Monte Martelo, el barrio naciente en A Coruña

O Martinete, As Rañas, Someso, O Birloque, A Cabana y San Cristóbal comparten retos comunes. Ahora se constituyen como asociación conjunta para ayudar a que el barrio crezca y mejore en infraestructuras y zonas verdes. En paralelo, en el barrio han abierto nuevos negocios que dan dinamismo a la zona

Vecinos, este sábado por la tarde, en las fiestas de Monte Martelo. |  Germán Barreiros/Roller Agencia

Vecinos, este sábado por la tarde, en las fiestas de Monte Martelo. | Germán Barreiros/Roller Agencia

A Coruña

Monte Martelo no es un barrio. Son cinco barrios en uno que quieren romper un muro invisible: el que les separa de la normalidad de una ciudad, a cuya trama urbana quieren pertenecer con todos los derechos. Vecinos de O Martinete, As Rañas, O Birloque, Someso, A Cabana y San Cristóbal han resuelto ir superando los retos que unen a las cinco zonas a través de la unión asociativa.

Lo que empezó como una Revolución Vecinal para luchar contra desafíos comunes, como el peligro de las carreteras provinciales que atraviesan el barrio o la carencia de zonas verdes, acaba de constituirse formalmente como asociación Monte Martelo. Un ente que aúna los intereses de todos y pone el foco en las infraestructuras, de lo coyuntural a lo estructural: de pequeñas deficiencias urbanas, como la falta de bancos o papeleras, a grandes proyectos como el Parque Ciudad. «Quizás la ciudad todavía nos ve como algo medio rural. Nuestro gran lastre es el abandono de terrenos y edificios por parte de la propiedad, y, sobre todo, de la Sareb. Otro gran lastre que tenemos son las carreteras de la Diputación», cuenta el presidente de la asociación, Amar Basic. Como parte de sus primeras acciones antes de constituirse formalmente, la asociación llamó la atención sobre el peligro que suponen para la población de la zona las vías provinciales 3004 y 512. «En cualquier otra ciudad serían avenidas importantes, estructurarían el barrio, pero el peligro es inmenso No hay aceras ni pasos de peatones, y los coches pasan a 80 por hora. Sumamos 13 incidentes en el paso inferior junto al depósito de vehículos», lamenta Basic.

El Parque Ciudad es otra de las pretensiones que actúa como «pegamento» de la asociación. Un proyecto llamado a suplir la carencia de zonas verdes y que permanece a la espera de fondos europeos. «El gran parque puede que tarde más en llegar, pero hay otros puntos a los que se puede dar movimiento, como el terreno vacío en la calle Mozart», propone Basic.

En paralelo a la consolidación de su movimiento vecinal, el barrio ha ido ganando dinamismo comercial. En el último año, son varios los negocios que han ido abriendo sus puertas en la zona. Entre ellos, la farmacia Cristina Castromil, o los negocios hosteleros La Cruzeña y Eche o que hai, que dan una nueva vida a un barrio que quiere, al fin, ser ciudad.

Amar Basic: «La gente no recuerda una inversión importante aquí desde hace 30 años»

Amar Basic, presidente de la asociación vecinal

Amar Basic, presidente de la asociación vecinal / Casteleiro / Roller Agencia

¿Cómo nace esta alianza vecinal de barrios?

Empezó a raíz de las carencias que había en la zona, y la necesidad de ponerse al día de cara lo que es hoy día una ciudad. Desde aceras que no había a falta de humanización, de mantenimiento o de mobiliario urbano, como bancos o papeleras.

¿Hace cuándo tiempo vienen notificando estas carencias?

Nosotros empezamos a movernos en 2023, y la gente no recuerda una inversión o una actuación importante del Ayuntamiento desde hace 30 años. Esta es una zona con mucha población, porque hay unos 5.000 habitantes censados en todo el área. Es una zona que está ya metida en la ciudad, entre Matogrande, Elviña y la Universidad, que hoy en día ya es ciudad. No se entendía que hubiera un barrio dentro de la ciudad con tantas carencias. Tiene un punto bastante positivo, que es la ubicación. Tenemos un montón de vías de alta capacidad que nos colocan en cualquier punto de la comarca muy rápido. Queremos potenciar las cualidades de la zona para sacarla adelante.

Cada zona tiene sus prioridades. ¿Qué les hizo constituirse como movimiento vecinal común?

Ya existía cierta unión. Aquí hay asociaciones que representan esta zona, y conversamos con ellas antes de crear nuestra asociación para ver si podíamos trabajar con ellos. Como no salió adelante, creamos Monte Martelo. Tenemos muy buena relación con las asociaciones que hay; pero nosotros nos centramos en la mejora de la infraestructura y en cómo hacer esas propuestas. Si llevamos 22 calles, vamos viendo qué les pasa y pensamos cómo atajamos ese problema. Así, si tenemos una reunión, llegamos con el problema y con la propuesta alternativa de mejora. La idea es ponerlo fácil. Es llegar y decir «mira, hemos hecho esto, la gente lo ha visto y está conforme». Así se acelera el trabajo, porque ponerse al día de los 40 años sin hacer nada es complicado. Sabemos que todo lleva tiempo, pero poco a poco lo vamos haciendo. Nos unía el tema de las carreteras de la Diputación, y también el Parque Ciudad, a ver si sale de una vez.

El parque infantil se les ha quedado pequeño. ¿Notan cierta sensación de crecimiento del barrio?

Sí. El hecho de que la zona se esté haciendo más visible creo que ayuda, o los eventos que estamos organizando, sirven para que la gente diga «este es un sitio en el que me veo viviendo». Los precios son quizás más asequibles que en el resto de la ciudad. Es una zona tranquila, donde, a pesar de las carencias que tenemos, la gente está a gusto. Yo no me quiero ir de esta zona. Podría decir «esto es un cristo de barrio y me voy a otro lado», pero aquí estamos todos contentos con cómo convivimos y con el entorno que tenemos. Es una zona a la que hay que ayudar a crecer. Hay muchos bajos todavía sin ocupar. Quizá esa es nuestra próxima tarea.

«Ya nos sentimos como de la familia del barrio»

Miguel Muiños y Blanca Ortiz, en A Cruzeña.

Miguel Muiños y Blanca Ortiz, en A Cruzeña. / Casteleiro / Roller Agencia

A Cruzeña es la fusión entre Miguel Muiños y Blanca Ortiz, sus propietarios: cruceña como ella, natural de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), y con el artículo que lo precede en gallego, de donde es él. Juntos dirigen el bar A Cruzeña desde el año pasado. Situado en la calle Mendaña Neyra, ya es parada obligada para los trabajadores por la mañana, vecinos por la tarde e itinerantes que acuden a conciertos en el Coliseum o eventos en Expocoruña a cualquier hora. «Yo tenía una panadería en Santiago, y, cuando conocí a Blanca, que ya trabajaba en hostelería, empezamos a pensar en el tema. Nos gustó la zona y la gente, y nos lanzamos», relata el matrimonio.

Aunque ahora ya cuentan con una clientela fidelizada y viven tiempos de bonanza, confiesan que los comienzos, como suele ocurrir con quien se lanza a emprender, no fueron del todo fáciles. «Por la mañana funcionaba, pero por la tarde no tanto. Nos supuso mucho trabajo, los primeros tres meses después de abrir, por la tarde estábamos aquí solos. Ahora estamos muy contentos con los vecinos y con la gente», cuentan.

Poco a poco y con esfuerzo en darse a conocer y diversificar la oferta, las mesas que antes ocupaban los trabajadores de las oficinas colindantes por la mañana, se fueron llenando, también, de residentes por la tarde. Como bien indica su rótulo —café y más— A Cruzeña es cafetería, pero disponen también de tapas y raciones en su oferta, lo que la convierte en una opción para cualquier hora del día. También en su caso, la unión vecinal sirvió, en cierto modo, de trampolín para crecer. «Estamos agradecidos con la asociación Monte Martelo porque nos ayudaron mucho. Hay más cosas desde que ellos empezaron a moverse. Ellos nos apoyan y nosotros les apoyamos a ellos», explican.

El comentario más escuchado es: ‘Por fin ya no hay que coger el coche’»

Cristina Castromil, Ana Pérez y Oneyda Peña.

Cristina Castromil, Ana Pérez y Oneyda Peña. / Casteleiro / Roller Agencia

Hace algo más de tres meses abrió la primera farmacia del barrio, que lleva el nombre de su propietaria, Cristina Castromil. Un servicio esencial con el que la zona no contaba: hasta ahora, a los vecinos les quedaba echar una caminata o ponerse al volante para adquirir sus medicamentos. «La verdad es que estamos encantadas. El comentario más escuchado, desde el primer día, es: ‘Por fin ya no hay que coger el coche para ir a la farmacia’. La acogida ha sido buenísima desde el primer día», cuenta Cristina Castromil, que decidió mudarse desde la botica de la calle Juan Montes para apostar por un barrio en expansión.

Ahora despacha desde la calle Mendaña Neyra, frente al recinto ferial de Expocoruña y en un punto importante de intersección entre los barrios. Su farmacia, con ello, pasa a formar parte de esos servicios esenciales, los del día a día, que poco a poco va incorporando la zona. La botica, reformada con estética industrial y de hormigón, se fusiona con el barrio hasta en la estética. «La gente es encantadora, la verdad. Precisamente, vimos que en este barrio había mucha gente, mucho movimiento de coches. Al final, es un barrio dormitorio casi, pero tiene muchos servicios grandes, como Mercadona, Carrefour, un polideportivo, y muchas oficinas, pero no tiene negocios pequeños del día a día. Ese fue un poco el motivo de abrir aquí», explica.

«Este es un vecindario maravilloso»

Chus, Álex y Giovanna, en el Eche o que hai.

Chus, Álex y Giovanna, en el Eche o que hai. / Casteleiro / Roller Agencia

«Había quien decía que esto era un barrio apartado, que no iba a tener gente, pero todo lo contrario», cuenta Chus Pereiro, tras la barra del bar Eche o que hai, entre O Martinete y O Birloque.

El establecimiento está a punto de cumplir el año en funcionamiento tras la nueva vida que Chus y su familia le dieron al que, durante 30 años, fue el Mesón O Birloque, que durante su etapa anterior pilotaron sus tíos. Cuando estos los cerraron por jubilación, ella no dudó en dar el paso de tomar las riendas, aunque, confiesa, no sin ciertas dudas iniciales. «Empecé con mucho miedo, con 20 o 30 menús. Ahora estamos en cincuenta y pico, 60 o, a veces, hasta 70. Estamos muy contentos», cuenta la hostelera.

Antes de abrir, dio un «pequeño lavado de cara» a las instalaciones, que no han perdido su pátina de bar de toda la vida; la misma que lleva, a sus clientes, a elegirlo para comer a diario. «Decidimos cambiarle el nombre porque esta calle no se sabe bien si es O Birloque u O Martinete, y queríamos darle un toque distinto», explica.

En sus mesas recalan trabajadores de la zona, pero también operarios de Pocomaco, Agrela o incluso desde el Hospital, que acreditan que eso del «barrio apartado» no es más que un prejuicio. «Este barrio puede tener algún tipo de mala fama, pero la gente es formidable, el vecindario es una maravilla. La gente es mucho de bar, muy de barrio y de aldea, de toda la vida. Nos conocemos todos», concluye.

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