Entrevista | Giancarlo Guerrero Director de orquesta, se pone al frente de la Sinfónica de Galicia

Giancarlo Guerrero con la Orquesta Sinfónica de Galicia: «Mozart no existía en casa, a mi mamá le gustaba Julio Iglesias»

De niño, Giancarlo Guerrero era percusionista y nunca pensó que, en lugar de dos palitos, manejaría uno solo y que, en vez de estar atrás, estaría al frente de la formación. Hoy y mañana, a las 20.00 horas, en el Palacio de la Ópera, interpreta la ‘Octava Sinfonía’ de Bruckner para cerrar la temporada de la Sinfónica

Giancarlo Guerrero, en el Palacio de la Ópera.

Giancarlo Guerrero, en el Palacio de la Ópera. / Casteleiro/Roller Agencia

A Coruña

Vuelve a dirigir a la Orquesta Sinfónica de Galicia.

Creo que la primera vez que vine fue hace diez o doce años y casi que he venido todos los años desde entonces . Adoro trabajar con la Sinfónica de Galicia.

¿Y por qué esta relación?

Química. Cuando llegas a una orquesta por primera vez, puede pasar cualquier cosa. Desde que llegué acá fue como si nos conociéramos de toda una vida. Hubo una conexión inmediata, los músicos me recibieron con tanto cariño y cada vez que he venido, con cada visita, ha sido como llevar la relación a un nivel más alto. Nos conocemos mejor, hacemos música de mejor manera, y hoy en día, casi que es todo por telepatía.

Pero los músicos han ido cambiando, ¿cómo es posible?

La Sinfónica tiene una tradición de décadas de ser una de las mejores orquestas en Europa. Después de la pandemia ha habido un cambio generacional en las orquestas del mundo entero. Muchos músicos se retiraron temprano, fue terrible en muchos casos, pero al mismo tiempo, abrió muchos espacios para músicos jóvenes. Y la Sinfónica de Galicia tiene una forma de trabajar en la que la disciplina es inmediata, es como si hubiera algo en el agua. Para mí ha sido increíble este viaje de ver evolucionar a la orquesta. Lo que hacemos nosotros es tradición oral. Nosotros hacemos música del siglo XVIII, XIX, XX... Mucho de lo que hacemos nosotros ahora ya lo hicieron nuestros maestros y los maestros de nuestros maestros. Para mí, como director de orquesta, la mejor analogía que uso es que la Sinfónica de Galicia es como manejar un Ferrari.

Y juntos se enfrentan a la Octava Sinfonía de Bruckner.

Anton Bruckner es posiblemente el sinfonista más importante de finales del siglo XIX. Escribió nueve sinfonías, al igual que Mahler y que Beethoven. Sus obras son realmente grandiosas. Y la octava no es diferente. Es una obra que es como escalar el Everest. Pero mientras lo escalas, te encuentras de todo. Hay pequeños clímax hasta que finalmente llegas a la cumbre. Y es un viaje emocional donde escuchas no solo mucho romanticismo, mucha pasión, sino que también hay dudas, tristeza, tragedia. Pone su corazón en lo que está escribiendo. La gente se conecta a esa música de una manera tan profunda que muchas veces ni nos damos cuenta. Con Bruckner hay mucho de eso.

¿Es una obra que propuso usted o fue idea de la orquesta?

Después de tantos años de trabajar con la orquesta, ya hemos explorado muchísimos repertorios de muchas épocas. Lo último que hice fue otra obra grandiosa, que era la Séptima Sinfonía de Mahler. Es una obra tan complicada que tuvimos que utilizar todas nuestras comunicaciones internas para poder hacerla. Y fue un éxito tan rotundo que cuando hablamos de cuál sería el próximo proyecto, para mí fue casi automático. Después de Mahler viene Bruckner.

Y, ¿después de Bruckner?

Después de eso, yo creo que cualquier cosa funciona. Espero con ansias esa próxima visita porque la orquesta va a estar todavía a un nivel más alto, tanto en el plano artístico, musical como personal y humano.

Antes de ponerse delante de una orquesta a interpretar una partitura hay mucho trabajo previo para saber qué quieren transmitir, ¿cómo encaró la obra?

Hay mucha tarea. La primera partitura que yo compré de Bruckner fue la de esta sinfonía. Fue hace cuarenta años, así que, vengo estudiando esa obra desde entonces. Ya la he hecho un par de veces. La última vez que la hice fue hace más de diez años, obviamente, entonces no era la persona que soy ahora. Para mí es como enamorarme de nuevo de una obra que ha sido parte de mi vida. Poder dirigirla con una orquesta del nivel de la Sinfónica es la mejor combinación que me puedo imaginar.

¿Siempre supo que quería ser músico?

Yo vengo de una familia donde a mi papá le gustaba el mariachi y a mi mamá le gustaba Julio Iglesias. Mozart, Beethoven, Bruckner... eso no existía en mi casa, no tenían acceso a esa música. Nací en Nicaragua y ahí no había orquesta. Y después de la guerra civil en Nicaragua en los años 70, nos mudamos a Costa Rica. Y fue ahí en la Sinfónica Juvenil de Costa Rica que mis papás me metieron para mantenerme ocupado, como un hobby.

¿Y qué instrumento tocaba?

Yo era percusionista. Estaba en la parte de atrás de la orquesta con dos palitos y burlándome de los directores. Y ahora miren, estoy al frente, con un palito, y se burlan de mí.

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