Horas después del fallido intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, un exhausto Juan Carlos hacía un hueco en su enloquecida agenda para recibir en el Palacio de la Zarzuela a un visitante excepcional. Ante su presencia, el monarca descargó la terrible tensión vivida en aquellas horas decisivas y, dejando a un lado el protocolo, se abrazó al general que le visitaba y, con lágrimas en los ojos, pronunció una frase que resume a la perfección el protagonismo de una jornada en la que la democracia española sorteó su peor amenaza: "Nunca sabrá España lo que te debe, Guillermo".

El hombre a quien el Rey señalaba como el parachoques del golpe del 23-F era el militar coruñés Guillermo Quintana Lacaci y la esclarecedora sentencia del monarca -que apenas ha trascendido el ámbito personal por el carácter excepcionalmente reservado de Guillermo Quintana- se mantienen en el recuerdo de sus familiares coruñeses. "Me lo contó en una ocasión, de las pocas en que hablaba de aquellos acontecimientos, porque era un hombre muy poco dado a las confidencias -recuerda su sobrino, el abogado coruñés Lino Rodríguez Quintana-. Sin su intervención, con los tanques de la Acorazada Brunete ya saliendo a la calle en Madrid, la historia de este país hubiera sido seguramente otra". Una interpretación compartida por el general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente en los gobiernos de Adolfo Suárez, que en 1995 admitía que "las cosas se habrían puesto muy difíciles si la División Acorazada Brunete hubiera ocupado la capital, ya que los golpistas pretendían colocar al Rey ante los hechos consumados".

El papel clave jugado por Quintana Lacaci -capitán general de Madrid en el momento en el que se desencadena el 23-F- en la contención de la intentona golpista es sobradamente conocido, aunque algunos aspectos decisivos fueron desvelados recientemente por el general José María Sáenz de Tejada, ayudante entonces de Lacaci, amigo de Milans del Bosch y testigo de unas enigmáticas palabras de Alfonso Armada en la mañana del 23-F: "Estoy preocupado por lo que Milans pueda hacer esta tarde". Sáenz de Tejada -entonces jefe de Estado Mayor de la Capitanía de Madrid-, tras enterarse del asalto de Tejero al Congreso, consiguió hablar poco antes de las 7 de la tarde con el coronel José Ignacio San Martín, jefe del estado mayor de la División Acorazada Brunete, que le confirma que "varias unidades han recibido la orden de ocupar objetivos en Madrid" del general jefe de la unidad, José Juste. Sáenz de Tejada entró entonces disparado en el despacho de Quintana Lacaci para advertirle de la gravedad de la situación. El capitán general levantó inmediatamente el teléfono y habló en primer lugar con el general Fernando Ortiz Call, jefe de la Brigada XII, que tenía ya once carros de combate enfilando la salida del cuartel de El Goloso, a 18 kilómetros de Madrid. Sáenz de Tejada reveló el contenido de la conversación más decisiva del 23-F (que se reproduce al pie de esta página) en la que Quintana Lacaci consigue frenar el golpe en marcha. Sáenz de Tejada no regatea en su versión elogios a la profesionalidad y la lealtad del militar coruñés. "Llamé personalmente a Sáenz de Tejada para agradecérselo porque hace justicia a la memoria de mi hermano", apunta la escritora coruñesa Ketty Quintana Lacaci, hermana del militar.

Quizás la revelación más interesante en la versión de Sáenz de Tejada sea la precisión de que Quintana Lacaci toma la iniciativa de impedir la salida de los tanques cuarenta minutos antes de recibir instrucciones explícitas de La Zarzuela. "La llamada del Rey entró cuarenta minutos más tarde. Fue Quintana Lacaci el que se puso a hablar con las unidades y me dijo que yo llamara a otras, para ganar tiempo", asegura Sáenz de Tejada. La llamada de don Juan Carlos llegó a las 19.40: "Guillermo, se está usando mi nombre indebidamente. Mantén las unidades en los cuarteles". "Mi tío habló con Milans del Bosch esa noche, que le negó que hubiera sacado los tanques a la calle en Valencia -apunta Lino Rodríguez Quintana-. 'Pero, Jaime, si los los estoy viendo en televisión... -le recriminó mi tío-... estuvimos juntos en la guerra... como es posible que tú...'. Eso es de lo poco que contaba sobre el 23-F, aunque siempre afirmó que la posición del Rey -del que se llegaron a rumorear verdaderas barbaridades- fue siempre de absoluta defensa de la Constitución. Sabemos que esa noche habló mucho con Gabeiras, con el que tenía una gran relación personal y mucha confianza. Una vez, en una comida familiar, le pregunté por Armada, y se limitó a decirme: pásame un poco más de vino. Sí contaba que a Torres Rojas, antiguo jefe de la Brunete que esa noche abandonó el gobierno militar de La Coruña para sumarse a los acontecimientos de Madrid, le dijo que si no regresaba inmediatamente lo metía en la cárcel. Y torres Rojas se vino".

"Mi hermano era muy profesional, muy hermético. Cuando se murió mi marido, me dijo que en dos días iban a nombrarlo capitán general de Madrid y que fuera a pasar una temporada con él. Figúrese si no tenía que saberlo ya mucho antes, pero era la persona más discreta que he conocido", señala Ketty Quintana. Sáenz de Tejada incide en ese aspecto: la profesionalidad de Quintana Lacaci está por encima de cualquier otra consideración ideológica o personal. Guillermo Quintana -al que en su época de director de la Academia Militar de Zaragoza le apodaban el abominable monstruo de las nueve por su estricto régimen de horarios- era un militar de ideario conservador que formó parte de la escolta de Franco durante 26 años. "Tenía una gran familiaridad con Franco, al que llamaba Caudillo. Seguro que el día que falleció Franco, mi hermano lo sintió de verdad. Pero a continuación llega el Rey y él se pone a sus órdenes. ¿Quién manda? El Rey y la Constitución. Punto y final. Así era él. Después de aquello de la Operación Galaxia, cuando fueron detenidos varios militares, estaba muy nervioso y sé que lo pasó muy mal. En algunos lugares frecuentados por militares, antiguos compañeros le daban la espalda. Para él fue muy duro".

Quintana nació en Ferrol, pero pasó varios años de su infancia en A Coruña, una ciudad en la que aún hoy residen muchos familiares que Ketty Quintana Lacaci reúne en su domicilio coruñés cada Navidad -"somos 38 entre hijos, nietos y biznietos"-. "Siempre le gustó esta ciudad; veraneaba ya aquí en nuestra casa de la Ciudad Jardín cuando estaba en la escolta de Franco. Me comentó en varias ocasiones que quería vivir sus últimos años en la Ciudad Vieja coruñesa", recuerda Ketty. La conexión coruñesa y militar se remonta ya al abuelo paterno de Ketty y Guillermo -Julián Quintana- que tuvo su último destino en esta ciudad y vivió sus últimos años en la calle Panaderas. El hombre que salvó a la joven democracia española, Guillermo Quintana Lacaci, pertenece a una serie de generales que comenzó su padre -Guillermo Quintana Pardo, que sería gobernador militar de Ourense y que fue comandante de Cee durante la guerra civil, "donde es recordado con cariño porque no denunció a nadie y evitó muertes"- y que cierra su hijo Guillermo Quintana-Lacaci Ramos -"al que los compañeros conocen como Willy"-, que sirve en la casa real.

El militar ejemplar que defendió la joven democracia española en unos momentos en que tantos -no solamente nostálgicos del franquismo- mantenían serias dudas sobre su viabilidad, fue asesinado por ETA tres años después, el 29 de enero de 1984, en un mes atroz en el que la banda terrorista acosó al primer Gobierno de Felipe González con crímenes de tanto calado como el del dirigente socialista Enrique Casas, que pesarán en la génesis de la desesperada réplica de los GAL.

"Después de lo que habíamos vivido el 23-F, nos había vuelto cierta tranquilidad con el retiro de Guillermo, que aún seguía viviendo en Madrid porque estaba realizando un trabajo para el Museo Militar", señala Ketty. Su familia coruñesa recuerda que en ocasiones había comentado que se sentía vigilado. "Había notado la sospechosa presencia de un joven en una motocicleta, pero no quería llevar escolta". Lo acribillaron a la salida de una misa dominical. "Lo encontraron con el arma asida, como si previera algo. Siempre nos había dicho que no quería morir en la cama y desgraciadamente así ocurrió", apunta Ketty. Su entierro fue uno de los capítulos más dolorosos de la transición. Su familia coruñesa, que asistió en un lugar preferente, no olvida la tensión que se palpaba, pero recuerda sobre todo el llanto desconsolado del Rey, que sabía quizás mejor que nadie a quien se había perdido.

En la soledad de aquella noche golpista, rodeado de generales vinculados a Franco y sin un líder claro en el Ejército, la lealtad de Quintana Lacaci fue el bastón en el que Juan Carlos apoyó su naciente liderazgo. No todos lo entendieron así. Su sobrino, el abogado coruñés Rodríguez Quintana, recibió este singular pésame a la salida de un juicio: "Lamento lo de tu tío; no quería democracia, toma democracia". Era el mensaje desesperanzador que llevaba implícito el asesinato de ETA. No fue acaso un héroe. Fue algo más escaso y necesario: un militar profesional que se mantuvo firme y leal cuando todo se desmoronaba. En aquel momento, suponía una utopía a la que hoy debemos nuestra normalidad.