crítica de cine

De buenos y malos

Antonio Boñar

.l estreno de este drama policíaco ha venido precedido de un extraño silencio mediático. A pesar de contar con el poderoso reclamo de un inmejorable grupo de actores, con uno de esos repartos que por sí solo bastaría para atraer al cine a millones de espectadores, Cuestión de honor ha aterrizado en nuestro país como sin querer molestar, como cualquiera de esas otras películas que a duras penas logran ser proyectadas en un cine de provincias y que, cuando lo consiguen, es para ser exhibidas un par de semanas como máximo y en esa sala poco más grande que el salón de nuestra casa, que generalmente y no me pregunten por qué suele ser la número seis, y que los multicines destinan a rarezas y exotismos de saldo. La cinta de Gavin O'Connor se presentaba también con el lastre de los prejuicios que su manido argumento sugiere en el espectador: otra de polis corruptos en Nueva York. No ayuda enterarse de que la trama va de una familia con padre e hijos que llevan la profesión metida en la sangre son descendientes de irlandeses y viven en Queens. Y este crítico reconoce que acudió al cine con cierta pereza. Pero esa actitud se evaporó rápidamente cuando, a los pocos minutos, la pantalla comenzó a irradiar ese sabor a buen cine que consigue atraparte sin remisión y sin estridencias.

Cuestión de honor es una impecable intriga policíaca construida con un estilo desbordante que nos traslada a las calles de Nueva York hasta conseguir que respiremos la violencia contenida que palpita esa selva de cemento donde valores como la justicia y el honor son enfrentados cotidianamente al instinto de supervivencia.

"Lo peor no es la maldad de los malos, sino el silencio de los buenos", decía Martin Luther King. Y en esa ciudad en la que conviven como en ninguna otra la riqueza más deslumbrante con la miseria más sórdida (o viceversa), la línea que separa a los buenos de los malos se escribe cada día para volver a trazarse al siguiente.

antoniobonar@gmail.com

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