Entrevista | Carla García Directora del Centro de Inserción Social Carmela Arias y Díaz de Rábago
«Las sociedades más seguras no son las que más personas encarcelan, sino las que mejor saben reinsertar»
La directora del Centro de Inserción Social Carmela Arias y Díaz de Rábago, Carla García, defiende que «las sociedades más seguras no son las que más encierran, sino las que mejor saben reinsertar», por eso apuesta por las segundas y terceras oportunidades

Carla García, en la entrada del Meliá María Pita. | Casteleiro/Roller Agencia
La directora del Centro de Inserción Social Carmela Arias y Díaz de Rábago (CIS) de A Coruña, Carla García, participó este jueves en unas jornadas sobre las penas y medidas alternativas, en el que entidades, pero también ayuntamientos y penados, hablaron de su experiencia con estas condenas que se cumplen en un régimen abierto. En A Coruña se concentra el 43% de las personas de toda Galicia que responden a sus penas con medidas alternativas a la privación de libertad, García defiende que, «aunque nadie puede volver atrás y tener un nuevo comienzo, todos y todas pueden empezar desde ahora y tener un nuevo final».
¿Cuántos internos hay en el Centro de Inserción Social de A Coruña y cuánta capacidad tiene?
Nosotros preferimos llamarlos residentes, para no usar los mismos términos que en prisión. Tenemos unos 120. El lleno total sería 300, pero la convivencia no sería fácil. Como estamos, estamos genial, lo óptimo es un máximo de 150, igual que en los centros ordinarios. Tenemos 120 personas en libertad condicional y 90 con medios telemáticos, que son personas que siguen vinculadas al CIS porque vienen a hacer seguimiento o tienen que presentarse periódicamente en el centro.
En los centros penitenciarios, la población ha disminuido con el paso de los años, ¿también en los CIS?
Se mantiene bastante estable, en el de A Coruña podemos tener 20 arriba o abajo, pero no hay grandes variaciones. Los centros ordinarios tuvieron una bajada muy acusada hace unos años y ahora parece que también está estable.
Al CIS, ¿por qué se llega?
Se puede llegar de dos maneras. Si tienes que cumplir una condena inferior a cinco años y respondes a una serie de requisitos, como que no tengas una trayectoria delictiva, que tengas trabajo, que tengas apoyo familiar, que tengas una serie de circunstancias que puedan favorecer que cumplas tu condena íntegra en medio abierto. Si es así, lo solicitas y el equipo del CIS valora tu situación. Se da mucho en condenas cortas, de menos de un año, que mucha gente pasa a cumplirla directamente en el CIS. Permite que esa persona cumpla su pena, pero no rompe sus lazos con la familia y no pierde su trabajo.
¿Y la otra manera?
La otra es que estés cumpliendo condena en un centro ordinario, como Teixeiro, y hayas evolucionado a nivel penitenciario, que hayas hecho lo que tenías que hacer y que tú pidas y que los profesionales te propongan para pasar la última fase en un tercer grado, que es un régimen de semilibertad.
¿En el CIS pueden entrar penados por cualquier delito?
Sí, aunque no directamente. Si son delitos muy graves, las condenas van a ser superiores, pero pueden llegar al CIS después de haber pasado por un centro ordinario. Llega un momento, incluso para los delitos más graves, en el que los condenados tienen que hacer ese trabajo, porque la pena avanza y van a tener que reinsertarse en la sociedad. Además, ese proceso es mejor que se haga de manera gradual y no pasar de estar quince años metido en un centro ordinario y verte de repente en libertad. Eso es desastroso. Hemos visto personas que se han pasado un montón de años en prisión y, de repente, no sabían lo que era un smartphone. La vida avanza, pero dentro de prisión no lo hace al mismo ritmo. Una vez que la persona ha cumplido determinados años de condena, que ha hecho sus programas específicos de tratamiento, que ha salido con varios permisos y ya ofrece una confianza de que responde adecuadamente, los profesionales le proponen un tercer grado para trabajar la última parte de su condena en semilibertad.
No es para todo el mundo, entonces, es un régimen estricto.
La oportunidad se le da a todos y a todas. Sí que es cierto que no es fácil, aunque yo creo que es más difícil estar en un centro ordinario. Lo que pasa es que allí es todo cuadriculado y no hay margen. Aquí se apela más a tu responsabilidad porque se deposita en ti una confianza y si tienes una hora para volver, no es la que tú quieras, tiene que ser la que te dicen porque sigues cumpliendo una condena. El medio abierto no es un concesión ni un premio, sino que es un modo de cumplimiento de condena con todas las garantías jurídicas, que cree en la capacidad de las personas para transformarse cuando se les dan los recursos adecuados. Es un trabajo invisibilizado, pero incluso a nivel económico, al Estado le resultan más rentables las penas alternativas que las privativas de libertad. El medio abierto evita el estigma de la prisión y favorece una reinserción más realista y efectiva.
¿Y si no cumplen, van a la cárcel?
No se regresa inmediatamente porque hay que dar oportunidades. No es fácil pasar de estar años en prisión a tener que administrarte tú tu libertad, retomar a tu familia con la que a lo mejor los lazos están rotos, buscar un trabajo, abordar tu problemática de drogodependencia o lo que tengas. Llegas a la semilibertad, que parece algo muy bonito, y lo es, pero se juntan muchas cosas. El nivel de trabajo de la persona individual es muy alto y el nivel de exigencia también. A veces hay fallos, pero tratamos de acompañarles para que se vayan adaptando a esta nueva situación y que su proceso de reinserción sea exitoso.
Los CIS cuentan con muchos programas, ¿en A Coruña se desarrollan todos o solo unos pocos?
Todos los que sean necesarios. No solo hacemos programas grupales, también hacemos una intervención individual. Lo bueno que tiene el CIS es que tenemos recursos comunitarios. A una persona con problemática de drogodependencia, por ejemplo, además de hacerle nuestro seguimiento con nuestra psicóloga, la derivamos, por ejemplo, a ACLAD. Trabajamos en el ámbito penitenciario pero también en comunidad, que además es lo deseable, que todo lo que pueda hacer la persona en comunidad no lo haga dentro. Porque es de lo que se trata, de trabajar su vuelta a la sociedad.
Algunos programas son por delitos muy graves, desde pornografía infantil a violencia de género, delitos de odio...
Esos y muchos otros. Favorecemos que los que no tienen los estudios básicos los terminen, pero ya fuera. Nuestros residentes pueden matricularse en un centro para adultos, en la universidad, en un centro de formación profesional, donde ellos quieran. Les facilitamos que hagan cursos de formación profesional para adquirir una cualificación laboral, que se saquen el carné de conducir si no lo tienen, hacemos un montón de actividades a nivel cultural, voluntariado...
Desde fuera, podemos pensar que las personas que cometen cierto tipo de delitos, como violencia de género, es imposible que cambien, ¿ha visto cambiar a muchos?
Por supuesto, claro que la gente cambia. Si no, ya no habrían llegado probablemente ni al tercer grado. En esos delitos más graves vienen con un programa específico de tratamiento que dura un año y pico, todas las semanas, con sesiones intensivas. Ese trabajo viene hecho ya del régimen ordinario y son programas de corte cognitivo-conductual donde se trabajan aspectos como las distorsiones cognitivas que tienen, los mecanismos de defensa que utilizan, las dificultades que tienen para regular sus emociones, para identificarlas, o sea, se hace un trabajo profundo a nivel psicológico y por supuesto que hay cambios, claro que los hay. Es importante, además, que puedan aplicar lo que aprenden en los programas en un contexto real.
Hubo modificaciones en las leyes que hicieron que más penas se cumpliesen fuera de la cárcel, ¿se necesitan más para que vayan más personas al CIS y menos a los centros penitenciarios?
No, yo creo que está muy bien enfocado. Las reformas hicieron que cada vez se abriese más el abanico de delitos que podían entrar en ese cajón de las medidas alternativas y la instrucción de 2021 de la Secretaría General fomentó que la gente pudiese, bajo determinadas circunstancias, ingresar directamente en los CIS y no pasar por un centro cerrado.
¿Por qué no es siempre la cárcel la mejor opción?
Las prisiones son muy necesarias y, además, se hace un gran trabajo en ellas también a nivel de tratamiento y de rehabilitación. No son siempre la mejor opción porque estás rompiendo los lazos, te privan de tu libertad, te encierran en un centro y tú no puedes contactar con tu familia cuando quieras, ni hablar con quien tú quieras. La sociedad vincula la justicia penal exclusivamente con la cárcel, pero está demostrado, no solo aquí sino en otros países europeos, que las sociedades más seguras no son las que más encierran sino las que mejor saben reinsertar.
Pero desde el punto de vista de la víctima, por ejemplo, de una violación, saber que su agresor está fuera y puede reincidir no debe ser fácil.
Se dan muy pocas veces por suerte y por el trabajo que se hace. Hay fracasos, no solo la reincidencia en casos de violación. Mantenerse en abstinencia es complicado si tienes las sustancias al alcance de la mano. Cuando pasa, nosotros lo sufrimos con disgusto y con cierta frustración porque es que es un montón de manos tendidas, de trabajo que se hace y que se pierde en un momento. Pero hay que tratar de reconducirlo. En un delito grave hay que volver a empezar, pero en otros casos, hay que ver qué ha pasado, si está relacionándose con quien no debe y hay que darle a esa persona herramientas para coger otros caminos.
¿Cómo es el día a día en el CIS?
Es bastante similar a un centro ordinario en cuanto a los horarios, de levantarse por la mañana, bajar a desayunar, hay recuentos, hay una asamblea todos los días a las nueve de la mañana y unas horas de comida, unas horas que hay que estar en las habitaciones... En el CIS hay actividades todos los días, terapéuticas, culturales, formativas. Lo que intentamos es que todo el mundo esté haciendo algo útil, es decir, o estás formándote, o estás en un programa de tratamiento, o estás en una actividad cultural, o estás fuera porque has conseguido un trabajo, porque estás cuidando de tus hijos... Es mucho más dinámico que una prisión. Aunque tenemos horarios, los flexibilizamos para facilitarles la reinserción, por ejemplo, no vamos a decirle a alguien que no puede aceptar un trabajo porque entra a las siete de la mañana.
Y después tienen a los usuarios que no residen en el centro, pero que cumplen condena igualmente en el centro.
Sí, vienen, hacen su programa de tratamiento y siguen trabajando y con su familia.
En este caso tienen los trabajos en beneficio de la comunidad, ¿qué le puede tocar hacer a una persona que cumpla condena de esta manera?
Pueden tocarte tareas de limpieza, de jardinería, labores auxiliares en materia de protección civil, en una protectora de animales... En A Coruña contamos con la colaboración de 182 entidades, de las cuales, 87 son ayuntamientos, que ofertan 853 plazas de tareas de utilidad pública para asumir las 4.089 medidas alternativas gestionadas en la provincia en el último año. Siempre son labores en las que puedan echar una mano y de las que se beneficie la sociedad.
¿Por qué las personas que cumplen una pena alternativa tienen un grado de reincidencia menor que las que lo hacen en régimen cerrado, un 6% frente al 13%?
Es un conjunto de varios aspectos. Evidentemente, son delitos leves o menos graves, pero yo creo que es una fórmula muy efectiva, aunque no vale para todos los casos. En los que vale, el éxito es mayor, porque hay menos que reconstruir, porque no estamos rompiendo con todo. Vas a dar respuesta a tu sanción penal, pero vas a poder seguir trabajando, vas a poder seguir cuidando a tu familia. Ellos valoran esa oportunidad, porque son conscientes de que han estado a punto de ingresar en prisión. Saben que se juegan mucho, porque si fallan acabarán privados de libertad.
¿Si hay condenas anteriores o si ya han fallado en el cumplimiento de una pena alternativa, pueden optar de nuevo a este modelo?
En principio, el requisito es que sean primarios, es decir, que se a su primera vez, pero sí que es cierto que luego los jueces y juezas valoran con su criterio. A veces no son primarios pero el otro delito que han tenido es ya muy antiguo, ven que la persona está en buen momento, que tiene trabajo, que tiene responsabilidades familiares y deciden aplicárselo igualmente.
¿Les ha pasado que llegue una persona a cumplir condena por un delito de hace cuatro o cinco años y que sea ya alguien completamente diferente?
Eso pasa, sí. Y lo tenemos muy en cuenta, porque, efectivamente, esa persona tiene que dar respuesta a esa responsabilidad. Pero si las circunstancias no son las que eran hace cinco o incluso diez años. Si la persona está bien y es un delito que puede cumplirse con medidas alternativas, pues es lógico no hacerle romper con todo diez años después, sobre todo, cuando fue algo puntual y no ha vuelto a delinquir.
¿Existe un perfil de usuario del CIS de A Coruña?
Los delitos que más tenemos son de violencia de género y delitos contra la seguridad del tráfico. Por supuesto, más hombres que mujeres, y de mediana edad, aunque hay jóvenes y también hay algunos de setenta u ochenta años, sobre todo en esos dos delitos. Residentes, actualmente, tenemos sobre diez.
¿Ha vuelto el residente que se escapó el otro día?
No, damos un margen prudencial de 24 o 48 horas y, si no aparecen, se les da de baja, se comunica a las fuerzas de seguridad y a las autoridades judiciales, quienes dictan una orden de busca y captura. No son cosas que pasen todos los días, en mis tres años aquí es, y espero que siga siendo, el único.
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