La presión turística, estable en A Coruña en la última década y debajo de la media gallega

El caso coruñés contrasta con el del conjunto de Galicia, que experimenta un aumento del 45% desde 2014 | La presión de visitantes en la ría de Arousa es cuatro veces mayor y en A Mariña lucense, casi tres veces superior

A Coruña

Llega el verano y, con él, los turistas a A Coruña, que se ha posicionado en los últimos años como un destino estival atractivo, especialmente, para el viajero nacional. Una dinámica que trae consigo el debate sobre el modelo turístico, su retorno económico y su afección sobre las comunidades que padecen sus efectos. También, las propuestas sobre cómo lograr el equilibrio para hacerlo sostenible. Un buen baremo para dirimir hasta qué punto existe saturación turística en una ciudad o localidad es el indicador de presión turística que elabora el Instituto Galego de Estatística (IGE), que detalla que, en 2024, pernoctó en A Coruña menos de un viajero (0,81) por cada 100 vecinos de la ciudad, un dato que no dista mucho del de hace una década, cuando eran 0,72.

Este cálculo toma como referencia las pernoctaciones —teniendo en cuenta que un residente pasa 365 noches al año en Galicia— y se dividen las noches de estancia de los turistas por el número de días al año, lo que permite obtener una equivalencia en habitantes temporales que se comparan con los habituales. Este índice incluye a los viajeros de fuera de Galicia, y también a los gallegos que hacen turismo interno.

La proporción que registra A Coruña y su comarca no ha variado demasiado en la última década, en la que, si bien ha ido aumentando, nunca ha estado por encima del turista por cada cien vecinos. Estuvo cerca en 2019, cuando el dato se quedó en 0,91, pero cayó en picado durante los años sucesivos debido a las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia, y no volvió a registros habituales hasta 2023, con 0,86 viajeros por cada cien vecinos.

Con todo, un crecimiento más contenido no tiene por qué ser indicativo de malas noticias. «Habría que comparar ese índice con otros datos para determinar si es positivo o negativo, pero no crecer tanto no está mal; lo ideal suele ser crecer paulatinamente, consolidar el turismo que ya tienes y que el propio territorio pueda ir asimilando esa presión turística. También es positivo diversificar la estrategia de desarrollo, y no centrarla solo en el turismo», valora la doctora en Dirección y Planificación del Turismo y profesora de la Universidade, Iria Caamaño.

La tendencia no se ha comportado igual, ni mucho menos, en otras zonas de Galicia. La media de la comunidad delata que Galicia recibió 1,24 viajeros por cada 100 habitantes, un 45% más que hace una década, cuando hacían noche en la comunidad 0,85 turistas por cada 100 gallegos. En el caso del conjunto de las zonas costeras esta ratio se eleva a 1,30 viajeros.

Otras localidades, especialmente las costeras, que han captado el interés de viajeros y encaminado sus economías locales hacia este sector en los últimos años, acusan también estos incrementos, y duplican y hasta cuadruplican el dato de A Coruña. Encabezan el despunte las zonas de la ría de Arousa (que recibe 3,35 turistas por el centenar de residentes frente a 2,32 de 2014), la Mariña lucense (2,13 frente a 1,17) y A Costa da Morte (1,18 frente a 0,72), que han visto incrementada su presión turística en línea con la media gallega. «Comparativamente, las zonas de costa en general, especialmente a raíz del punto de inflexión de 2020, ofrecen un tipo de turismo que cada vez está más demandado, sobre todo el nacional», comenta Caamaño.

El tipo de viajero y sus hábitos tampoco son los mismos: «El concepto de veraneante de larga estancia, como ese turista que lleva 20 años yendo al mismo sitio, alquila siempre la misma casa y trae a su familia, es más interesante que la corta estancia, que es hacia donde parece que se orienta todo. Hay que ver hasta qué punto es sostenible», reflexiona la experta, que apunta a posibles males derivados de un turismo no sostenible sobre la población, como «turismofobia, irritación social o saturación turística».

Si se observan solo los datos de las principales urbes, A Coruña está por detrás de Santiago (que pasa de 1,66 viajeros por 100 habitantes a 2,25 en una década, la única ciudad por encima de la media gallega), Lugo, que llega al viajero por cada 100, y Pontevedra, Ourense y Vigo, que, sumando sus comarcas, experimentan aumentos sensibles de la presión turística desde 2014, pero siguen por debajo de la media. De toda la comunidad, solo dos regiones registran descenso de este indicador: Verín-Viana y Manzaneda-Trevinca, ambas en Ourense.

Desestacionalización y cruceristas

Varias razones pueden contribuir a explicar la singularidad coruñesa con respecto a otras urbes. En primer lugar, este índice tiene en cuenta únicamente a los turistas con pernoctación, lo que deja fuera a los cruceristas, que llegan a la ciudad por miles, con periodicidad hasta diaria, a lo largo de todo el año, especialmente en época estival. «A los cruceristas los clasificamos como excursionistas, que a veces afectan más al día a día de la gente que alguien que duerme. Se suelen tener en cuenta las pernoctas en establecimientos regulados, y las Viviendas de Uso Turístico (VUT) son un alto número», comenta Caamaño.

La falta de plazas hoteleras es, precisamente, una demanda habitual del sector vacacional en la ciudad en los últimos años, que alerta de que las limitaciones de alojamiento pueden poner coto al crecimiento del sector y minar su competencia frente a los alquileres turísticos, con una regulación todavía incipiente. La desestacionalización del turismo en A Coruña puede explicar, también, este aumento contenido. «A Coruña centra mucho su estrategia en turismo de eventos y congresos, lo que ha impulsado la desestacionalización del turismo y a no tener esa presión centrada en verano», señala Iria Caamaño.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents