Desde la tragedia griega, la venganza ha sido un tema recurrente en multitud de obras literarias, teatrales y, más recientemente, cinematográficas. Estas historias que abordan la idea del ajusticiamiento como única e inexorable forma de reparación ante un daño personal e intensamente doloroso, tienen un esquema argumental que no suele alejarse de unas cuantas y paradigmáticas premisas. Son las mismas que conforman los cimientos narrativos a partir de los cuales, más tarde y dependiendo de las infinitas miradas que se han detenido en este instinto tan antiguo como el hombre, crecerán los distintos relatos.

Todo comienza con un espantoso crimen, con la abrupta irrupción de una descomunal e incomprensible violencia en la pacífica vida de nuestro protagonista. Otra constante es que el ejercicio de esa crueldad se ceba sobre las personas más cercanas o más queridas por el potencial vengador, sobre alguien de su familia. Y aunque la ejecución pueda adoptar todas las formas de vileza imaginables, lo que es impepinable es que se lleva por delante a alguno de sus hijos o a la mujer que ama. El golpe es tan fuerte y traumático como para trasformar a un tipo corriente en un sanguinario y solitario depredador. No siempre es necesario pero, frecuentemente, el ojo por ojo termina desatándose después de que, tanto el espectador como el animal herido que late detrás de la mirada vacía de nuestro protagonista, vean como los cauces habituales que deberían impartir justicia son incapaces de hacerlo y dejan impunes a los asesinos. Estos, por cierto, suelen ser varios, y van cayendo de menor a mayor importancia hasta llegar al más malo de entre los malos que, a esas alturas de la película, ya espera su sentencia definitivamente acojonado. Y así, con un variado despliegue de armamento y la temeridad suicida que adorna a aquellos que no tienen nada que perder, el protagonista ejerce su derecho a la venganza. ¡Uy!, que expresión más desafortunada, perdón, se me escapó. Pero que quieren que les diga, como uno se relaje un poco o no tenga dos dedos de frente (que también puede ser), sale del cine convencido de la grandeza moral de este tipo y de sus actos. Y hasta llegas a perder un par de minutos en valorar el delirante y obsceno argumento con el que los amigos de las pistolas defienden su postura, algo así como que a más armas menos violencia. Sentencia de muerte es un correcto entretenimiento, con un argumento demasiado sobado y afectado de algo imperdonable: se toma en serio.

Sentencia de muerte

Director: Billie August. Protagonistas: Connie Nielsen, Aidan Quinn y Kelly Preston. Guionistas: Neal Purvis y Robert Wade. País: Dinamarca. Duración: 103 minutos. Género: Ficción, suspense.

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