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Entrevista | Jaime Palomera Investigador y autor de 'El secuestro de la vivienda', hoy en el Coag de A Coruña

Jaime Palomera: «La vivienda es un bien de interés para el gran dinero»

Jaime Palomera, referente europeo del ámbito de estudio de los problemas de acceso a la vivienda y autor de ‘El secuestro de la vivienda’, ofrece hoy una conferencia en la sede del Colegio de Arquitectos de A Coruña (19.00 horas)

El investigador Jaime Palomera

El investigador Jaime Palomera / LOC

A Coruña

Apuntemos a los culpables. ¿Quién secuestra la vivienda?

Es un secuestro promovido por los gobiernos desde hace 40 años, que consiste en haber convertido las casas en un activo. Antes no era así, a lo largo del siglo XX se hizo todo lo contrario. Desde la primera guerra mundial hasta los años 80 había un consenso histórico, que era que la vivienda tenía que estar, sino fuera del mercado, sí muy regulada, para evitar la especulación. La vivienda es un bien muy proclive a la especulación, porque se basa en un bien naturalmente escaso como es el suelo. Al mismo tiempo es un bien de primera necesidad, por el lado de la demanda hay poco margen de negociación: tú no puedes sustituir una casa por otro objeto, porque necesitas una casa. Es un bien singular porque quien lo controla tiene una posición de poder. Si tú lo dejas en manos del mercado y lo conviertes en un activo, lo que te va a pasar con el tiempo es que su precio va a subir a un ritmo muy superior al de la economía real. Esto no lo digo yo, lo dicen los liberales originales. Adam Smith ya dejó escrito y explicó que el suelo, que es aquello en lo que se basan las casas, es un bien diferente al resto de bienes, y que tiende a generar desigualdad y monopolio.

Existe la amenaza de la acumulación de suelo por parte de grandes fondos de inversión, pero la realidad de nuestro contexto es que somos un país de pequeños propietarios. De rentismo popular. ¿Somos parte del problema?

Es cierto que, desde los 80, hay todo un proyecto de país que consiste en crear una nueva clase media que participe de las rentas inmobiliarias, es decir, que todo el mundo pueda ser propietario y que tenga un activo cuyo precio va a ir subiendo. Aunque tu sueldo no suba no pasa nada, porque sí que lo hace tu patrimonio inmobiliario, y, si el precio sube, es bueno para todos. Ese consenso ya empieza a resquebrajarse en los años 90, porque es imposible que todo el mundo sea propietario de una casa cuyo precio siempre sube, porque hay un momento en el que los más jóvenes, los que aún no son propietarios, no pueden entrar. La contradicción es que, si esa sociedad de propietarios se basa en que el precio siempre sube, hay un momento en el que se vuelve cada vez más difícil entrar en ese club cada vez más selecto.

La excesiva inversión inmobiliaria ha desincentivado la inversión en otros campos.

La vivienda es, antes que nada, un bien de inversión para el gran dinero, para las finanzas. Hasta los 80, los bancos de inversión, los fondos, no tenían la vivienda como un objetivo, no era un producto para ellos, no era un activo. Tenían el oro, las acciones de bolsa, las monedas. A partir de ahí, los gobiernos de medio mundo, impulsados por el Banco Mundial, desregulan el sistema financiero para que cualquier banco o inversor pueda invertir en vivienda. Ahí entran tanto los fondos, que en los últimos años han crecido mucho, como los bancos.

¿Qué papel juegan los bancos?

Fundamental, y ahí tenemos un problema sistémico. Para los bancos, la vivienda es una gran inversión. Cuando los bancos te dan una hipoteca, lo que están haciendo es, en realidad, invirtiendo en la casa. No compran directamente la casa, que la compras tú, y el banco te da la hipoteca, peor lo que hace es invertir y especular con el precio de la vivienda. La expectativa del banco es que el precio de esa casa se mantenga alto o suba, porque eso no sólo le permite darte una hipoteca muy alta, con unos tipos de interés muy importantes, sino que además le garantiza que, a medio y largo plazo, si hubiera una crisis y no pudieras pagar la hipoteca, está respaldada por un activo, la casa, cuyo precio siempre sube. Tenemos un sistema de vivienda que es por definición escaso, que no puede crecer hasta el infinito, permanentemente hormonado por inversión financiera. Lo que determina el precio de las casas no es lo que puede pagar la gente, sino el valor que le da el banco o el inversor. Eso es lo que hace que el precio de la vivienda suba y se desacople de la economía real.

Toda esta dinámica, sumada a la vivienda de uso turístico, que ha sacado suelo del mercado residencial, ha acelerado el proceso. ¿Ha habido excesivo dejar hacer por parte de la administración?

Es importante entender que esto no se está dando de manera natural, sino que es el producto de una intervención muy decidida por parte de los gobiernos en el mercado de la vivienda. Si tú a una familia le puedes dar hasta un 100% del valor del piso en forma de hipoteca, eso hace que el precio de la casa se dispare. Una familia normal no puede pagar los precios actuales. Ahora, tú le das una hipoteca a 30 años al 90% y, de repente, su capacidad de compra sube y también el precio potencial de la casa. Si las familias pueden endeudarse más, pueden comprar pisos más caros, pero en realidad lo que están haciendo es hinchar artificialmente el precio de la vivienda. Si las familias normales no pudieran endeudarse tanto, los precios de la vivienda tendrían que bajar. Ayudaría a enfriar. Este mercado es el producto de decisiones políticas. La primera es esta, la de regulación hipotecaria, que tiene un efecto inflacionario en los precios, y la otra es un modelo fiscal que también incentiva el aumento de precios y el crecimiento de las rentas inmobiliarias. Quien hoy en España tiene viviendas en propiedad y las pone en alquiler, tributa mucho menos que cualquier persona que lo que tiene es una nómina, es decir, las nóminas pagan más impuestos que esos activos inmobiliarios. Una persona con 10 casas que quiera comprar más, paga menos impuestos que cualquier trabajador cuando cobra alquileres, y esto lo que hace es alimentar un círculo vicioso en el que el gobierno, con esas reglas fiscales, está animando a que pongas tu dinero en propiedades, en suelo, a la espera de que el precio suba. Y ahí no solo entran los fondos de inversión o los bancos, sino también cualquier individuo que tenga líquido, que ahora mismo está más incentivado a comprar casas para esperar que el precio suba, o para ponerlas en alquileres cada vez más especulativos, que a intentar hacer inversiones que lleven a innovación, a producción.

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