Eran muy jóvenes, inexpertos y tocaban fatal, pero meses después todos tenían disco y había nacido la Movida madrileña: la culpa la tuvo la inesperada difusión que tuvo un concierto en la madrileña Escuela de Ingenieros Caminos que congregó a varios grupos para recordar a un amigo muerto.

Nacha Pop, Los Secretos, Alaska y los Pegamoides, Mamá, Mermelada y Paraíso fueron algunos de los grupos que el 9 de febrero de 1980, hace ahora 30 años, se subieron al escenario para homenajear a José Enrique Cano, Canito, el batería del grupo Tos (que después se llamarían Los Secretos), muerto por atropello apenas un mes antes.

Quizá el concierto habría pasado desapercibido, pero fue grabado y emitido por la segunda cadena de Televisión Española gracias al periodista Diego Manrique, quien entonces dirigía el único programa musical serio de la televisión, Popgrama, y que conocía a los grupos porque emitía sus maquetas en un programa de Onda 2.

"Lo que hubiera quedado como un acto puramente madrileño se convirtió en un fenómeno nacional. Fue chocante porque la mayor parte de las actuaciones fueron flojas, no estaban acostumbrados a tocar, eran muy jóvenes", explica Manrique a Efe.

Pero el periodista, que recibió "una avalancha de cartas" en las que les "ponían a parir" por dedicar un programa completo a "esos mocosos que no sabían tocar", no se arrepiente, ya que fue "la presentación en sociedad de lo que se llamaba la Nueva Ola (la New Wave británica) y luego pasó a ser la Movida".

También el músico Álvaro Urquijo, de Los Secretos, que por entonces tenía 17 años, ve en aquel concierto los primeros acordes de la mítica Movida, aunque inicialmente sólo fueran un grupo de chicos hechos polvo por la muerte de un amigo, con la música como lenguaje común: "Éramos aficionados, no teníamos ni mánager, ni canciones suficientes, ni perfil endiscable, pero se nos ocurrió la idea porque nos dejaban gratis el salón de la Escuela de Caminos".

Como anécdota, da la casualidad de que el director de la Escuela de Caminos era el padre de Ana Torroja, quien después sería vocalista de Mecano, uno de los grupos españoles que más discos han vendido en la historia. Tal dimensión tomó, sin pretenderlo, el asunto, que "pocos días antes del concierto se quiso apuntar más gente".

Los medios para actuar fueron precarios, aunque nada nuevo para unos chavales acostumbrados a compartir equipos y micrófonos. Los instrumentos, "cuanto más caros, más compartidos", recuerda Urquijo. Tan precarios, que si no llega a ser porque fue la televisión a grabar y llevaron sus potentes focos, "no se hubiera podido ver nada".

"No deja de ser cutre porque haya pasado el tiempo, todos tocábamos muy mal, pero nuestra intención era despedirnos de un amigo al que queríamos muchísimo", refiere el músico. Unos meses después, todos los que aquel día subieron al escenario de la Escuela de Caminos tenían un contrato discográfico, menos Mermelada, que ya lo tenía antes.

"Sí, fue el germen de la Movida, porque en aquella época era muy difícil tocar, no había la facilidad que hay ahora para darse a conocer y la casualidad hizo que gracias a esta desgracia nos juntáramos y saliéramos en una plataforma en la que todo el mundo nos pudiera ver. Ahí empezamos a hacer ruido", relata Urquijo.

Aquel concierto, con grupos de estilos dispares que meses después, como recuerda Diego Manrique, "no se podían ni ver", acabó con todo el mundo en el escenario cantando Ya viene la plaga. "Era la única que nos sabíamos todos", apunta Álvaro Urquijo.

José María Granados, del grupo Mamá, guarda también buenos recuerdos de aquel "concierto de amigos" en el que todos arrimaron el hombro para montar el escenario. "Apenas sabíamos tocar pero había mucha frescura, ningún tipo de autocensura y arreglos sencillos", señala.

Para Diego Manrique, el programa sobre el concierto "llegó a los que tenía que llegar. El mensaje fue impactante, volvía el pop, las canciones sencillas y directas".

"Era una generación que no estaba traumatizada por el franquismo. Mientras los cantautores y los rockeros de barrio lo habían pasado mal, estos eran de clase media o media alta que se habían creído realmente que la democracia había llegado y había que disfrutar de las libertades. Ese es el espíritu que alienta toda la movida", afirma.

"Y se disfrutó tanto que muchos se murieron", concluye Manrique.