Marisa y Camilo, la receta para 70 años de amor en As Xubias: "hablar" y que los enfados "pasen rapido"
A pesar de que se conocían «de toda la vida», por ser vecinos de As Xubias, hasta que Camilo se fue a la mili, pocas palabras había intercambiado con Marisa. No sabía entonces que se casarían y que celebrarían en 2025, superados los 90 años, las bodas de titanio

Camilo y Marisa celebran sus bodas de titanio con sus allegados en su casa de As Xubias. | | CARLOS
A Marisa Iglesias Díaz y a Camilo Gómez Álvarez siempre les ha gustado celebrar su aniversario justo el día en el que añaden un año a su matrimonio, el 12 de octubre. Durante 29 años, esa fecha les coincidió de vacaciones en Benidorm y allí recordaban aquel día en el que Marisa, aún siendo menor de edad, tuvo que obtener el permiso de su tío para darle el «sí quiero» a su novio.
Rodeados de los suyos, en su casa de As Xubias, el lugar del que solo se fueron cinco años en los sesenta para emigrar a Suiza, volvieron a revivir este domingo aquel día y a agradecerse mutuamente haberse encontrado. Y es que Camilo y Marisa, en 2025, llegan a los 70 años de casados, un hito que no alcanzan muchos matrimonios y que ellos quisieron celebrar por todo lo alto, con callos, lomo asado, empanada, fuegos artificiales, con risas, alguna ausencia y gritos espontáneos de «que se besen» y «que vivan los novios». Y ellos, por supuesto, se besaban en los labios, como llevan haciendo toda la vida, como esperan seguir haciéndolo todos los días que la vida les permita. Y es que, Camilo tiene 93 años y Marisa cumplirá 91 el 29 de octubre.
Se criaron muy cerca, ella, casi al lado de La Toquera, él, por detrás de donde está la farmacia pero no eran amigos, de hecho, hasta poco antes de que él se fuese a la mili, no cruzaban palabra. «Yo no lo podía ni ver, me parecía un paleto», reconoce Marisa y Camilo asiente, porque sabe que no miente cuando lo dice y porque no fue el único al que las chicas hicieron, en principio, el vacío. «Cuando salíamos juntos los chavales, nunca nos hablábamos con las vecinas. Nunca. Y tres acabamos casados con ellas», explica él, contento de ver la casa llena de tantos familiares y amigos compartiendo este domingo con ellos.
«Él me tomaba el pelo y así empezamos», resume Marisa, que se crio «sin madre y sin padre», en casa de su abuela y que reconoce que lo pasó «mal» pero que no tuvo ningún problema para que la dejasen casarse con Camilo, una decisión de la que ninguno de los dos se arrepiente, porque, con sus más y sus menos, con sus alegrías y tristezas, siempre han estado ahí el uno para el otro. «No nos aburrimos nada», dice Marisa. De su matrimonio nacieron tres hijas, siete nietos y cinco bisnietos. «No fui abuela a los 38 años, por un mes», apunta Marisa que, durante toda la vida, se ha dedicado a cuidar a los mayores y a los pequeños de su familia y que aún se acuerda de su ahijado, el periodista Lolo Gantes, fallecido en un accidente de tráfico hace más de 25 años. Camilo trabajó «toda la vida» de albañil, tanto en A Coruña como en Suiza, pero la última etapa de su actividad la pasó siendo transportista de comestibles, haciendo algo que, a día de hoy, aún le encanta: conducir. «Andaba toda Galicia, incluso Salamanca y Zamora, hacía todos los días 200 o 300 kilómetros, algunos, incluso 400», recuerda Camilo que, a sus 93 años, tiene el carné vigente hasta el próximo mes de mayo. «El año pasado yo le dije que se olvidase, pero se lo renovaron por dos años», comenta asombrada Marisa y eso les hace sentirse también un poco más jóvenes y autónomos, porque pueden seguir haciendo cosas que les gustan, como viajar.
Por supuesto que no hay una fórmula mágica para que una relación dure tantos años, aunque Marisa y Camilo aseguran que, a ellos, lo que les funciona es «hablar» y, si se enfadan, que se les «pase rápido», para que no se enquiste el problema y puedan seguir disfrutando juntos.
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