La nueva vida del parque de Santa Margarita: "Es raro el fin de semana que no venimos a pasar el día"

Nuevos coruñeses llegados en su mayoría de diferentes países de Sudamérica han logrado recuperar el ambiente del parque más antiguo de la ciudad, para el que los vecinos exigen mejoras en limpieza y mantenimiento del mobiliario y de las zonas verdes. El Concello prepara una reforma de 800.000 euros

A Coruña

Lo de madrugar para coger sitio en los merenderos del parque de Santa Margarita se ha convertido en un rutina para muchos coruñeses que optan por aparcar un poco la playa y pasar el día en este céntrico enclave natural, en especial los fines de semana. Al cruzar la entrada principal, uno puede encontrarse desde un cumpleaños hasta gente jugando la partida, voleibol y hasta una comunión. Todas las opciones son posibles. Y es que los nuevos coruñeses, llegados en su mayoría de diferentes países de Sudamérica, son los que han revivido el parque más antiguo de la ciudad, con cerca de 100 años de historia.

«Nos gusta festejar fuera, y este parque es bellísimo», asegura Danelis, que llegó a A Coruña hace cuatro años desde Venezuela, y prepara un cumpleaños sorpresa en el parque junto a su amigo Estarlin, natural de República Dominicana, que lleva un año en la ciudad. «Está muy cerca de nuestra casa, y aquí estamos más fresquitos que en la playa. Es un lugar perfecto para pasar el día», señala Danelis, que reconoce que es «raro» el fin de semana que no va a pasar el día allí con sus amigos.

Otros como Fabiana y José, naturales de Venezuela, llegaron al parque por primera vez recomendados por sus amigos Joseline y Giacomo, que llevan un par de años viviendo en la ciudad, y son «fans» del paraje. En el caso de Lucía, natural de O Porriño, regresó a la ciudad para celebrar su despedida de soltera. «Estudié aquí y comer en Santa Margarita era una opción genial por el calor que hace», reconoce la novia.

"Llevamos 50 años viniendo cada día"

María, Teresa y Asunción son, en palabras de las propias coruñesas, «las veteranas del parque». María sostiene que llevan 50 años yendo cada día a Santa Margarita, su «parque de referencia». Las tres viven cerca, y suelen ir cada tarde a jugar la partida porque es su momento de «desconexión».

Teresa dice que crio a sus hijos y a sus nietos en el parque, y que ha visto su evolución desde el inicio. «Está bastante abandonado si lo comparamos a hace unos años, porque las mesas y la vegetación necesitan mantenimiento y limpieza», indica la coruñesa. En este sentido, el Concello coruñés sacó a licitación obras de mejora y rehabilitación en el parque por 827.000 euros el mes pasado, un concurso al que se han presentado seis empresas.

Pablo, coruñés «de toda la vida», añade además que deberían vigilar más la zona contratando a personal de seguridad. Y es que, a pesar de que el parque rezuma celebración y «buen rollo», también hay una zona ocupada por personas sin hogar que han hecho de una parte del parque su pequeño refugio. «No es culpa de ellos, pero deberían darles soluciones sociales por el bien de todos, porque este no es el sitio», dice Pablo.

Lo peor: los kioskos cerrados

Pero los coruñeses que frecuentan Santa Margarita coinciden en que lo peor es que los antiguos kioscos permanezcan cerrados. «Echamos de menos poder tomar algo», reconoce Teresa, que dice que tener ese servicio a mano les «daba la vida». «Todos los parques tienen este servicio, debemos de ser de los pocos que nos quedamos sin él», afirma Pablo, que suele llevar su propia comida para pasar el día con su hija y con su sobrina.

Pero también hay gente de paso paseando a sus perros y familias que llevan a sus hijos a la zona de juegos, además de los deportistas que apuestan por el aire libre, sea verano o invierno. «Llegué de Colombia hace dos años y desde entonces vengo casi todos los días a entrenar porque no me gusta nada meterme en un gimnasio, aquí disfruto de la naturaleza», dice Eduardo, que cree que poder hacer deporte en un enclave así es «un privilegio». Afirma que allí ya se conocen todos, y que cada uno tiene su zona. «Unas chicas vienen cada día a hacer yoga justo al lado de la zona de ejercicios de fuerza», señala el colombiano.

Justo y su madre Inés van los sábados al parque a tomar un té o un café que llevan desde casa desde hace años. «Cada vez hay más gente y estamos encantados, porque hasta no hace tanto estaba más abandonado, aunque es un parque de referencia en A Coruña», dice Justo, que cree que los kioskos relanzarían aún más el enclave.

Los que también abandonaron el nido hace casi una década fueron los patos del estanque, que fueron trasladados al centro de interpretación de aves de Outeiro de Rei para darles una vida mejor. Y, aunque los que los recuerdan, como María, Teresa y Asunción, los echan de menos, también reconocen que es «un gusto ver que la cosa no se ha muerto y que vemos a gente joven que está dando vida al parque de nuevo», indica María, que espera que «las autoridades se encarguen de mantenerlo muchos años más».

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