-¿La crisis obliga a replantear la forma de hacer arquitectura?

-Creo que nos obliga a repensar no sólo las formas, sino también la manera en que trabajamos.

-Trabaja mucho en Alemania y en España, dos maneras completamente opuestas. En Alemania se controla todo el proceso de construcción y sale como estaba previsto, mientras que, 'en España, es como montar un caballo sin bridas ni riendas. Tú tienes que agarrarte a las orejas, alguien le da una patadas al caballo y, adelante...'

-Sí, pero por eso vemos en los últimos tiempos una alta calidad en los arquitectos españoles, que han aprendido y sabido utilizar esa flexibilidad. Es una de las ventajas que tienen frente a los arquitectos de fuera, que no tenemos esa flexibilidad.

-¿Hubiera hecho hoy la Ciudad de la Justicia, de Barcelona?

-Yo creo que para un proyecto de esa escala hace falta un cliente que sepa protegerlo y nosotros nunca supimos quiénes eran los padres del proyecto. El único pesar que tengo en relación a ese proyecto es que no gozamos de la protección que nos debía haber proporcionado el cliente. Cada edificio necesita un cliente que sepa proteger el proyecto.

-¿Cómo es la arquitectura que le interesa?

-Yo creo que la arquitectura tiene que ver con la posibilidad de crear un entorno en el cual podamos realizar las cosas cotidianas, las cosas normales, y es cuestión de conseguir el nivel apropiado de expectativas. Yo soy muy escéptico con respecto al diseño. A mí me gusta la arquitectura que tenga tranquilidad, que tenga un cierto silencio. Soy muy escéptico en relación con lo que llaman arquitecturas ruidosas. La arquitectura tiene que ser algo que uno descubre, unas cualidades fundamentales y no meramente superficiales.

-¿Cree que la arquitectura espectáculo está llamada a desaparecer?

-No, no creo que sea así. Ese tipo de arquitectura tiene su lugar legítimo para ciertos aspectos como promocionar o dar entidad a un lugar, pero no son mis arquitecturas. no son las que me gustan.

-¿Se puede hacer arquitectura monumental sin que sea espectáculo?

-Sí, es posible.

-Un edificio debe poder acabar siendo una bella ruina, sostiene usted, ¿qué quiere decir?

-Con eso quiero expresar la idea de que la arquitectura tiene que tener algunas cualidades fundamentales que tienen que ver, como la proposición o los materiales, con lo que es duradero. Los buenos edificios son atemporales. Por ejemplo, en Londres, tenemos casas de la época georgiana, muy bellas, que poseen esa cualidad de la atemporalidad y pueden ser adaptadas a nuevos usos cuando dejan de funcionar para los usos para los que fueron pensadas originalmente y nadie piensa en derruirlas. La medida de un buen edificio la da que mantenga las cualidades, a pesar del cambio de uso.

-Se quejaba en una entrevista de que se hacen muchos edificios singulares y muy pocas viviendas e infraestructuras.

-Sí, es un grave problema. En el Reino Unido, por ejemplo, el Estado casi ha abandonado su responsabilidad de construir ciudades y lo ha dejado todo en manos de los inversores que lo que quieren son edificios singulares. La gente que trabaja en los departamentos de planificación urbanística se ha convertido en una especie de policía, únicamente para hacer cumplir algunas normas con el fin de frenar los excesos. Yo creo que uno de los grandes problemas de nuestra época es determinar cómo se puede controlar el desarrollo urbanístico de una manera que respete el medio ambiente. Eso se ve claramente en Galicia, que en los últimos quince o veinte años, la gente ha construido por todos los lados, porque no hay un control que funcione debidamente. En Galicia, el único control que existe es sobre la costa y sobre los lugares declarados como parque natural, son los únicos protegidos.

-Participa en un concurso para construir en Avilés, junto al edificio de Niemeyer, con otros dos arquitectos, Carlos Seoane y Xerardo Estévez.

-Estamos comenzando el proceso y completando el equipo, pero sí, tenemos un proyecto para allí.

-Conoció a otros arquitectos que tenían casa en Corrubedo: Manuel Gallego, Estanislao Pérez-Pita, Iago Seara... ¿pero qué fue lo que le llevó a hacerse la suya allí?

-Es un paraíso. La ría de Arousa es magnífica.

-En Corrubedo es donde más tiempo pasa al año, más que en cualquier otro sitio, ¿qué tipo de vida hace allí?

-Sí, allí pasamos dos meses y me dedico, sobre todo, a navegar cada día. A veces salimos a pescar. Mis hijos se han criado allí y todos tenemos embarcaciones y navegamos. Además, siempre estamos rodeados de amigos, a veces hay unas veinte personas, y yo soy el que cocina.

-¿Qué cocina?

-Muchas cosas. Por supuesto, mariscos, pescados, carne... A lo largo de ocho semanas hay mucho tiempo para cocinar.

-Una de sus especialidades culinarias son las fabes con pulpo, ¿qué tal le salen?

-Estupendamente. Estoy escribiendo un libro sobre el pulpo, es un animal fascinante.

-Se crió en una granja y, por lo visto, quería ser veterinario.

-Sí, pero no tuve la nota necesaria para ser veterinario, no era lo suficientemente inteligente para eso.

-¿Cómo descubrió la arquitectura?

-Cuando tenía 16 años y era estudiante, en los veranos, trabajaba en la construcción. Además, tenía un profesor de arte que era muy bueno y se interesaba mucho por la arquitectura y, más o menos, me llevó por ese camino. Pero yo también descubrí en mi experiencia en la construcción que aquí había algo bello.

-Su mujer habla español, ¿usted no piensa aprenderlo?

-Estoy aprendiendo a hablar alemán y del español, entiendo más de lo que hablo.