Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Madres se reúnen en A Coruña para dar visibilidad a la historia de sus hijos: «No es verdad que se esté apoyando la salud mental»

Denuncian la falta de recursos y la poca sensibilidad de algunos profesionales ante una enfermedad que es la primera causa de muerte en la franja de 15 a 29 años

Ángela González, Ana González y Vanessa Oria, delante de la Fundación ONCE. |  Casteleiro

Ángela González, Ana González y Vanessa Oria, delante de la Fundación ONCE. | Casteleiro

A Coruña

Cuatro mujeres dieron un paso al frente por la salud mental. Lo hicieron sin miedo al estigma y con la determinación de contar, en público, un sufrimiento que ha permanecido durante demasiado tiempo en silencio. La Fundación ONCE acogió este martes el Encuentro de Familias por la Salud Mental, organizado por la Fundación Salma.

La periodista Isabel Bravo, que condujo el acto, subrayó los datos alarmantes en Galicia: «La mitad de los trastornos mentales aparecen antes de los 14 años y cerca del 75%, antes de los 18. En la franja de 15 a los 29 años, el suicidio es la primera causa de muerte», expuso.

La fundadora de la Fundación Salma, Ana González, relató en primera persona la historia que dio origen al proyecto. «Escuchándolas [al resto de madres] hago un viaje al pasado», contó, en referencia a lo ocurrido con su hijo 15 años atrás. «Pedí una cita cuando mi hijo tenía 14 años y una profesora detectó que tenía autolesiones. Me decían que era normal, que era una mamá exagerada. Me quedaba tranquila, pero a los diez minutos de salir de la consulta me daba cuenta de que no estaba bien».

Su recorrido por consultas y hospitales fue un camino marcado por la incomprensión. «Decían que eran cosas de la adolescencia. Tres meses después tuvo que ser ingresado en urgencias con un brote psicótico». González recuerda que estuvo «tres días sin dormir» junto a su cama en urgencias hasta que una médica le dijo: «Si usted enferma, no va a ayudar a nadie».

Fue a casa a ducharse, pero a las pocas horas estaba de vuelta. Aquello fue el inicio de un cuidado sin descanso: «Cuando ingresó en Oza me dijeron que estaba muy grave, que casi no había posibilidad de rehabilitación. Me pasé dos años en casa cuidándolo 24/7». Ante la imposibilidad de disponer de un servicio de calidad en Galicia, Ana decidió aprovechar que su hijo había nacido en Alemania para trasladarlo al país germano. Tras un laborioso proceso y con su hijo en buenas manos, regresó a su tierra y fundó la entidad.

Falta de sensibilidad

Ángela González, médica y madre con un hijo con autismo, reflexionó sobre la faltaba de sensibilidad institucional. «El niño no hablaba y te decían que ya hablaría, que era una pesada. Nos mandaron a una psiquiatra infantil que nos dijo: ‘¿Para qué quiere que hable? Total, para lo que va a decir’».

Para ella, los avances son lentos en este sentido: «La humanización de la medicina está en camino, pero falta mucho, sobre todo en salud mental». Denunció la precariedad de recursos, la falta de personal y el abandono educativo: «La educación inclusiva no existe porque influyen los ratios y la falta personal»: También señaló el sesgo de género: «Todo este mundo está muy feminizado. Las asociaciones las presiden madres que luchan por sus hijos».

Durante la pandemia, el estigma se recrudeció: «Nos insultaban desde los balcones cuando nuestros hijos necesitaban salir. Nos propusieron ponerles un distintivo, me recordaba a lo que hacían con los judíos en el Holocausto y me negué».

El testimonio más estremecedor fue el de Vanessa Oria, madre de una joven que sufrió varios ingresos psiquiátricos. «Los problemas empezaron tras la muerte de su bisabuela. Luego vinieron las autolesiones y el ‘no tengo ganas de vivir’, relató. En Vigo, su hija fue ingresa en una planta de adultos: «Es lo más parecido a una cárcel, te despojan de todo. No hay tele y no puedes tener objetos personales». Denunció las contenciones diarias, atándola a una cama y medicándola a la fuerza: «Cuando conseguimos una plaza privada en Madrid, nadie llevaba bata blanca. Estuvo siete meses, no necesitó ninguna contención y ahora hace una vida normal».

Vanessa conoció en Vigo a María Lago, Cheli, una madre que entró por videollamada en la charla para contar el caso de su hija, diagnosticada de esquizofrenia y psicosis: «Recuerdo entrar en la unidad y verla en el suelo llorando y diciendo: ‘Estoy enferma, no castigada’». Hoy su hija está en un programa de prevención del suicido: «Aprendimos a convivir con la enfermedad. Solo pido que nuestros niños reciban cariño: siguen siendo niños».

Ana González apeló en el cierre del acto a las administraciones: «No es verdad que se esté apoyando la salud mental. La Xunta destina un 0,3% del presupuesto sanitario, cuando hay una prevalencia superior del 20% en la comunidad». Denunció además la falta de camas en las unidades infantojuveniles y la ausencia de apoyo.

«Las familias hemos perdido miedo al estigma. Lo que exigimos ahora es respeto, verdad y compromiso», afirmó González. «No deberían subestimar a una madre cuando defiende los derechos de sus hijos. Si nos unimos dejaremos de ser invisibles».

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents