-¿Qué ha intentado transmitir en Luz de Tebra?

-Es un destilado de un tiempo muy largo escribiendo, algunos de los relatos estaban publicados en revistas literarias, otros no, y tiene como hilo conductor la vida de un médico. Desde su infancia, pasando por las distintas ciudades en las que estuvo: en Santiago estudiando Medicina, en Vigo haciendo de médico de guardia, después en A Coruña? hay una parte que estuve en Barcelona y no viene en este libro, pero tendrá su continuidad.

-¿En qué se inspiró para escribirlo?

-En las historias que fui viviendo como médico, cada parte del libro tiene una introducción sobre la ciudad en la que tiene lugar la historia en cuestión. Los personajes son reales, aunque con una parte ficcionada, y son los personajes que conoce un médico en hospitales o en los avatares de la vida. Hay un gran peso del humor y también de la melancolía, porque la vida es así.

-Se podría decir que es un libro autobiográfico.

-Sí, en la medida en que suelen ser los libros de este tipo, uno está presente en él y es una obra cuyas narraciones se pueden leer por separado pero hay un hilo que las une. Es aconsejable avanzar por él poco a poco y hasta ahora ha tenido una buena acogida.

-¿Cuánto hay de real en las historias del libro?

-Son reales o son sugeridas por la propia realidad. Los personajes existieron, las descripciones corresponden a personas pero ya se sabe, la memoria tiende siempre una serie de trampas, está llena de espejos que reflejan imágenes confusas. Hay un gran peso de la infancia, que es la verdadera patria del hombre, y del idioma que hablaban los personajes, el gallego.

-Justo ahora que no corren buenos tiempos para el gallego.

-Por eso, me apetecía reivindicar ese idioma que hablan los personajes, que fue el mío de pequeño en mi barrio de Tui. Es importante reivindicar una lengua que nació de la propia interacción humana con los montes, con los ríos? es la lengua de la tierra, la lengua de mi patria y de mi alma, la lengua en que una señora que limpiaba en mi casa me contó las historias más tiernas cuando era pequeño. Manolo Rivas dice que es una obra 'de rescate' y supongo que va en la línea de mi profesión, que los médicos somos algo rescatadores también, así que para mí es un honor hacer gala de este idioma, ahora que parecen correr malos tiempos para esta fala. El libro puede traducirse, pero ya no sería el mismo, esta obra está escrita en el gallego que hablaban los personajes, que tampoco es el normativo, tiene muchas expresiones de la zona.

-¿Qué atmósfera rodea a los personajes?

-Hay historias de humor con las que la gente se ríe mucho, pero la atmósfera no siempre es favorable, no todas las historias acaban bien, porque la vida no siempre acaba bien tampoco. El título de la obra, Luz de Tebra (Luz de Tiniebla) es una metáfora de lo que había en España entonces. El libro se desarrolla en los años 50-60, salvo alguna historia de los años 70, y era una época de tinieblas, yo espero que haya gente que se vea reflejada en el libro porque hablo de esta ciudad de manera muy cercana. Nací en Tui pero aquí nacieron mis hijos, es la patria de mis hijos.

-¿En qué momento un médico decide dedicarse a la literatura?

-Siempre escribí, desde que era estudiante en Santiago ya me dedicaba a escribir, y colaboré para la revista La Noche publicando cuentos y artículos. En Barcelona también publiqué en periódicos y más tarde aquí también. Me ha gustado la escritura siempre, es un ejercicio algo duro para mí pero muy gratificante, expresar los sentimientos del modo más poético posible y con la mayor coña posible también (risas).

-¿Le ha influido esa faceta de escritor a la hora de tratar con los pacientes, y viceversa?

-Mucho, claro. El médico siempre está recogiendo historias que cuentan los pacientes, el hombre habla con su médico, y tanto uno como el otro establecen los diálogos más interesantes que puede haber, porque si el médico es como debe ser, entre los dos se establece una confianza que da lugar a una de las relaciones más maravillosas del mundo, la empatía. Y de la compasión, entendida como compartir el dolor del otro y darte cuenta de que tú, aunque solo sea escuchando, puedes ayudar al paciente, que muchas veces poco más puede hacer el médico. Escuchar siempre es un poderoso fármaco para el alivio.