y la unidad estuvo semanas reconstruyendo sus movimientos. «Vimos que había cogido un autobús y conseguimos saber que había llegado a Portugal», donde tomó otro bus a Francia, pero la UDEV pidió colaboración a las autoridades de Alemania, porque a través de la investigación descubrió que estaba interesado en este país. De hecho, apareció allí. «Este caso conseguimos hacer el recorrido y acabó bien», explica Jesús.

Otro relato que se repite es el de personas adultas que dejan a su familia y se marchan a hacer una nueva vida. «Nuestra misión es localizar al desaparecido», señala Jesús, y cuando lo consiguen le explican que hay una denuncia por su caso, dándole la opción que la Policía comunique a la familia su paradero. Si no quieren, el 091 preserva su intimidad, aunque algunas veces la familia no se lo tome bien. Hay algunos casos, indica el responsable de la UDEV, que resultan complicados, como personas con algún trastorno mental que no están inhabilitadas judicialmente y por los que sus allegados están preocupados. Pero en mayores de edad prevalece, en principio, la voluntad de la persona.

No así en los menores. De acuerdo con los datos del Ministerio del Interior, en 2024 se reportaron 184 personas como desaparecidas en la provincia de A Coruña (que se corresponden con 150 personas, pues hay casos repetidos). Más de un tercio de los reportes, un total de 65, son de adolescentes entre 13 y 17 años, y es frecuente que el mismo chico se marche varias veces de casa. Excluyendo dichos repetidos, la cifra baja a 42.

Jesús explica que, dentro de la prioridad que se les da a toda denuncia de desaparición, los menores reciben especial atención, pero relaciona estas denuncias con «la rebeldía propia de la edad». Hay chicos que discuten con sus padres, por ejemplo, tras presentar unas «malas notas» y se van de casa, con «un poco de todo» en los perfiles, sin que predominen los ambientes marginales. Otros se escapan de centros de menores. Pero muchos aparecen pronto, tras «una fiesta larga» o cuando se les acaba el dinero.

Las desapariciones «forzosas», las que se producen porque un tercero mata o retiene a una persona, son escasas, y Jesús no recuerda casos de secuestros en la ciudad, aunque ha habido alguno ligado a la droga en Pontevedra. Sí hay personas que mueren en lugares en los que son difíciles de encontrar, por accidente o suicidio. Jesús recuerda la historia de un hombre que se precipitó al agua con unas pesas, o «una persona desaparecida mayor, que tenía que problemas de movilidad» y que «nunca apareció» pese a que se buscó en todos los lugares por donde paseaba.

Las estadísticas muestran que la mayoría de desapariciones se resuelven, y, de los 184 casos en la provincia el año pasado (el responsable de la UDEV puntualiza que no todos los casos que les llegan pasan a este sistema), 16 siguen activas y hay otro caso de menor ausente. Aún así «tenemos algunos casos abiertos», señala Jesús, en los que todo apunta a que la persona se cayó al mar, pero «como no aparece el cuerpo, no lo puedes demostrar». El policía también recuerda el caso de un suicida que «al final fue localizado» en la presa de Belesar (Lugo), pero «costó, porque es un embalse muy grande». Otro, caído al mar hace un par de meses, apareció «lejos de la costa».

Otra situación que resulta «difícil» de solucionar son los casos en los que el desaparecido se ha marchado del país. Uno de que lleva la UDEV, explica su responsable, es el de un senegalés que estaba en la ciudad y «debería haber ido a su país por Navidad», pero no apareció allí. La unidad coruñesa hizo gestiones, entre ellas hablar con compañeros de Pontevedra, pues había indicios de que podría estar en esa ciudad, pero el asunto sigue en el fichero de los no resueltos. Los registros de desapariciones de extranjeros en A Coruña son cerca del 17%.

Mayores desorientados

Entre las 184 desapariciones del año pasado en la provincia hubo 108 hombres y 76 mujeres, pero Jesús argumenta que las diferencias no son grandes y, al contrario de lo que ocurre con otras líneas de investigación como la violencia de género, el sexo no es relevante. Por edades, y contrastando con el predominio de los adolescentes, apenas hay tres procedimientos con niños de doce años o menos, mientras que los de 18 a 35 suman 41 y los desaparecidos de 36 a 64 fueron 51.

Las investigaciones con protagonistas de 65 años o más son 24, y Jesús indica que hay bastantes de personas de esas edades que se pierden. El policía recuerda a una persona mayor que se desorientó en la ciudad, y al parecer tuvo «vergüenza de pedir ayuda» y no preguntó a nadie. Pasó la noche en la calle, pero se difundió su foto en carteles y a través de los medios y fue localizada. En el núcleo de A Coruña, explica el policía, resulta poco probable que una situación de este tipo pase desapercibida durante mucho tiempo, pero siempre podría irse a la periferia, y eso crea más complicaciones. «Podemos terminar buscándolo en Oleiros», pone como ejemplo, y se pide ayuda a la Guardia Civil.

Las personas que acaben en zonas de monte presentan más dificultades para la búsqueda, aunque Jesús recuerda que existen «asociaciones de búsqueda que colaboran con las fuerzas de seguridad», y se puede recurrir a medios como helicópteros y drones. A esto se suman buceadores y embarcaciones al buscar cuerpos en el mar.

Pero no todos los casos son trágicos. También es «bastante habitual» que alguien desaparezca temporalmente tras una «fiesta alargada», y Jesús recuerda a un desaparecido que se fue a hacer el Camino de Santiago, algo que «nadie sabía» en su entorno, y no tenía el móvil funcionando. Figuró como desaparecido «hasta que llegó».

Y es que la tecnología, destaca Jesús, ha ayudado en la búsqueda de desaparecidos, con la posibilidad de informatizar los datos y tener una base común en el que se registren personas desaparecidas y restos humanos hallados. Pero no es una panacea: no hay cámaras en todas partes, y para ubicar a una persona geolocalizando su móvil es necesaria orden judicial. Además, muchos desaparecidos lo apagan.

Así, sigue siendo esencial la labor humana de los policías, y Jesús reivindica la profesionalidad y formación del equipo que dirige. Las competencias de investigación, explica el líder de la UDEV, se pueden conseguir con «trabajo con perseverancia y dedicación», pero también hay que tener tacto para hablar con los allegados de los desaparecidos, que viven una situación delicada. Hace poco el grupo tuvo una formación con énfasis en el trato a las familias, y a veces recurre a psicólogos para ayudarles en la comunicación.

Y en la UDEV llevan «casos duros», desde las desapariciones a los homicidios u otros crímenes violentos, y «también tienes que cuidarte y saber afrontar ese tipo de situaciones», racionalizando «lo máximo posible, si sería complicado el trabajo». El otro lado de la moneda es la «satisfacción cuando localizas a la persona». Es la parte buena del trabajo de un pequeño grupo de profesionales que se convierten todos los años, para decenas de familias coruñesas, en la última esperanza para encontrar a un ser querido.

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