La Pietá de Miguel Ángel y los libros mutilados para robar sus láminas en la Biblioteca Nacional tienen ya algo en común: quienes los dañaron quedarán unidos para siempre a las obras porque el criterio para restaurarlos es mantener las huellas del asalto y que sean testimonio histórico de lo sucedido.

La directora de la Biblioteca Nacional, Milagros del Corral, y el responsable de la restauración, Arsenio Sánchez, explicaron ayer cómo será la reparación de los 11 libros, entre ellos los incunables de Ptolomeo, a los que el "ladrón confeso" César Gómez Rivero amputó durante un periodo de unos dos años y medio 16 láminas, de las que 5 siguen aún en paradero desconocido.

Había, esencialmente, dos posibilidades: eliminar cualquier rastro de los daños, considerables en algunos casos, o compatibilizar las necesidades de conservación con la historia de los ejemplares, ligados ya para siempre al expolio que descubrió una bibliotecaria en agosto del año pasado.

"Hemos elegido la segunda aunque suponga que el nombre del ladrón de los libros permanecerá ligado a ellos de igual forma que lo está el de quien atentó contra la Pietá", detalló el responsable de la restauración, encargado del Fondo de Impresos Raros e Incunables o, lo que es lo mismo, de los tesoros de la Biblioteca.

Cuando, como en el caso de la Biblioteca, el ladrón no sólo mutila los originales sino que además le estampa sellos con sus iniciales para ocultar el de la institución, le pega ex libris falsos y le agrega no menos falsos certificados de procedencia, todo ello con el propósito de venderlos por internet, "el problema ético que se plantea en la restauración es qué hacer con esos añadidos", dice Sánchez.

La tendencia en el mundo, indica, es restaurar el soporte y asegurar su supervivencia respetando la historia del ejemplar, lo que incluye, "lamentablemente", incorporar las huellas del robo.

Gómez Rivero, el español de origen uruguayo de 63 años detenido en Argentina tras confesar el robo, utilizó una cuchilla para cortar las láminas pero en algunos casos, como en el de dos de las que no han aparecido, tiró de las hojas y rasgó otras.

Las dos láminas del "célebre" mapamundi en azul de la Cosmografía de Ptolomeo, de 1482, fueron cortadas con un cúter, dobladas para sacarlas ocultas, luego unidas con celofán, posiblemente retocadas en el color, "selladas" y por último pegadas a un ex libris y un "certificado", datado en 1953.

En otras ocasiones, como en el del mapamundi de la Geografía de Ptolomeo, de 1508, llegó a tratar con agua el papel y ha desaparecido el color original y se ha afinado la lámina.

Uno de los que peor parte se ha llevado es el Arte de caballería y montería, de Alonso Martínez de Espinar, de 1644, porque el saqueador arrancó las láminas y reventó la encuadernación por lo que tendrán que desmontar el libro y reconstruirlo entero.

El proceso de restauración, que ha tenido que autorizar el juez porque los ejemplares están técnicamente en depósito en la Biblioteca hasta que se sentencie el caso, aún no ha comenzado "por el volumen de trabajo en los laboratorios", en los que trabajan 22 especialistas, y está previsto que dure aproximadamente dos meses.

La directora de la Biblioteca ha detallado que en este caso se dan "una panoplia" de situaciones distintas y que, tras consultar con colegas de distintos países, han optado por que los ejemplares "guarden para siempre la memoria de que esto se produjo",

"No se va a falsear nada, queremos que siempre sea visible la mutilación y habrá una nota en cada una de las obras explicando cuáles son las falsificaciones, las intervenciones que se ha hecho y cómo se han llevado a cabo", añadió.