As Rañas, el barrio olvidado de A Coruña que lucha por sus derechos

Esta es una zona de la ciudad aislada y mal comunicada. El autobús no llega y para acceder a los servicios básicos hay que atravesar a pie zonas peligrosas. Además, el lugar sufre abandono y tienen que encargarse los vecinos de su mantenimiento

Los vecinos pasan por la carretera para llegar a los servicios básicos.

Germán Barreiros / Roller Agencia

A Coruña

Hace unos meses ganaba el Goya a mejor película El 47, una cinta sobre la lucha de Torre Baró, un barrio olvidado de Barcelona al que no llegaba el autobús, hasta que en 1978 un vecino que trabajaba como conductor de autobús, lo llevó hasta el lugar en un acto revolucionario. En A Coruña, casi 50 años después, As Rañas sigue viviendo una situación similar, el autobús no llega, los recorridos para llegar a los servicios básicos a pie no cuentan con aceras o farolas, y los propios vecinos se encargan del desbroce e incluso del asfaltado de los caminos.

Elvira Liste, Mari Carmen Sánchez, Antonio Castro, Lidia Pérez, Benjamín Rodríguez y Miguel Seoane son vecinos que representan a mayores, trabajadores o estudiantes, que sufren en su día a día las dificultades de vivir en una zona aislada y mal comunicada. «Aquí llevamos con las mismas demandas desde siempre y ningún gobierno municipal nos ha hecho mucho caso», recuerdan los más veteranos del lugar.

Los más afectados son las personas mayores que tienen dificultades para ir al ambulatorio, a la farmacia o al supermercado. «Si ya tardamos y tenemos dificultades los que somos más jóvenes, imagínate las personas más mayores», comenta Lidia Pérez, vecina desde hace un par de décadas que trabaja en Matogrande, y que por suerte, dispone de un vehículo para desplazarse.

El barrio olvidado que lucha por sus derechos

El barrio olvidado que lucha por sus derechos / Germán Barreiros/Roller Agencia

El descuido de la zona llega también un monte cercano. Allí algún negocio tira restos de comida, aunque desconocen si se trata de un restaurante: «Hay huesos, pan, carne, pescado o fruta», dice Lidia, que cuenta que han denunciado la situación a la concejalía de Medio Ambiente. «Por la mañana hay muchas gaviotas, si vas allí quedas alucinado», comenta Benjamín Rodríguez, un hombre que formó parte de la extinta asociación de vecinos de la zona (ahora integrada en la de Monte Martelo), y cuya hermana fue de las primeras en instalarse en el barrio en los años sesenta. Los vecinos tienen miedo a que en verano la situación de insalubridad vaya a más por el calor.

Además del descuido que sufre el lugar, una de las grandes problemáticas es el transporte. Las personas que no tienen coche tienen serias dificultades para acceder a los servicios básicos. El barrio tiene cerca el centro comercial Marineda City o el Mercadona, pero para acceder a ellos deben atravesar un camino por el monte o ir por el arcén de la carretera, una práctica muy peligrosa: «¿Cómo vamos a pasar por aquí?», se pregunta Elvira Liste. «Pedimos que limpien la maleza, unas aceras y alumbrado», señalan los vecinos, ya que en invierno, cuando se hace de noche en plena tarde, tienen imposible poder ir caminando por estas zonas. «La única opción de ir sin arriesgar la vida es ir por el día».

Muchos vecinos de la zona son personas mayores que no tienen carné o que ya no pueden conducir. Por ello, para ir a la farmacia o a hacer la compra, muchas veces tienen que recurrir a un taxi. Esta situación también se da entre los más jóvenes, que intentan sacarse el carné en cuanto pueden: «Al colegio me tenían que llevar mis padres porque por aquí no pasaba el autobús», recuerda Miguel Seoane, un joven estudiante de Biología en la UDC. «La gente suelen meter a sus hijos en colegios con comedor porque no pueden ir a buscarlos al mediodía y volverlos a llevar», apunta Lidia, que tiene un hijo de esa edad. El joven se sacó el carné en cuanto cumplió los 18: «Igual si viviera en otra zona no me lo habría sacado tan pronto». Los jóvenes también han sufrido hasta hace poco problemas con internet: «Pusieron la fibra ahora, pero en la pandemia mi hermana y yo no nos podíamos conectar a clase a la vez porque nos iba la línea muy lenta», recuerda.

El barrio olvidado que lucha por sus derechos

El barrio olvidado que lucha por sus derechos

Acceder al autobús es otra odisea para los vecinos. Para llegar a la parada más cercana hay que andar un camino largo. La opción más segura es bajar por un camino que «asfaltamos los propios vecinos», según recuerda Benjamín, pero es una cuesta empinada que puede resultar peligrosa para una persona mayor e imposible para alguien con movilidad reducida. Una vez se llega abajo, hay que bordear un muro con el peligro de los coches pasando: «No hay acera para llegar a la marquesina, tienes que ponerte aquí, mirar y meterte literalmente por el medio de la carretera», explica Lidia.

Sobre la situación en As Rañas, fuentes municipales señalan que tienen previsto «mejorar la zona de la señalización» y también «instalar bandas rugosas para reducir la velocidad de los vehículos». Otro de los planes es «hacer que el núcleo sea de preferencia peatonal». Por la configuración de la zona, exponen que «se hace imposible poner aceras por la estrechez del viario», a pesar del deseo de los vecinos.

El Concello está llevando a cabo el proceso de licitación del nuevo pliego del autobús urbano. En la última reunión celebrada en O Birloque, Elvira propuso a la alcaldesa, Inés Rey, «que el 11 prolongue su recorrido para subir por la carretera de la cantera, y que dé la vuelta en la nueva glorieta de As Rañas», recogiendo allí a los vecinos y volviendo hacia la zona comercial. «La alcaldesa dijo que le parecía coherente y que trasladaría la idea», apunta Lidia.

Mientras todas estas medidas se llevan a cabo, los vecinos de As Rañas tendrán que seguir lidiando con las dificultades que supone vivir en una de las zonas más olvidadas de la ciudad.

«Este camino lo asfalté yo con el material que me dieron»

El barrio olvidado que lucha por sus derechos

El barrio olvidado que lucha por sus derechos / Germán Barreiros/Roller Agencia

«Sacadle fotos para que vean el asfalto que hice yo. Este camino tenía la hierba hasta arriba, la saqué y le eché masa en los baches. Los trabajadores que estaban haciendo la rotonda me dieron el hormigón que les sobraba», cuenta Antonio Castro, un vecino que se ocupó de reparar los baches del camino que pasa por delante de su casa.

«La última vez que recuerdo que vinieron a asfaltar fue cuando hicieron la tercera ronda, aunque era un asfalto en frío [que se usa para reparar baches y grietas]», comenta Elvira Liste, otra de las vecinas más longevas del lugar.

«Si esperamos a que vengan a cortarlos, llegan las silvas a las casas», apunta Mari Carmen Sánchez, otra vecina del barrio. «Si no lo limpiamos nosotros, estaría todo a monte», añade Lidia Pérez.

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