La pasada noche del domingo 1 de agosto fallecía el pintor orensano Xosé Luis de Dios en el Concello de Tui, donde residía desde hace años.

Tras más de medio siglo de trabajo, el pintor fue uno de los artistas más personales del panorama artístico gallego.

Nacido en Ourense en el año 1943 perteneció a una generación de artistas nacidos en plena posguerra. En la vertiginosa década de los sesenta pasó a formar parte del llamado Grupo Volter, en compañía de otros artistas gallegos como Xaime Quesada e Acisclo Manzano. Este grupo pretendía renovar el arte gallego de aquellos tiempos a través de la vanguardia. Escapaban del folclorismo hacia las corrientes europeas en boga: desde el cubismo a la abstracción. El objetivo, huir del estancado arte gallego de aquel momento. Y lo consiguieron. Vinculados a la figura de Vicente Risco, los llamados "artistiñas" ourensanos lograron renovar el panorama artístico gallego a través de sus trabajos de cambio y ruptura, forjados en intensas tertulias en el Bar de Tucho, en el corazón de la ciudad áurea, de las que formaban parte numerosos intelectuales, escritores y artistas del momento.

El propio Risco, padrino de esta generación, llegó a comparar las acaloradas discusiones en la tasca orensana con el célebre Café Voltaire de Viena, que él había conocido en uno de sus viajes por Europa, dando nombre con esta anécdota al Grupo Volter, emblema de cultura y seña de identidad gallega, de la que Xosé Luis de Dios formó parte y que recordaba como un momento "eufórico, divertido e interesante". Trascendente también para el panorama artístico de Galicia.

De Dios empezó con el dibujo, siempre presente en su obra, a través del cual fue construyendo con el paso del tiempo su estilo personal y único. También en edad temprana, realizó diferentes trabajos de publicidad y cartelismo, que dejaron huella en la obra posterior.

Sus cuadros, de vivos colores y cargados de una fuerte abstracción y un marcado carácter simbólico consiguen trasmitir una imagen onírica, no siempre descifrable. Misterios de su pincel que el excusaba asegurando que su obra no era más que la obra de "un literato que pinta". Hasta el final mantuvo ese aire bohemio y su capacidad para dominar los pinceles y la poesía que construía a través de su obra. De sus cuadros decía que siempre mantenían "un diálogo abierto, espontáneo, que ayuda a reconocerlos". Y así es. Con una plástica indefinible en muchas ocasiones e inconfundible siempre, logró construir su obra siendo fiel a su estilo. Del desgarro inicial a la calma del final, sus lienzos estuvieron marcados siempre por el carácter de su creador. Manuel Rivas dijo que en su legado "estaba toda la historia de la pintura, expresada a modo de paradoja existencial".

Con numerosas exposiciones individuales y otro buen puñado de muestras colectivas a sus espaldas, De Dios expuso por primera vez su obra en su ciudad natal en el año 1963. Tras pasar por todas las galerías e instituciones más representativas de Galicia expuso también en Madrid, ciudad en la que residió durante numerosos años, Barcelona, Santander, México, Río de Janeiro o Buenos Aires. Desde hace más de una década vivía en la ciudad de Tui, donde tenía instalado su estudio y trabajaba en sus creaciones.

Colaboró e ilustró diferentes colectivos del Baixo Miño y participó durante varios años en la muestra de arte que cada año organiza el Concello de Tui, y en la galería local Trisquel e Medulio expuso individual y colectivamente su obra.