Entrevista | Juan José Millás Escritor y reportero, autor de 'Ese imbécil va a escribir una novela'
«No querría vivir un momento en el que la lectura ya no fuese un placer para mí»
Del episodio real de no encontrar un gran tema que cierre su carrera como reportero nace el último libro de Juan José Millás, ‘Ese imbécil va a escribir una novela’, con el que va cerrando círculos, pero también abriendo puertas y reconociéndose a sí mismo y llenando con fantasía huecos de sus recuerdos

Juan José Millás, este miércoles, en A Coruña / Casteleiro/Roller Agencia
La visita de Juan José Millás cerró este miércoles la vigésima edición del ciclo Encuentros con escritores del Centro de Formación de profesores. Presentó Ese imbécil va a escribir una novela, en el Conservatorio Superior de A Coruña, con Javier Pintor y Xavier Seoane.
Va a parecer que me lo invento, pero una señora me acaba de preguntar si es usted Julián Marías [ filósofo, ensayista y uno de los discípulos de Ortega y Gasset].
Ni Julián Marías, ni Javier Marías. Julián Marías, pobre. No lleva años muerto.
¿Es cierto que este libro nace de un fracaso en el periodismo?
De un fracaso entre comillas, porque es un fracaso retórico, en el sentido de que la excusa es que me encargan en el periódico un reportaje, y yo voy buscando temas, pero los voy descartando al mismo tiempo. Es una premisa para arrancar.
¿Sigue buscando o se ha dado por vencido?
Durante algunos años escribí muchos reportajes y cuando empezó la crisis del periodismo dejé de escribirlos. Me he quedado con la sensación, que es con la que arranca este libro, de que no escribí el último reportaje, el que cerrara el círculo. Me gustaría dar con un gran tema para cerrar mi vida como reportero. Cuando digo un gran tema no digo uno que exija irse a Japón sino un gran reportaje sobre un tema pequeño. Estoy pensando sobre qué podría ser, porque sí, es verdad que me gustaría escribir un último reportaje del que yo me quedara muy satisfecho. Es un género que a mí me ha gustado mucho, porque está muy cercano al cuento, lo único que los separa es que en el reportaje no te puedes inventar nada.
¿Cómo era ese mundo de antes de la crisis del periodismo?
Hay mucha gente que ha nacido al periodismo ya en crisis. Eran unos tiempos estupendos, con buenos salarios, se vendían muchos periódicos de papel y la gente no concebía empezar el día sin haber leído el periódico. Era muy frecuente ver a la gente por la calle con el periódico debajo del brazo y lo leía a fondo, no solo los titulares. Era una cosa maravillosa.
Incluso se leían varios al día.
Aunque suelo dar un repaso por internet, yo tengo la costumbre de comprar cuatro periódicos de papel y empezar el día con ellos y con un café. Esto se acabará cuando se jubile mi quiosquero. Yo tengo todavía uno cerca de casa, al que no le falta mucho para jubilarse, pero cada día vende menos periódicos. Afortunadamente hay un instituto cerca y vende muchas chucherías. Los quioscos de la Gran Vía de Madrid, que eran minas de oro, ahora solo venden agua para los turistas, camisetas de jugadores de fútbol, banderines, regalos... cualquier cosa menos periódicos. Un día pedí uno y me dijeron que no vendían prensa.
Parte de esa idea que no llega para hablar de usted pero mezclado con muchos otros elementos que podrían ser verdad o tal vez no.
Es una mirada al pasado, no con nostalgia, porque yo no soy nostálgico, sino una mirada que intenta averiguar qué ocurrió, quién fui durante esos sucesivos yoes que me atravesaron y hay acontecimientos de mi existencia que misteriosamente se van entrelazando y van formando la trama del libro, atravesada a su vez por los temas que a mí me han preocupado siempre que son las relaciones entre la apariencia y la realidad, entre la ficción y la vida, el asunto de la identidad... Voy cerrando puertas que tengo la impresión de que quedaron abiertas o abriendo algunas que quedaron cerradas y deberían quedar abiertas. Es una historia autobiográfica en la que voy analizando al mismo tiempo cómo ha evolucionado la literatura, cómo ha evolucionado el periodismo y pongo sobre el tapete una dualidad que a mí me parece muy interesante, que es aquella que se da entre la novela digamos realista y la novela abstracta. Yo tengo la impresión de que ha ganado la batalla la pintura abstracta en el sentido de que la gente piensa que eres más inteligente si te gusta la pintura abstracta.
¿Tenía claro todo lo que quería contar de su vida con este libro o lo fue descubriendo y haciendo descartes según lo iba escribiendo?
Yo nunca sé a dónde van a parar mis historias, nunca sé lo que va a pasar en la página siguiente , ni siquiera sé cómo va a terminar el libro. Escribo para saberlo. Lo que pasa es que la experiencia me dice que quizá una parte de mí, en el inconsciente, sí debe saberlo, porque luego misteriosamente todo encaja.
¿Y escribe del tirón o tiene una rutina establecida?
Escribir una novela es como ir a la oficina todos los días. Entre las seis y las ocho de la mañana me dedico a aquello que es más personal, si tengo una novela, a la novela. Y luego ya desayuno, me voy a caminar, y cuando vuelvo, me dedico más al periodismo y las tardes, en general, las dedico a la lectura.
Tanto en el libro como en la realidad, el protagonista nace en la dictadura y vive en democracia, ¿cómo le marcaron esos años?
Haber vivido toda la adolescencia y parte de la juventud en la dictadura influye. En mi generación teníamos, pese a todas esas penurias, una seguridad que nos aliviaba de ellas, que era la seguridad de que íbamos a mejorar. Sabíamos que Franco se moriría, que conquistaríamos la democracia y que viviríamos mejor que nuestros padres. Nací en una época oscura, pero desde aquella oscuridad se veía la luz al final del túnel. Yo lamento que hoy los jóvenes no puedan decir que las cosas les van a ir a mejor, porque no es cierto. Cada generación debería salir a un mundo con la idea de que su vida va a ser mejor que la de sus padres.
¿Con este libro tiene la sensación de que se despide la literatura?
No, mientras la cabeza me funcione y tenga fuerzas, de la literatura no me despediré. Yo no concibo la vida sin leer y sin escribir. Si a mí me dijeran «de las dos cosas a las que te dedicas, que son leer y escribir, solo puedes elegir una», elegiría la lectura, porque leer es un modo de escribir. Cuando uno lee un libro lo está reescribiendo. No querría vivir un momento en el que ya yo no pudiera leer o la lectura ya no fuera un placer para mí.
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