Gerardo Porto, el artista que pintaba hasta en los manteles
A Betti Porto Le Blanche le emociona ver, condensados en las paredes del Kiosco Alfonso, los últimos 30 años de las obras de su marido. Este sábado acudió a la clausura de la exposición ‘Gerardo Porto 1925-2025’, en el Kiosco Alfonso

Lilian y Sabine, nietas de Gerardo Porto, Cristina (hija), Betty Porto Le Blanche (viuda), Isabel (hija) y su marido Frank Despomare, con las bisnietas del artista, Petra y Thalía, este sábado, ante el Kiosco Alfonso. | Carlos Pardellas
«Estos cuadros los vi nacer yo en mi casa», decía este sábado por la mañana Betty Porto Le Blanche, la viuda de Gerardo Porto al reencontrarse con la obra que su marido realizó en sus últimos treinta años de vida. Para Betty, que asistió a la clausura de la exposición Gerardo Porto 1925-2025, que se puede ver hasta este domingo en el Kiosco Alfonso, reencontrarse con estos cuadros es como abrir un álbum de fotos que la devuelven a momentos de su vida, como cuando fue con su marido al ballet El lago de los cisnes, en Londres y, después, él plasmó en una vajilla algunos de los momentos de aquella cita. Betty recuerda a su marido siempre con algo entre las manos, sobre todo, con un lápiz y un papel en los que tomaba notas que, después, se convertirían en obras de arte. «En un concierto de guitarra que hizo nuestro hijo, no paraba de apuntar en un papelito. Al llegar a casa hizo un cuadro precioso. ¿Cómo lo hacía? No lo sé. Tenía una genialidad terrible», confiesa Betty sobre el que fue el amor de su vida.
«Hace unas semanas estábamos mi hermana y yo en el Gasthof, había un camarero ya mayor, le preguntamos si se acordaba de mi padre y nos dijo que sí, que era el que siempre pintaba en los manteles y que, muchas veces, en la cocina decían que les gustaría llevarse a casa esos dibujos», comenta su hija Isabel Despomare Porto, quien recuerda a su padre como un enamorado de su ciudad.
«Un día llegó a la habitación y me dijo: ‘Mira qué voy a hacer en A Coruña’. Era un cartón pequeño, en el que había pintado el Milenium. Fue su primera ilusión. Después, empezó a hablar con Holanda y con los constructores y con la gente de aquí para hacerlo y yo lo tengo en casa. Es increíble», relata Betty, que recorrió «mucho mundo» junto a su marido y sus hijos, aunque en las vacaciones de verano era obligatorio visitar A Coruña. Su impronta se puede ver todavía en la ciudad no solo en el gran obelisco sino también en Club del Mar de San Amaro y en el centro cívico de San Diego.
Tanto para Betty como para sus hijas, esta exposición es una oportunidad de reencontrarse con obras a las que les habían perdido la pista porque muchas de ellas fueron adquiridas por particulares y no volvieron a cruzarse en sus caminos. El comisario de la exposición, junto a Isabel Despomare, Pedro Vasco, destaca que consiguieron reunir 120 pinturas y que Porto trabajó «muchísimo» a lo largo de su vida, tanto en sus cuadros como en la televisión holandesa, realizando decorados como, después, aplicando su arte a materiales insospechados, como una sopera, abanicos o joyas.
«Si Gerardo viese esta exposición estaría orgullosísimo», sentencia Betty, que recuerda que la segunda vez que se vio con Porto él le dijo en francés que ella sería «la madre de sus hijas». En aquel momento, no le creyó, pero el tiempo le dio la razón. Se habían visto el día anterior. Ella salía de trabajar del laboratorio de penicilina con una compañera y él andaba con un amigo, se cruzaron y empezaron a hablar. Era la primera vez que Betty veía de cerca a un español. Recuerda que estuvo a punto de no acudir a esa cita, incluso, que casi se va, porque a Porto le confundió la vegetación que había en un canal y se metió con la bicicleta al agua. «Me pidió que le esperase, que se iba a cambiar de ropa, yo me iba a marchar, pero escuché que un hombre le decía que se le caía el pasaporte, así que, le esperé para dárselo», recuerda. A partir de ahí, toda una vida juntos de la que son testigo sus cuadros.
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