Terrazas de María Pita: Una historia marcada por la polémica
El diseño aplicado en la plaza suscitó la protesta ciudadana y un intento por variarlo

Imagen virtual de la propuesta de terrazas de María Pita propuesta por Alejandro Zaera, que no llegó a materializarse. | La Opinión
«Hay a quien le gustan y a quien no, porque a mí la gente me dice de todo, pero eso mismo ya me ocurrió con el Millennium», comentaba en junio de 2002 el entonces arquitecto municipal, Antonio Desmonts, sobre las terrazas acristaladas que acababan de instalarse en la plaza de María Pita y de cuyo diseño, que causó un gran debate ciudadano, era el autor. El técnico municipal recibió del en aquel momento alcaldede A Coruña, Francisco Vázquez, el encargo de proyectar una cubierta para las terrazas de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, con el fin de permitir su uso durante todo el año y al margen de las condiciones atmosféricas existentes.
El presidente de los hosteleros coruñeses, Eliseo Calviño, quien además regentaba uno de los establecimientos de la plaza, recordaba en este periódico ese año que la primera propuesta para cubrir las terrazas de María Pita surgió cuando se reformó la plaza a mediados de los ochenta, pero no llegó a hacerse efectiva. A comienzos de este siglo el Concello planteó a los empresarios del sector la armonización del mobiliario de las terrazas, que entonces ocupaban gran parte de la plaza, lo que hizo resurgir la iniciativa.
En octubre de 2000, el gerente de Turismo de A Coruña, Moisés Jorge Naranjo, calificaba de «idea genial» la posibilidad de cubrir las terrazas y fue a mediados del año siguiente cuando Vázquez ordenó a Desmonts que ideara un modelo para cerrarlas. «A los hosteleros de la plaza se nos consultó, pero ya cuando estábamos ante hechos consumados», se lamentaba Calviño en LA OPINIÓN, cuando las terrazas ya estaban instaladas, ya que, al margen de la polémica sobre su estética, los empresarios debieron hacer frente a una cuantiosa inversión.
Cada una de las terrazas tuvo un coste de 84.000 euros, cantidad destinada al montaje de la estructura metálica y el acristalamiento, a lo que se sumaron 30.000 más para el mobiliario, el aire acondicionado y la calefacción. Estrella Galicia financió esta inversión a los hosteleros a cambio de vender en exclusiva los productos del grupo durante diez años y promocionar esta marca durante veinte, el periodo que debía durar la concesión, en la que los locales tenían prohibida la exhibición de publicidad en estas instalaciones.
La polémica sobre la presencia de las terrazas no cesó con el paso del tiempo, por lo que en 2008 el sucesor de Vázquez, Javier Losada, optó por buscar una alternativa. De nuevo fue un encargo directo en lugar de un concurso público, en este caso al prestigioso arquitecto Alejandro Zaera, quien visitó la ciudad en mayo de ese año pero no presentó su propuesta hasta casi dos años después.
Su idea consistía en unos toldos inspirados en velas de barcos que cubrirían las terrazas y que tendrían cortinas laterales retráctiles para proteger a los clientes, medidores de viento para su despliegue y recogida automáticos, espejos para reflejar la luz del sol y proporcionar calor natural, así como mobiliario uniforme. Zaera advirtió de que solo se trataba de «una idea» para abrir el debate sobre el modelo definitivo, que el Concello anunció que se acordaría con los hosteleros.
«Con las terrazas el problema no es que existan, sino que están mal diseñadas y segregan del resto de la plaza el uso que ocurre dentro de estas peceras», expuso Zaera a este periódico en aquellos días. Se mostró «partidario de que en esta plaza haya elementos, incluso más de los que hay» al expresar su convicción de que la presencia de actividad comercial y hostelera en María Pita no es mala para el lugar.
Pero el tiempo pasó y la propuesta de Zaera fue arrinconada. La concesión caducó en 2022 y el Gobierno local presidido por Inés Rey anunció que presentaría una propuesta sobre el futuro de estas terrazas que no se hizo efectiva hasta ahora con el planteamiento de imitar el modelo utilizado en San Sebastián, con toldos móviles y desplegables en lugar de los módulos cerrados.
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