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Los asesinatos de la investigada por el crimen de Monelos: «Iba al bingo antes y después del delito, quemaba el dinero»

Remedios Sánchez aterrorizó Barcelona con una ola de crímenes en 2006, en la que acabó la vida con tres ancianas e hirió a otras cinco

Remedios Sánchez, en su detención en 2006.

Remedios Sánchez, en su detención en 2006. / Joan Cortadellas

A Coruña

Remedios Sánchez, investigada por la muerte de una mujer de 91 años en Monelos a inicios de 2008, aterrorizó Barcelona en 2006, cuando, en apenas un mes, mató a tres ancianas en la ciudad en sus casas y asaltó a otras cinco para robarles un dinero que la asesina, con un problema de ludopatía, «quemaba» al poco tiempo. «Iba a bingos o salas de juego antes y después de los crímenes» recuerda el periodista Germán González, que cubrió los días febriles de la búsqueda, cuando cientos de Mossos d’Esquadra peinaron la ciudad en su búsqueda para impedir que volviera a matar. La detuvo personalmente el actual director general del cuerpo y entonces jefe de investigación de los Mossos, Josep Lluís Trapero, en un salón de juego, y, tras ser condenada a casi 145 años de cárcel, el 091 indaga ahora si volvió a matar durante un permiso.

La racha de violencia «impactó muy fuerte» en Barcelona, rememora González, que actualmente trabaja en El Periódico, del mismo grupo que LA OPINIÓN. Los casos de asesinos en serie son raros, y los Mossos vivieron aquel «con una sensación de contrarreloj», pues Sánchez atacaba a una víctima distinta cada pocos días para conseguir «dinero fácil y rápido».

La clave para encontrarla fue una mujer que había charlado con Sánchez y le había presentado a su primera víctima mortal, una mujer de 83 años. «Al día siguiente, Remedios Sánchez llamó a su timbre para intentar hablar con ella, y la otra estaba afectada, desconfiando... No le abrió la puerta», indica. Cuando los Mossos hablaron con ella, les mencionó a Sánchez. No sabía su nombre real, pero como la charla había tenido lugar en la calle y fue grabada por una cámara, la Policía consiguió su primera imagen.

Remedios Sánchez, durante el juicio que la condenó en 2008. |  Guillermo Moliner

Remedios Sánchez, durante el juicio que la condenó en 2008. | / Guillermo Moliner

Los Mossos tenían el perfil de la mujer. De unos 50 años, con acento gallego (nació en Boimorto) y una venda en la mano (por una quemadura que se había hecho en su trabajo como cocinera en un bar cerca de una comisaría). Los ataques se sucedían y Trapero trabajó con la hipótesis de que la asesina era adicta al juego y necesitaba «mucho dinero». Por su perfil y su forma de abordar a las víctimas, ganándose su confianza, la posibilidad de que necesitase el efectivo para pagar droga «quedaba bastante descartada».

Los agentes empezaron a moverse por los bingos y las salas de juego de Barcelona y le «consiguieron poner nombre» a la sospechosa, pero no la encontraron en la dirección que figuraba en su DNI. «Una de estas tardes igual trabajaron 200 agentes buscando a Remedios», recuerda el veterano periodista. Contaban con una ventaja: consiguieron el móvil y pudieron localizar su situación aproximada gracias a las antenas de telefonía.

Pero «no había resultados». Trapero, cuenta González, estaba «inquieto», perdiendo la carrera contra el tiempo y con una asesina suelta que podía volver a actuar en cualquier momento. En un momento, le dijo a su segundo: «Vamos a dar una vuelta». Se subieron un coche y se incorporaron a la búsqueda.

Y, al meterse en el primer salón de juego que encontraron, se la encontraron en una tragaperras. «Trapero siempre cuenta que se acercó a ella y la otra ni se inmutaba, seguía tirando a la máquina», cuenta, incluso cuando le preguntó su nombre y se le dijo que estaba detenida. Cuando la esposaron y registraron, encontraron, en su monedero, una dirección apuntada con bolígrafo. La de su primera víctima mortal.

Sánchez vivió el arresto «impávida», como si aquello «no fuera con ella». Cuando registraron su casa, y los agentes empezaron a encontrar bolsas de basura con joyas y documentación de las víctimas, empezó a gritar, tirarse al suelo y patalear.

«Como la noche y el día»

Dos años después, la Justicia la declaró culpable de tres asesinatos, cinco intentos y un hurto, en un juicio que también cubrió González y en el que recuerda que Sánchez había cambiado su apariencia. Cuando la detuvieron su apariencia era la de una mujer más bien mayor (rondaba los 50 años), de pelo corto y baja, mientras que en el juicio se la vio morena, con el pelo largo, ropa juvenil y «maquilladísima: la noche y el día».

En el juicio, por fin, rompió el silencio que había mantenido en comisaría y en la instrucción, aunque solo declaró a su abogado. Culpó de las muertes a una tal Mari, argentina, que cuidaba a personas mayores, y, señala González, «casualmente se presentó como Mari» a su primera víctima y a la amiga de esta.

Los forenses «no contaron que tuviese problemas para discernir entre el bien y el mal». Buscaba a mujeres ancianas «que no podían defenderse», se ganaba su confianza, entraba en su casa y las atacaba por detrás, asfixiándolas. «Las que sobrevivieron fue porque quedaban inconscientes y pensaba que estaban muertas», indica. Una táctica que quizás empleó son su nueva víctima, en un permiso ganado tras años de buena conducta en prisión.

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