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Así sobreviven cuatro de las grandes calles del comercio de barrio de A Coruña: "Por aquí pasa todo el mundo"

Cerca de uno de cada cinco bajos de la avenida de Oza, de la avenida de Os Mallos, la calle Barcelona y la de la Torre está vacío | La hostelería se abre camino en zonas en las que antes reinaba el pequeño comercio

A Coruña

Las grandes arterias comerciales de los barrios están en plena transformación. Algunas, como la avenida de Oza están recibiendo nuevos emprendedores que se lanzan a abrir sus negocios en algún punto de esta calle kilométrica y conviven con tiendas de las de toda la vida; otras, como la de Os Mallos se enfrentan a un cambio de modelo: la conversión de lo que eran tiendas y bares en viviendas. La calle de la Torre, a pesar de su gran afluencia de gente, se pelea contra el comercio en internet, y la calle Barcelona va sumando, cada vez, más negocios de hostelería.

Basta con recorrer estas vías, tal y como ha hecho este diario, para cerciorarse de cada barrio tiene su dinámica y de que aproximadamente uno de cada cinco bajos comerciales está vacío; algunos de ellos desde hace mucho tiempo, otros, en rehabilitación y otros han desaparecido. Hay también nuevos tipos de negocio en el que no hay nadie despachando tras un mostrador, como el alquiler de trasteros, las lavanderías industriales o las máquinas expendedoras.

Un comprador en la calle
 Barcelona.  |  C.P.

Un comprador en la calle Barcelona. / C.P.

La calle de la Merced, antaño polo comercial de la zona de A Gaiteira, aunque más pequeña que las demás, ha vivido una decadencia más acusada y con menos renovación. De los 58 locales comerciales que tiene la calle, solo 34 están ocupados —dos de ellos son bares— y 24 están a la espera de que alguien les dé una nueva oportunidad.

La Torre, por donde «pasa todo el mundo».

La calle de la Torre, la principal zona comercial de Monte Alto, suma 101 bajos, de los que 17 están vacíos, un 16,8%. Algunos locales llevan años parados, incluidos alguno de gran tamaño como el del cruce con Cabo Ponte Anido, pero también se puede ver algún cartel de próxima apertura, y entre los que están funcionando hay una amplia oferta, desde bancos o farmacias a textil y de comida para llevar. La vía no tiene ningún restaurante, pero suma 19 establecimientos de hostelería, que se concentran en la parte de la vía más alejada del centro. «Llevamos en la calle tres años», cuenta Juan José González, de Frutería Tino, que considera que la vía es «una arteria, pasa todo el mundo» y el negocio va «bien, como siempre». Pero en Lo del Mate, una tienda especializada en este producto y que vende infusiones naturales, han notado una bajada desde que abrieron en enero. Aunque la Torre es «una de las pocas calles que seguían vivas» comercialmente y la que tiene más afluencia de Monte Alto, desde este negocio señalan que en el barrio hay cada vez más proporción de gente joven, que acude menos al pequeño comercio. Y contra el comercio electrónico «no se puede competir», añaden desde este negocio coruñés.

Calle Barcelona, a dos tiempos.

En la principal zona de paseo y de comercio del Agra do Orzán, hay 131 locales ocupados por comercios, bares y asociaciones, pero 36 cerrados, el 21,5% del total. Los establecimientos cerrados se concentran en la parte de la vía más alejada de la avenida de Fisterra, y en especial en el tramo en el que la calle da un giro y desemboca en Páramo. «Desde el cruce con Vila de Negreira, más o menos, hay mucho cerrado», resume Ubaldo López, propietario del establecimiento de comida para llevar BenMeSabes. Aún así, señala que tiene mucha afluencia por las mañanas. En los primeros números de la calle, entre la avenida de Fisterra y el mercado, hay una mayoría de locales ocupados. En esta zona trabaja María José Álvarez, que lleva 29 años trabajando en la tienda Martina Álvarez, desde que abrió, pero, aunque defiende que hay «vida en la calle», matiza que la vía está «un poco de capa caída». A las pequeñas tiendas, considera, las han perjudicado tanto la apertura de centros comerciales como internet. Álvarez añade que, ante el parón del comercio tradicional, están abriendo más cafeterías. Actualmente, son 17 los locales de hostelería.

Avda. de Oza.

Personas caminan por la avenida de Oza / C.P.

Avenida de Oza, donde conviven historia y modernidad.

Dante de la Fuente abrió Eldritch Gate hace justo tres años. No tenía especial interés en instalarse en Os Castros pero el local ofrecía todo lo que buscaban: mucho sitio para jugar y una zona de tienda a pie de calle. A pesar de que su negocio es muy específico de juegos y artículos manga, De la Fuente confiesa que «la acogida en el barrio fue buenísima», tanto que hubo vecinas que les llevaron «monedas de la suerte» . «Justo acababa de ser la pandemia y el barrio estaba arrasado, habían cerrado muchos negocios y, para ellos, era una alegría que nosotros abriésemos», relata De la Fuente, que destaca la buena convivencia entre los comercios «de toda la vida» y los nuevos. En la avenida de Oza hay aproximadamente 222 locales comerciales, de los cuales, 36 están vacíos y 23 son de hostelería. Aunque Belén García abrió en junio del año pasado la Joyería García en el número 20 de esta vía, fueron sus padres los que la fundaron en 1960 y los que eligieron, después de estar a la altura de la actual Casa Cuba, mudarse a la avenida de Oza y pasarse en el número 10. «Ahora están arreglando bastantes bajos y edificios, así que, es una zona que ya estuvo mucho peor», relata García.

Avenida de Os Mallos, «no es como era».

En esta vía hay 84 bajos, 24 vacíos y una gran ausencia, el Eroski, que vecinos y comerciantes echan de menos. Solo siete locales se dedican a la hostelería. Muchos bajos han cambiado ya de uso y son viviendas. Nieves Fernández cogió la histórica Mercería Manoly hace diez años, para ella, la avenida «no es como era», así que, la ve «de capa caída». Mercedes Pereira lleva veinte años entre las cajas de Distribuciones Dabella, así que, vio «momentos mejores» de la avenida. «Hay muchos bajos que se convierten en vivienda, muchas tiendas cierran y las que abren, cierran al poco tiempo», lamenta. Sara Lamas es venezolana y lleva solo un año con Cupcapricho, de pastelería artesanal, en Os Mallos, un barrio que no conocía mucho, pero que no se arrepiente de haber elegido por la buena acogida que le han dado los vecinos.

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