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La asesina en serie investigada por matar a una anciana en A Coruña: "egoísta y un poco autoritaria"

Remedios Sánchez, investigada por matar a una anciana en Monelos, durante un permiso penitenciario en la cárcel de Teixeiro es natural de una parroquia de Boimorto. Su adicción al juego puso fin a su matrimonio. Los peritos la definieron en el juicio como "libre de patología"

Remedios Sánchez, durante su juicio en Barcelona, en 2008.

Remedios Sánchez, durante su juicio en Barcelona, en 2008. / Guillermo Moliner

Paula López

En los primeros meses de 2006 una sensación de pánico se había apoderado de Barcelona. Una oleada de robos en viviendas ponía en jaque la política policial de la Generalitat. Los Mossos habían completado el relevo de la Policía Nacional y la inseguridad se convirtió en un gran tema de debate. Entre el 10 de junio y el 5 de julio hubo que añadir un problema adicional: una serie de crímenes y asaltos a mujeres mayores que vivían solas obra de una misteriosa, y muy peligrosa asesina en serie. La sensación de inseguridad era tan grande que los Mossos tuvieron que pedir, en un comunicado inédito, a las potenciales víctimas que no abrieran las puertas de sus casas a desconocidas. Esa era la situación.

“Toda la ciudad se convirtió en el tablero de juego de una insólita partida: más de doscientos Mossos enfrentándose a una sombra que aparecía en una imagen borrosa. Una mujer, ni muy alta ni muy baja, ni tampoco muy mayor ni muy joven, había empezado a asaltar ancianas en sus propios domicilios. La presión para la policía autonómica, que solo hacía un año que habían asumido las competencias en la capital catalana, era máxima. Todo comenzó el 10 de junio con la aparición del cadáver de Pepita, de 83 años, que vivía sola en su piso de Nou Barris. La muerte había sido por asfixia y solo le habían robado un collar y unas monedas”.

El periodista Carles Porta narra de esta forma tan gráfica en la serie documental Crímenes (disponible en Netflix y Movistar) esos treinta días en los que la Ciudad Condal vivió una auténtica psicosis provocada por Remedios Sánchez Sánchez, quien hasta su detención asfixió y mató a tres ancianas, lo intentó con otras cuatro, una se libró ya que su marido estaba en casa y perpetró ocho robos con violencia en viviendas de mujeres a las que conocía por las calles o en parques de Barcelona, entablaba contacto con ellas y, por distintas razones, acababa en sus casas donde consumaba las tropelías. Ahora está siendo investigada por matar a una anciana en su casa de la avenida de Monelos, en A Coruña, durante un permiso penitenciario en la cárcel de Teixeiro, donde cumple la condena impuesta en 2008 por sus tres asesinatos.

No encajaba con el perfil de criminal

Remedios era una emigrante gallega nacida el 22 de julio de 1957 en San Cristóbal de Dormeá, una parroquia de Boimorto, que trabajaba de cocinera en el restaurante O Cebreiro de Barcelona, situado justo al lado de la comisaría de Policía de la calle Balmes, y a la que todo el mundo que la conocía la definió como “una persona muy normal”. “Cierto que era fría y fuerte, pero también muy trabajadora. Nunca miraba el reloj”, revelaba el 6 de julio de 2006 a El Correo Gallego Manuel Méndez, natural de A Fonsagrada y dueño del local donde la asesina en serie “preparaba unas de las tortillas más sabrosas de la ciudad”.

Su jefe no deba crédito ante la doble vida de la Reme, como la conocían en el restaurante y en su barrio y, no sin humor, reconocía que “éste era el mejor sitio para esconderse, pues ella trataba a diario con policías, a los que servía cafés y preparaba bocadillos, tortillas...”.

Tampoco nadie entendió nunca nada tanto en Dormeá como en O Cando, otra pequeña aldea de Boimorto donde residió la familia de Remedios Sánchez, cuando un redactor de este periódico (por aquellas fechas) intentó indagar en el perfil de la asesina. “Los comentarios sobran, no me interesa hablar de eso para nada. Soy de la familia y no voy a decir nada”, dijo un pariente muy cercano erigido en una especie de portavoz en aquellos días de locura informativa donde todos los vecinos de la zona se cerraron en un único comentario: “Tanto ella como su familia eran humildes pero muy trabajadores”, afirmaron.

Una personalidad "libre de patología"

Los Mossos concluyeron que la asesina necesitaba dinero, seguramente para el juego, mientras que en el informe pericial psiquiátrico se señalaba que “no presenta signos de enfermedad mental activa” y “su personalidad está libre de patología”. Descartaron que tuviera algún tipo de trastorno mental y no existían indicios de que los hubiese sufrido. En cuanto a sus facultades mentales, decían los expertos, “se hallan conservadas” y señalaban que “se considera egoísta, un poco terca y con mal genio” además de “cerrada y un poco autoritaria”.

Lo cierto es que esta mujer gallega tenía un grave problema con el juego y era asidua de locales de tragaperras y bingos. Esa adicción puso fin a su matrimonio (estaba casada y tuvo dos hijos gemelos que ni siquiera se prestaron a declarar en el juicio a instancias de su abogado) y a una relación posterior con un taxista. Que se rompió justo antes de que a ella se le disparara en el cerebro esa especie de gatillo mental que la empujó a los robos violentos con el objetivo de recaudar dinero para frenar su ansiedad por el juego, una consideración que el tribunal descartó: no se le diagnosticó la ludopatía.

La fiscal fue contundente y la acusó de ser una mujer “fría y calculadora” que “conocía, sabía y quería hacer lo que hizo” y actuó como “un depredador buscando a su pieza” que “siempre eran personas muy vulnerables que, por su edad, no podían defenderse”.

Lo cierto es que ella siempre se negó a reconocer los delitos, ni ante los Mossos, ni frente al juez instructor ni siquiera en el juicio donde se limitó a decir que “yo sería incapaz de hacer algo así” aunque sí que se quejó de que la definieran como una mujer sin escrúpulos: “Me implico en las cosas que hago, soy demasiado buena, no nerviosa y poco impulsiva”.

Justo dos años después de aquel mes negro, el 3 de julio de 2008, Remedios Sánchez fue condenada en la Audiencia de Barcelona a 144 años, cinco meses y 29 días de prisión por el asesinato de tres ancianas, por cinco delitos de asesinato en grado de tentativa, siete delitos de robo con violencia y uno de hurto. “Buscó deliberadamente a sus víctimas y planeó sus agresiones con el fin de eliminar cualquier defensa y asegurar la ejecución de su propósito”, señalaba la sentencia que fue recurrida en casación ante el Tribunal Supremo, quien la desestimó.

Desde entonces cumple la pena en cárceles catalanas y su nombre ya aparece asociado al de Margarita Sánchez, La Viuda Negra de L´Hospitalet, detenida en 1997; y Enriqueta Martí, La Vampiresa, en 1914, como las tres grandes asesinas en serie de la capital catalana. Desde hace casi una década está internada en el penal de Teixeiro, en Curtis, A Coruña.

Protagonista de la primera gran investigación de los Mossos

El caso de la Matayayas, como se titula el capítulo que se le dedica en esta serie documental, fue la primera gran investigación de los Mossos tras sustituir a la Policía Nacional en las ciudades catalanas y provocó un despliegue de medios pocas veces en la historia policial de España. Las autoridades políticas sabían lo que se jugaban y proporcionaron todo tipo de medios para solucionar un problema de orden público que inquietaba mucho en Barcelona.

Se dudaba de la capacidad de los Mossos para enfrentarse a esta situación y poco faltó para que todo se fuera al traste. Al frente del operativo estaba Joseph Lluis Trapero, que llegó a ser el Mayor de los Mossos y que tuvo un papel destacado durante el Procés y la orden era tajante: no pedir ayuda a la Nacional. Una vez que tuvieron confirmación de la identidad de la asesina en serie y que trabajaba en un restaurante justo al lado de una comisaría, la cúpula de la policía autonómica se arriesgó a que pudiera volver a matar o desaparecer antes que avisar a sus colegas.

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