"Mirar una cosa y verla son dos temas muy distintos: no se ve algo hasta que se ha comprendido su belleza". Valle-Inclán, que a lo largo de su vida mudó tanto de militancias y paradigmas, fue permanentemente fiel a sus ideas sobre la estética y por tanto pocos años infiel a su melena leonina y jamás a sus barbas. Supo pronto que su aspecto extravagante, casi tanto como su literatura, contribuiría a reforzar su fama de escritor excéntrico y genial.

Esta preocupación por lo estético, por la imagen ya sea personal o la de los libros (otra de sus grandes preocupaciones fue la de editar obras hermosas que fuesen objetos de arte en si mismos) sería una constante a lo largo de su vida y el eje de la exposición "Valle-Inclán Debuxado. Obra ilustrada no Museo de Pontevedra".

La muestra se exhibe en el sexto edificio del Museo hasta el próximo 15 de noviembre y permite un acercamiento inusual a la vida de este autor poliédrico a través de más 200 retratos, caricaturas y dibujos que sobre él hicieron diversos artistas desde finales del siglo XIX hasta su fallecimiento en 1936.

La imagen más antigua de Valle-Inclán (sólo se conserva una foto, un retrato al óleo y dos caricaturas de esa época) muestra un joven burgués de pelo corto y bigote atildado, un aspecto que cambiaría con su primer viaje a México, momento en el que nace la figura de escritor modernista.

Era delgado, de mediana estatura, con cara de Cristo bizantino y melena que un escritor definiría en 1897 como "merovingia, que abundosa y desbordada cae sobre sus hombros, con enorme sombrero de gaucho paraguayo". Los cuellos inverosímiles contribuirían a redondear esa imagen imposible que retratan ya en los primeros años del siglo XX autores como Picasso.

Con el cambio de siglo Valle va profundizando en la idea del "rostro español y quevedesco", como se define él mismo, un personaje a cuyo lado "tengo la sensación de que vivo una vida más intensa y dura", reconocía Rubén Darío en 1907.

Se rapa el pelo en 1910, abandonando la melena que lo había caracterizado como escritor modernista. Su aspecto cambia como lo hace su literatura y las lentes de aro ancho dan paso a gafas más ligeras.

Su capa es sustituida por un gabán "como el de todo el mundo" y en adelante los dibujantes de la prensa pasan a retratarlo como un hidalgo de aires aristocráticos y espíritu épico o como un monje siempre concentrado en los misterios del universo.

El gran dibujante de su tiempo, Bagaría, y otros autores españoles y latinoamericanos como Castelao, Fresno, Cebreiro, Toño Salazar o Massaguer lo retratan en distintas ocasiones y de hecho era habitual que los artistas acudiesen a las tertulias de Valle-Inclán para documentar su aspecto del momento.

Pasan los años y los dibujantes van cambiando los retratos a medida que el escritor envejece: vuelve a resguardarse en su capa, recupera la melena y mantiene su barba de siempre, que con el tiempo se va volviendo blanca, la imagen de "un viejo hidalgo celta", como la califica Ángel de la Fuente en 1927.

A mayores de estos dibujos y caricaturas, la exposición incluye un retrato al óleo de Valle realizado en 1914 por Anselmo Miguel Nieto y una fotografía inédita del escritor. Y para los que todavía deseen descubrir más sobre la personalidad del creador del esperpento, propone contemplar más de un centenar de libros del autor gallego ilustrados por los más destacados artistas de la época. Decía Shakespeare que el exterior muchas veces pregona el interior de cada hombre; seguramente también de cada libro.