El escritor estadounidense Don Winslow es uno de los grandes de la novela negra. Tan grande, que últimamente ha sido comparado con Cormac Mac Carthy o el mismísimo James Ellroy, el indiscutible maestro del género que heredó el cetro de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, en cuyas obras se basaron exitosas adaptaciones cinematográficas como L. A. Confidencial o La dalia negra. Ellroy se ha rendido a la última obra de Winslow: El poder del perro, un libro bestial que recorre la historia del narcotráfico y que ha sido rebautizado ya como El padrino del siglo XXI, lleva vendidos en España casi 100.000 ejemplares. "El poder del perro -afirma Ellroy- es la primera gran novela sobre la droga desde que se publicó Dog soldiers hace treinta años. Es aterradora y triste, de una intensidad magníficamente sostenida. Es una hermosa visión en miniatura del infierno, con toda la locura moral que la acompaña".

Don Winslow se ha convertido además en el gran objetivo de Hollywood. Su obra Savages va a ser filmada por Oliver Stone, mientras que los derechos de The winter of Frankie Machine han sido comprados por Robert de Niro, que hará el papel protagonista. La prestigiosa HBO negocia además la adaptación de El poder del perro a una serie televisiva de seis capítulos.

El poder del perro es una exhibición de atrocidades en la que Winslow ha localizado el contemporáneo corazón de las tinieblas en la poco santa trinidad de drogas, dólares y política. La versión narco-mex de El padrino de Mario Puzo. Cualquier aproximación a la definición del horror sienta como un guante a una obra que no para de sumar ediciones. El libro resulta por momentos descorazonador al describir el nacimiento e imparable auge de un poder criminal que pone uno tras otro a presidentes en México y llega a contar con la connivencia de la CIA y la mismísima Casa Blanca.

Winslow rompió sin embargo con su habitual estilo al escribir El poder del perro. Para empezar, dedicó seis años a documentarse. La trama está novelada, pero tanto los personajes como los acontecimientos que narra tienen correspondencias reales.

En palabras del propio Winslow: "Hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se pasaba todo el rato diciéndome: 'Don, esto es demasiado', y yo le respondía: 'De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad."

No es fácil reconocer en personajes ficticios a figuras históricas del narcotráfico, pero aun así el escritor Rodrigo Fresán se encarga en el prólogo de identificar algunos, como es el caso del agente de la DEA Enrique Camarena, torturado y asesinado, a los temidos hermanos Arellano, al cardenal Posadas, al candidato a la presidencia de México Luis Colosio, al coronel de la CIA Oliver North, o al capo mafioso neoyorquino Paul Castellano. El único personaje del libro que aparece prácticamente con su nombre real es Juan Ramón Matta Ballesteros -el narco hondureño que convertirá a México en el gran trampolín de la coca colombiana hacia Estados Unidos y que ordenó el asesinato de Camarena-, apenas retocado como Juan Ramón Mette Ballasteros.

El actual secretario de Estado de Comunicación reveló en 1988 que Matta recibió concesiones de María Pita

Poco antes de su detención en Honduras y deportación a Estados Unidos, donde cumple condena de cadena perpetua, Juan Ramón Matta Ballesteros fue detectado por la DEA en 1984 en España, donde supuestamente organizaba la entrada de coca a gran escala en Europa, asociado a los capos de los carteles de Cali y Medellín, Gilberto Rodríguez Orejuela y Jorge Luis Ochoa, que se encontraban entonces en Madrid.

El clan Matta Ballesteros tuvo una importante y polémica vinculación con Galicia y especialmente con la ciudad de A Coruña, donde Nelson y Reinaldo Matta Ballesteros, hermanos _de Juan Ramón Matta Ballesteros, así como Nancy Marlen Vázquez, esposa del narcotraficante y jefa del clan desde la encarcelación de su marido en Estados Unidos por el asesinato del agente de la DEA, participaron en grandes operaciones inmobiliarias en la segunda mitad de los años 80, como la promoción de 183 viviendas en Culleredo, adjudicadas por la Consellería de Ordenación do Territorio.

Los negocios del clan Matta incluían también a través de otras conexiones empresariales una participación en la concesión de aparcamientos municipales subterráneos en la ciudad de A Coruña. La trama empresarial coruñesa de Matta fue descubierta en 1988 en una serie de artículos publicados en El País por los periodistas Peru Egurbide y Félix Monteira, que acaba de ser nombrado esta semana pasada secretario de Estado de Comunicación del gabinete de Zapatero. Monteira dirigió estos últimos años la delegación gallega del diario madrileño, que había abandonado hace poco más de un año para dirigir el rotativo Público.

Las informaciones de Monteira y Egurbide causaron en aquellos años un enorme revuelo político. "Un barón de la cocaína realiza grandes inversiones en España", decía el primer titular de la serie, que informaba de que el entonces alcalde coruñés, Francisco Vázquez , actual embajador en el Vaticano y considerado en aquellos años una figura clave en el organigrama del entonces vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra , había otorgado al grupo empresarial del que formaba parte el narcotraficante las concesiones de los aparcamientos municipales subterráneos de la plaza de Pontevedra y Juana de Vega.

La investigación periodística aludía también a informes policiales de seguimiento de las actividades del clan Matta en España _—su hermano Juan Ramón estaba considerado por la DEA como la conexión hondureña del cartel de Cali, el segundo en importancia de la red colombiana del narcotráfico para la introducción de drogas en Estados Unidos a través de México— y alertaba de que la presencia de los Matta Ballesteros en A Coruña había coincidido con un fuerte incremento de las capturas de cocaína en Galicia.

Francisco Vázquez reaccionó a estas acusaciones periodísticas con una demanda por intromisión ilegítima en su honor, que argumentaba fundamentalmente que la concesión de aparcamientos municipales no había sido realizada por el alcalde sino por el Ayuntamiento de A Coruña. Vázquez obtuvo en 1995 una sentencia favorable del Tribunal Supremo, que sería sin embargo anulada en 1999 por el Tribunal Constitucional, que falló finalmente a favor de los periodistas de El País, al considerar que habían "ejercido su derecho fundamental a la comunicación libre de información veraz". Entre los jueces de la sala del Constitucional que emitieron este fallo figuraba Emilia Casas, que detenta actualmente la presidencia del alto tribunal.