Una carta de amor a A Coruña que se escribe a ritmo de jazz
Daniel Pérez presentó en Intersección su corto ‘A voz de todas as cousas’, en el que retrata un concierto en el Filloa y los sonidos de la ciudad

El director Daniel Pérez, en el exterior del Jazz Filloa. | Carlos Pardellas
Daniel Pérez filma como quien improvisa jazz: dejándose llevar por un contrabajo, una frase de Annie Ernaux o el sonido de su día a día. Nacido en Boiro, en 2019 se mudó a A Coruña para estudiar imagen y sonido. Al principio la ciudad le pareció oscura, extraña, pero pronto lo conquistó: «Se lo digo siempre a mis padres, esta ciudad me tiene completamente enamorado. Ellos siempre me dicen que ya no voy a volver».

El estadio de Riazor en uno de los fotogramas del corto. | Cedida
Su cortometraje A voz de todas as cousas se ha estrenado esta semana en el festival Intersección, en la sección Internacional. Pérez es el único gallego en competición, un detalle que le llena de orgullo: «Este festival tiene algo muy bonito, te acerca a obras que quizá no conocerías. Y estrenarlo aquí, en A Coruña, era lo único posible».
La película nace del jazz y de la amistad. «Si me tuviera que definir, es como retratista», explica. Retratar, para él, significa plantar su cámara en el Jazz Filloa y dejar que los músicos entren en cuadro. Uno de ellos, contrabajista y amigo de la infancia, lo introdujo en ese ambiente como quien comparte un vicio bueno. «Yo voy siempre, da igual quién toque. Ese primer bolo suyo en el Filloa era perfecto para grabar. Les propuse hacerlo y me dijeron que sin problema».
Hay en A voz de todas as cousas un concierto, claro, pero también hay una ciudad. Y un retrato íntimo que no es de los músicos, ni siquiera de Pérez: es de cómo suena A Coruña en su memoria. Los hinchas del Dépor en Riazor, el bullicio de la playa en verano o el sonido de los skates en la plaza de Pontevedra. Son esos sonidos, asegura, los que convierten un lugar en nuestro lugar. «Cada uno tenemos discos interiores. Sonidos que hacen que la ciudad sea nuestra».
Cuando cita influencias, no acude a directores de manual, sino a los libros de Annie Ernaux y a discos de jazz. «Me nutrí más de música que de cine. Trabajo de una forma muy jazzera: improviso, ensayo, corrijo, me dejo llevar» De ahí que la pieza sea también una carta de amor a los locales que sostienen esa música, como el Jazz Filloa: «Estos lugares son pequeños milagros. No cabe en la cabeza que no existan. A veces trabajo en festivales y me doy cuenta de que somos un grupo de gente en medio de la nada, fuera de la burbuja de lo cotidiano, entregados a los que están en el escenario».
En la pantalla, las imágenes nocturnas de A Coruña van cediendo al amanecer. Es su manera de contar cómo pasó de sentirse un extraño en la ciudad a verla con toda la luz, con todos los brillos. Lo encuadra dentro del «cine postal», aunque no sea muy fan del término. Una postal que se escribe a través de sonidos, como si cada esquina, cada tabla de skate, cada acorde de contrabajo, estuviesen guardando la voz de todas las cosas.
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