Entrevista | Alejandro Ruiz-Huerta Autor de 'Violencia, Compasión, Memoria' y superviviente de la matanza de Atocha
«Rememoro Atocha cada vez que hay violencia en el mundo»
La matanza de Atocha en 1977 marcó la vida de Alejandro Ruiz-Huerta, último superviviente de aquellos hechos y que desde entonces lucha en favor de la convivencia. Su libro Violencia, Compasión, Memoria, presentado este jueves en A Coruña, aboga por compadecerse incluso de quienes intentaron asesinarle.

Alejandro Ruiz-Huerta, último superviviente de la matanza de Atocha. | Carlos Pardellas
El libro que presenta se titula Violencia, Compasión, Memoria. ¿Cómo se compaginan estos tres conceptos?
El libro tiene su origen cuando se cumplió el 40 aniversario de la matanza de Atocha, de la que soy sobreviviente. Me planteé que tenía cosas que contar y me puse a trabajar en el tema de la violencia. Eso me llevó a la compasión, porque, entendida adecuadamente, es un antídoto contra la violencia. Entonces vinculé violencia, compasión y memoria, porque es lo que me ha llevado hasta aquí. Vuelvo a la misma historia, a hacer un viaje en torno a la violencia desde una perspectiva compasiva, porque me parece imprescindible que la ruptura con la violencia imponga la compasión.
¿Pero por quién se siente compasión?
Por todo el mundo.
¿Incluso por aquellos que provocaron la violencia?
Claro. Esto me lleva a plantear en el libro el estudio sobre lo que significa la Justicia, no la retributiva sino la restaurativa, que implica, de alguna forma, aceptar que por muy asesinos que fuesen los de Atocha, son personas que tienen una serie de derechos en un Estado democrático de derecho. Es algo a lo que siempre he dado vueltas, reconocer y respetar a mis propios asesinos. Por supuesto que los asesinos de Atocha son lo que son, no les voy a cambiar, pero de alguna forma necesito transmitirles mi respeto en cuanto que son humanos. Todo esto se invoca en la historia de la memoria, en reconocer lo que pasa con la memoria de España hoy, que tiene infinidad de sitios donde escudriñar estas cosas.
Habla usted de memoria, pero en España hay quien se opone de forma radical a recordar el pasado político reciente.
Hay dos opiniones encontradas y yo creo que no es un problema puramente político, sino de humanidad, porque es evidente que hay más de 100.000 familias que todavía están buscando a sus seres queridos desaparecidos. Esa perspectiva implica llegar a una alternativa suficientemente común de lo que ha sido nuestro pasado colectivo. Todos nos damos cuenta de que por mucho que demos vueltas a las cosas, somos un mundo dividido pero tenemos la posibilidad de entendernos y eso es lo que planteo en el libro, la esperanza.
Han pasado casi 50 años de los asesinatos de Atocha. ¿Cree que sigue vigente el impacto que causaron en la sociedad española?
He estado muchísimo tiempo dedicado a trabajar en los institutos de media España donde me han llamado y he tratado de transmitirles a los chavales lo que significó aquello, que fue un error garrafal de la extrema derecha. Sé que en la realidad la gente empieza a estar muy lejos de todos esos planteamientos, pero el mío sigue siendo trabajar por la memoria democrática, por imbuir a la gente que el trabajo de la memoria democrática no es ir contra nadie, ni tener rencor, ni reventar a nadie sino que es un trabajo puramente humanitario. Mientras haya una sola persona en este país que necesite reconocer a la gente que murió hace 80 años y que no ha conseguido hacerlo todavía, merece la pena seguir trabajando por la memoria democrática. Además la matanza de Atocha fue un acontecimiento con un impacto en la sociedad impresionante.
En aquel momento no se sabía cuál iba a ser la reacción de los demócratas. ¿Llegó a estar el proceso democrático en peligro?
Creo que se puso en peligro la propia democracia. Se le ha llamado la semana negra, desde el 24 al 31 de enero de 1977, de la Transición española. A partir precisamente de la reacción de todos los que estuvieron en el entierro de mis compañeros, bastantes de ellos del Partido Comunista de España, se consiguió aplacar las cosas, reconocer que el Partido Comunista no tenía rabo entre las piernas, que ni era violento, ni burro, ni tonto, sino que era otra cosa distinta. Todo eso sirvió muchísimo para la reconciliación de la sociedad española. Lo que pasa es que tenemos mucho por hacer todavía.
¿Cree que aquello facilitó la legalización del Partido Comunista posteriormente?
Me han hecho esa pregunta infinidad de veces y siempre digo lo mismo. Creo que la legalización del Partido Comunista era una cosa cantada. Hubiera ocurrido o no lo de Atocha. Por lo tanto, creo que su importancia en la legalización del PCE es menor.
¿Qué siente cuando ve hoy la actitud de la extrema derecha en España? ¿Siente temor porque puedan volver a producirse acontecimientos violentos?
Yo rememoro Atocha cada vez que hay violencia en el mundo, no solo en España, sino en todo el mundo. Estoy permanentemente en tensión, parcialmente por lo menos, recordando que las cosas pueden saltar de repente. La violencia es una cosa imparable desde el punto de vista emocional. Es muy difícil controlarla. Es muy difícil echarse atrás de ella. Pero es verdad que todavía estamos en un tiempo muy negativo y no solo en España, sino en todo el mundo. Hay un incremento de las acciones violentas y de la extrema derecha, lo que es muy lamentable desde mi punto de vista. Me recuerda en parte a los asesinatos de Atocha, pero creo que se puede reconocer también si pensamos desde el corazón que hay que hacer las cosas para todos. Que la compasión no es solamente compadecerte del mal ajeno, sino también aceptar a todos como nuestros otros, lo que podría cambiar las cosas.
Hay quien ve la Transición como un periodo idílico y otros como una claudicación ante la dictadura.
Atocha ocurrió en lo que yo llamo el umbral de la Transición. Ese mismo día se estaba realizando una reunión del presidente Suárez con la oposición democrática y estaba el camino abierto. En el juicio se demostró que los asesinos eran pistoleros al servicio del sindicato vertical del transporte que querían remover lo poco que teníamos de Transición. Probablemente tenga más sentido hablar de que la Transición empieza o bien la despedida a los compañeros muertos en Atocha tres días después o bien el 15 de junio del 77 cuando se producen las primeras elecciones democráticas. Un tiempo de espera, de ir viendo si las cosas funcionaban o no. Creo que ponerse en los extremos siempre es malo, hay que reconocer que hubo cosas que se hicieron mal y otras que se hicieron bien. La cosa estaba muy difícil y fue un periodo del que ni siquiera los historiadores están de acuerdo en reconocer dónde empieza y dónde acaba. La extrema izquierda española sigue hablando del régimen de la Transición, el régimen del 78, con lo que no estoy de acuerdo porque me recuerda al franquismo y no tiene ningún sentido porque la Transición era realmente hacia la democracia.
- A Coruña aprueba los festivos locales para 2026: así queda el calendario laboral
- Las religiosas de María Inmaculada venden su sede de A Coruña al impulsor del Hotel Hilton y Marineda
- El Morriña Festival ya tiene horarios y anuncia un concierto gratuito para el sábado
- La ubicación de la Feria del Libro de A Coruña y Mostrart cambia por las obras
- De la barra del Chaflán a una lona en la plaza de Lugo para simbolizar la unión entre Estrella y el Dépor
- Cambios en la estación de bus obligan a modificar el acceso a la intermodal
- Nuevos alquileres en Xuxán: 36.000 euros y 700 al mes
- El Ayuntamiento blinda el uso dotacional del edificio de las Inmaculadas tras su venta al impulsor del Hilton en A Coruña