La vida tras sufrir un ictus al filo de los 50 en A Coruña: «Te cambia la forma de pensar, la perspectiva»
Ángel Lorenzo y Patricia Barreiro experimentaron sendos accidentes cerebrovasculares con 51 y 47 años | En el Día nacional del Daño Cerebral Adquirido, que se conmemora este domingo, 26 de octubre, cuentan cómo es su día a día desde entonces y de qué manera afrontan la recuperación

Ángel Lorenzo y Patricia Barreiro, en las instalaciones de Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), en As Xubias. / Casteleiro/Carlos Pardellas
«Hace cuatro meses, sería prácticamente imposible mantener esta conversación porque no entendería nada», reconoce Ángel Lorenzo, vecino de O Castrillón, de 51 años, para dar cuenta de la mejoría que ha experimentado gracias a la rehabilitación logopédica, que recibe en el Hospital de Oza (Chuac) y en la asociación Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), tras haber sufrido «un ictus isquémico, a finales de mayo». «Soy deportista aficionado, corro maratones y salía de un gimnasio, de hacer ejercicios de pierna, cuando, de repente, me fui al suelo. Había gente cerca, en aquel mismo momento, que me ayudó. Llamaron al 112 y me trasladaron, rápidamente, al Hospital Universitario», recuerda Ángel, antes de considerar que su «gran suerte» fue el «estar en buena forma física, al ser deportista» —«la propia cirujana que me atendió lo dijo», apunta—, así como el encontrarse «relativamente cerca de casa», en un lugar público, y «que todo fue muy rápido». «Soy biólogo, muchas veces trabajo en el campo, y no me quiero imaginar qué habría pasado si esto me hubiese pillado conduciendo, en un río o solo. Pero se dio la casualidad de que aquel día era fiesta en mi empresa», resalta.
La rehabilitación, cuanto antes, mejor
«Cuando caí al suelo —prosigue—, recuerdo que me di cuenta, muy rápidamente, de que no era capaz de contestar a la gente que me estaba preguntando qué me pasaba. Era consciente de que el lenguaje me fallaba. Fui capaz de decir el teléfono de mi mujer, que estaba bien (lo repetía constantemente), y poco más», rememora Ángel. «Posteriormente, una vez que me intervinieron, conocía a todo el mundo y no tuve secuelas físicas grandes. Mi problema han sido la afasia y el lenguaje, lo que nos llevó a buscar ayuda en logopedas constantemente. Todas las semanas fueron trabajo, trabajo y más trabajo, de lunes a jueves, para poder recuperarme, porque los neurólogos nos dijeron que era muy importante iniciar la rehabilitación lo antes posible», subraya.

Ángel Lorenzo, después de una sesión de logopedia, en la sede de Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), en As Xubias. / Casteleiro
«Cierto es que en el Hospital de Oza tardaron dos meses hasta darme una cita (primero con foniatría, y luego me derivaron a logopedia). Como ese periodo de espera era muy grande, optamos por acudir a clínicas privadas para tratar de recuperarme lo antes posible», continúa este vecino de O Castrillón, quien detalla cómo recaló, también, en Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), adonde continúa yendo a logopedia, «dos veces por semana». «Mi mujer encontró la asociación, nos pasamos por allí, les comentamos lo que nos sucedía, aceptaron ayudarme y fue genial, la verdad. Trabajar con Sara [logopeda] es maravilloso. Y ahí seguimos, al igual que en el Hospital de Oza, donde me han permitido continuar, durante este mes de octubre. Luego ya pararé allí, y seguiré en Adaceco», señala Ángel, antes de hacer hincapié en la evidente mejoría que ha experimentado, gracias a su «actitud positiva» y su constancia en la rehabilitación, que afronta como «un reto».
«Al principio, montar las frases y transmitir las cosas que quería decir me resultaba muy difícil, porque mi biblioteca de palabras estaba muy justita. Como soy biólogo, en las primeras sesiones con los logopedas me decían: ‘Te voy a poner ahora 60 segundos e intenta decir animales’. Recuerdo que, las primeras semanas, trabajando, fui capaz de decir solo tres. Aquello fue tremendo. Mi cabeza se bloqueó absolutamente. Ahora, puedo hablar y decir animales constantemente, durante 60 segundos sin parar. Pero llegar hasta aquí fue duro. Muy, muy difícil», admite Ángel
«Hace cuatro meses, sería prácticamente imposible realizar esta entrevista porque no entendería nada. Aún así, me sigue costando. La velocidad de las conversaciones es difícil. Es como una constante práctica para mí», subraya. «Al principio, montar las frases y transmitir las cosas que quería decir me resultaba muy difícil, porque mi biblioteca de palabras estaba muy justita. Como soy biólogo, en las primeras sesiones con los logopedas me decían: ‘Te voy a poner ahora 60 segundos e intenta decir animales’. Recuerdo que, las primeras semanas, trabajando, fui capaz de decir solo tres. Aquello fue tremendo. Mi cabeza se bloqueó absolutamente. Ahora, puedo hablar y decir animales constantemente, durante 60 segundos sin parar. Pero llegar hasta aquí fue duro. Muy, muy difícil», admite Ángel, antes de incidir en que él siempre ha optado por afrontar su situación «de una forma muy positiva, ya desde el principio».
«Nunca me vine bajo. Siempre he intentado avanzar, día a día. Esa es mi meta. Y lo he ido logrando, ya que cada semana ha sido mejor que la anterior. Me apoyé en eso, en mi mujer, por supuesto, y en mi familia y amigos, que me han ayudado siempre», resalta, agradecido. «Al principio, no eres muy consciente de lo que te está pasando. Hoy sí soy más consciente del problema gordo que sufrí», expone Ángel
«Nunca me vine bajo. Siempre he intentado avanzar, día a día. Esa es mi meta. Y lo he ido logrando, ya que cada semana ha sido mejor que la anterior. Me apoyé en eso, en mi mujer, por supuesto, y en mi familia y amigos, que me han ayudado siempre», resalta, agradecido. «Al principio, no eres muy consciente de lo que te está pasando. Hoy sí soy más consciente del problema gordo que sufrí», expone Ángel, quien, «de momento», no ha podido volver al trabajo y, «durante un año», tampoco podrá «conducir». «Estoy de baja. Además, en mi trabajo hacíamos actividades relacionadas con el lenguaje, de educación ambiental. Imagínate, en mi situación, tener delante de mí a gente a la que le tienes que transmitir cosas. A veces practico para poder hacerlo, pero sé que todavía me falta», indica, antes de aprovechar la conmemoración, este domingo, 26 de octubre, del Día nacional del Daño Cerebral Adquirido, para compartir una recomendación: «Cuando pasa algo así, hay que buscar ayuda. Y encontrar entidades como Adaceco, dispuestas a dártela, es genial».

Patricia Barreiro, en las instalaciones de Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), en As Xubias. / Carlos Pardellas
En fase de recuperación se encuentra también Patricia Barreiro, vecina de Os Rosales, de 48 años, tras haber sufrido «un ictus» hace apenas un año, «el 11 de octubre de 2024», apunta con precisión, acompañada por su marido, Álex Suárez, su «principal apoyo» durante todo el proceso. «Fue por la mañana, temprano. En el momento en que Patricia se levantó para ir al baño, se cayó. Yo pensé que se había desmayado, así que la cogí y la llevé a nuestra cama. Hubo una temporada en que ella tuvo mareos, y creí que era uno más. No obstante, pasados unos 20 minutos, cuando vi que no podía hablar, y que tenía la boca y el brazo torcidos, me di cuenta de que podía estar sufriendo un ictus», rememora Álex, a lo que Patricia agrega: «Hay gente que dice que nota que no es capaz de hablar, o de escribir, antes de que les pase eso. Yo no noté nada. Fue levantarme... y ya. No me acuerdo de la caída, pero sí recuerdo que después, estando en cama, quería mirar el reloj y levantarme pero no era capaz, aunque tampoco sabía qué me estaba pasando».
El tiempo, fundamental
«Ella quería mirar el reloj, pensando que era hora de levantarse para ir trabajar, y yo se lo quité. Le dije: ‘No hables. Quédate tranquila’. Y llamé al 061 donde, tras explicar qué estaba sucediendo, me pasaron con un médico que me ayudó muchísimo, ya que me preguntó por qué creía que mi mujer estaba sufriendo un ictus, qué síntomas tenía... Me confirmó que, efectivamente, era un ictus, me dijo que la pusiese de lado, la tranquilizase, me sosegase yo también y que esperase a que llegase la ambulancia, que la verdad es que apenas tardó unos 10-15 minutos. La trasladaron al Hospital Universitario, entró en quirófano y fue todo muy rápido», especifica Álex.
«Cuando entré en quirófano, había mucha gente, me puse un poco nerviosa , me estuvieron haciendo muchas preguntas... Sobre todo, acerca del tiempo que había pasado, pero claro, yo tampoco sabía...», apunta Patricia, cuyos recuerdos de aquel día, a partir de ahí, se funden a negro.
«Aunque me siento afortunada, porque estoy aquí, y hay gente que está mucho peor (dentro de lo que cabe, yo me puedo manejar por mí misma), anímicamente lo estoy llevando mal, ya que la vida me ha cambiado por completo. Yo era muy deportista, pero no he vuelto a hacer nada porque mi cabeza no es capaz de permitírmelo. A lo mejor, físicamente podría hacerlo pero, ahora mismo, me veo incapaz porque tengo miedo», señala Patricia
«Tras la intervención, pasó seis días ingresada, dos o tres de ellos, en la UCI de ictus. Volver a casa fue una tremenda alegría, pese a que, entonces, tenía muchas limitaciones, tanto para caminar, como para hacer las cosas cotidianas», refiere Álex, mientras Patricia añade: «Aunque me siento afortunada, porque estoy aquí, y hay gente que está mucho peor (dentro de lo que cabe, yo me puedo manejar por mí misma), anímicamente lo estoy llevando mal, ya que la vida me ha cambiado por completo. Yo era muy deportista, pero no he vuelto a hacer nada porque mi cabeza no es capaz de permitírmelo. A lo mejor, físicamente podría hacerlo pero, ahora mismo, me veo incapaz porque tengo miedo».
Un «agujero» en el corazón
«Al principio, cuando sufrí el ictus, no entendía como a mí, que era deportista, cuidaba mi alimentación, no fumo, no bebo... me había pasado algo así. Entonces, pensaba: ‘A lo mejor, haciendo deporte, realicé un sobreesfuerzo y fue lo que me causó esto’. Pero, en realidad, no estaba tan, tan sana como creía porque, a raíz del ictus, me hicieron un montón de pruebas y me descubrieron que tengo un defecto de nacimiento en la sangre, y también en el corazón, llamado foramen oval. Es un agujero que todos tenemos al nacer pero que, con paso del tiempo, se va cerrando. En mi caso no fue así. Eso fue lo que me provocó el ictus. Ahora estoy pendiente de que me llamen para operarme, porque me lo van a cerrar», explica Patricia. «Entre que la cabeza no me va bien, y que soy incapaz de gestionar todos esos pensamientos que me vienen de ‘y si me vuelve a pasar...’, ‘y si estoy sola en casa y me da...’ . Tengo todo el rato presente aquel día, en bucle. Estoy como bloqueada, y me cuesta, también, hacer vida social».
Cuenta esta vecina de Os Rosales, en este punto, que, tras recibir el alta hospitalaria, pasó «cuatro meses yendo a fisioterapia y terapia ocupacional, varios días a la semana, en el Hospital de Oza». «Como allí no hay neuropsicología, y tampoco te derivan a psicología (a mí me lo solicitaron, ya hace, y todavía estoy esperando), y yo necesitaba también esa atención, nos dirigimos a Adaceco, por recomendación, precisamente, de mi fisio de Oza. Fue lo mejor que pudimos hacer. Allí voy a neuropsicología, fisioterapia y terapia ocupacional. Las terapeutas están súper pendientes de mí, te orientan muy bien, hacen un montón de actividades... Pero necesitan mucha más ayuda», reivindica Patricia, quien antes de sufrir el ictus, «trabajaba en dos clínicas dentales, en una como auxiliar, y en la otra como administrativa».
«Tengo unas secuelas que, aunque no se aprecian, yo sé que están ahí: la mano derecha me tiembla, tengo una sensibilidad diferente, mis dedos de los pies están en garra, leo muy despacio, la memoria me falla bastante... No necesito un bastón para caminar ni me quedó la boca torcida, lo que lleva a que, a veces, la gente me diga: ‘Estás fenomenal’. Pero yo me siento mal. No soy la misma Patricia que antes del ictus. Con todo, tengo que insistir en que soy una afortunada. Y siempre he pensado que, el haber hecho deporte, y estar muy bien físicamente, puede haberme ayudado a afrontar todo esto mejor», subraya Patricia
«De momento, no he podido reincorporarme. Estoy pendiente de la intervención para cerrarme el foramen oval y, además, tengo unas secuelas que, aunque no se aprecian, yo sé que están ahí: la mano derecha me tiembla, tengo una sensibilidad diferente, mis dedos de los pies están en garra, leo muy despacio, la memoria me falla bastante... No necesito un bastón para caminar ni me quedó la boca torcida, lo que lleva a que, a veces, la gente me diga: ‘Estás fenomenal’. Pero yo me siento mal. No soy la misma que antes del ictus. Con todo, tengo que insistir en que soy afortunada. Y siempre he pensado que, junto con el tiempo, ya que fue todo muy rápido, el haber hecho deporte, y estar muy bien físicamente, puede haberme ayudado a recuperarme mejor», subraya Patricia, quien aprovecha la conmemoración del Día nacional del Daño Cerebral Adquirido para destacar que «cada vez hay más» afectados por esta dolencia, así como para recalcar que, «una vez que te pasa algo así, cambia tu forma de pensar, tu perspectiva». También, para agradecer el apoyo de su entorno. «Mi marido, nuestros dos hijos, el resto de familia...», enumera, emocionada. «Han estado ahí siempre, apoyándome y aguantando mis cambios de humor: que llore, ría, no quiera salir de casa... Son lo más importante», finaliza.
Deporte adaptado, astronomía, música y reivindicación en María Pita
En el Día nacional del Daño Cerebral Adquirido (DCA), que se conmemora este domingo, 26 de octubre, la Federación Dano Cerebral Galicia y sus entidades, como Dano Cerebral A Coruña (Adaceco), exponen sus principales reivindicaciones, centradas en la demanda de «un código diagnóstico de DCA al alta hospitalaria». «Las personas con daño cerebral adquirido ingresan en el hospital, habitualmente de urgencia, por cualquiera de sus causas: un ictus, un traumatismo craneoencefálico, una anoxia, un tumor cerebral... Cuando reciben el alta, también se corresponde con esos diagnósticos, de manera que, aunque presenten secuelas, no están identificadas como ‘daño cerebral adquirido’», explican desde Dano Cerebral Galicia.
«Esta circunstancia complica el acceso a los recursos de atención más idóneos y especializados en nuestra discapacidad, rompiendo, en muchas ocasiones, con la continuidad asistencial. Es por eso que la demanda de un código diagnóstico de daño cerebral adquirido al alta hospitalaria es una de nuestras principales reivindicaciones», añaden, en el Día nacional del DCA.Una jornada que Dano Cerebral A Coruña celebrará con actividades en María Pita, entre las 10.30 y las 14.00 horas, que incluirán deporte adaptado, zona de astronomía y sensibilización; actuaciones musicales, a cargo de Donaire y Son d’aquí; y la lectura de un manifiesto.
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