El comercio de A Coruña florece en Monte Martelo: «Este es un vecindario maravilloso»
El barrio naciente de la ciudad incorpora nuevos negocios que cubren las necesidades que los vecinos llevan años demandando

Chus, Álex y Giovanna, en el Eche o que hai. | | CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA
«Había quien decía que esto era un barrio apartado, que no iba a tener gente, pero todo lo contrario», cuenta Chus Pereiro, tras la barra del bar Eche o que hai, entre O Martinete y O Birloque.
El establecimiento está a punto de cumplir el año en funcionamiento tras la nueva vida que Chus y su familia le dieron al que, durante 30 años, fue el Mesón O Birloque, que durante su etapa anterior pilotaron sus tíos. Cuando estos los cerraron por jubilación, ella no dudó en dar el paso de tomar las riendas, aunque, confiesa, no sin ciertas dudas iniciales. «Empecé con mucho miedo, con 20 o 30 menús. Ahora estamos en cincuenta y pico, 60 o, a veces, hasta 70. Estamos muy contentos», cuenta la hostelera.
Antes de abrir, dio un «pequeño lavado de cara» a las instalaciones, que no han perdido su pátina de bar de toda la vida; la misma que lleva, a sus clientes, a elegirlo para comer a diario. «Decidimos cambiarle el nombre porque esta calle no se sabe bien si es O Birloque u O Martinete, y queríamos darle un toque distinto», explica.
En sus mesas recalan trabajadores de la zona, pero también operarios de Pocomaco, Agrela o incluso desde el Hospital, que acreditan que eso del «barrio apartado» no es más que un prejuicio. «Este barrio puede tener algún tipo de mala fama, pero la gente es formidable, el vecindario es una maravilla. La gente es mucho de bar, muy de barrio y de aldea, de toda la vida. Nos conocemos todos», concluye.
«El comentario más escuchado es: ‘Por fin ya no hay que coger el coche’»

Cristina Castromil, Ana Pérez y Oneyda Peña / Casteleiro / Roller Agencia
Hace algo más de tres meses abrió la primera farmacia del barrio, que lleva el nombre de su propietaria, Cristina Castromil. Un servicio esencial con el que la zona no contaba: hasta ahora, a los vecinos les quedaba echar una caminata o ponerse al volante para adquirir sus medicamentos. «La verdad es que estamos encantadas. El comentario más escuchado, desde el primer día, es: ‘Por fin ya no hay que coger el coche para ir a la farmacia’. La acogida ha sido buenísima desde el primer día», cuenta Cristina Castromil, que decidió mudarse desde la botica de la calle Juan Montes para apostar por un barrio en expansión.
Ahora despacha desde la calle Mendaña Neyra, frente al recinto ferial de Expocoruña y en un punto importante de intersección entre los barrios. Su farmacia, con ello, pasa a formar parte de esos servicios esenciales, los del día a día, que poco a poco va incorporando la zona. La botica, reformada con estética industrial y de hormigón, se fusiona con el barrio hasta en la estética. «La gente es encantadora, la verdad. Precisamente, vimos que en este barrio había mucha gente, mucho movimiento de coches. Al final, es un barrio dormitorio casi, pero tiene muchos servicios grandes, como Mercadona, Carrefour, un polideportivo, y muchas oficinas, pero no tiene negocios pequeños del día a día. Ese fue un poco el motivo de abrir aquí», explica.
«Ya nos sentimos como de la familia del barrio»

Miguel Muiños y Blanca Ortiz, en A Cruzeña / Casteleiro / Roller Agencia
A Cruzeña es la fusión entre Miguel Muiños y Blanca Ortiz, sus propietarios: cruceña como ella, natural de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), y con el artículo que lo precede en gallego, de donde es él. Juntos dirigen el bar A Cruzeña desde el año pasado. Situado en la calle Mendaña Neyra, ya es parada obligada para los trabajadores por la mañana, vecinos por la tarde e itinerantes que acuden a conciertos en el Coliseum o eventos en Expocoruña a cualquier hora. «Yo tenía una panadería en Santiago, y, cuando conocí a Blanca, que ya trabajaba en hostelería, empezamos a pensar en el tema. Nos gustó la zona y la gente, y nos lanzamos», relata el matrimonio.
Aunque ahora ya cuentan con una clientela fidelizada y viven tiempos de bonanza, confiesan que los comienzos, como suele ocurrir con quien se lanza a emprender, no fueron del todo fáciles. «Por la mañana funcionaba, pero por la tarde no tanto. Nos supuso mucho trabajo, los primeros tres meses después de abrir, por la tarde estábamos aquí solos. Ahora estamos muy contentos con los vecinos y con la gente», cuentan.
Poco a poco y con esfuerzo en darse a conocer y diversificar la oferta, las mesas que antes ocupaban los trabajadores de las oficinas colindantes por la mañana, se fueron llenando, también, de residentes por la tarde. Como bien indica su rótulo —café y más— A Cruzeña es cafetería, pero disponen también de tapas y raciones en su oferta, lo que la convierte en una opción para cualquier hora del día. También en su caso, la unión vecinal sirvió, en cierto modo, de trampolín para crecer. «Estamos agradecidos con la asociación Monte Martelo porque nos ayudaron mucho. Hay más cosas desde que ellos empezaron a moverse. Ellos nos apoyan y nosotros les apoyamos a ellos», explican.
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