Puede que el choque con un Renault 12 familiar les diese el nombre, pero un grupo no sobrevive casi 30 años por accidente. Aunque por el camino se quedaron tres cuartas partes de la formación original que debutó con temas como Matar jipis en la Cíes o Las tetas de mi novia, Julián Hernández sigue al frente de Siniestro Total.

Él y sus cómplices actuales, Javier Soto, Ángel González, Jorge Beltrán y Óscar Avendaño, son los culpables confesos del decimotercer disco de estudio firmado por la banda viguesa.

Country & Western sale a la venta el próximo martes en CD y vinilo, 15 canciones en las que el punk y el rock no hacen grandes concesiones a otros estilos, diga lo que diga el título. Julián Hernández defiende su primer trabajo de estudio en cinco años y deja claro que aún no es hora de que nadie baile sobre su tumba.

-¿Qué se puede esperar de Country & Western: son los mismos delirios del Siniestro de siempre o hay algo nuevo?

-Algo distinto es que no creo que hayamos tardado tanto en hacer un disco nunca: dos años nos ha costado la broma. En cuanto a la música, habrá cosas que se parezcan más a lo de siempre y otras que no se parezcan absolutamente en nada. Pensamos hacer un disco de country, pero no salió y aún no sabemos si fue porque copiamos bien canciones malas, o porque copiamos buenas... pero mal.

-Supongo que no hace falta aclarar que lo del country era una broma.

-No te creas. Empezó como una al decir que nos faltaba hacer un disco country, pero quisimos probar... Y enseguida decidimos dejarlo como una broma, aunque queda algún guiño.

-Mejor que empezase como una broma que seguir con la idea y dejar que el disco se convirtiera en una.

-Viéndolo así, sí que es mejor, pero tampoco sabemos si Siniestro Total es una broma que ha durado 30 años. Estamos muy contentos con el sonido y la grabación de Joe Hardy, que esta vez fue en Houston en vez de en Memphis, pero tan buena como siempre. Aunque, como lo decimos nosotros y estamos metidos en el ajo, habrá que esperar a que opine alguien de fuera

-Viajar a Estados Unidos para grabar ya es una tradición. ¿Para qué más aprovecháis estas escapadas?

-Para lo mismo que si vamos a Cáceres. Damos una vuelta y echamos un vistazo si podemos, pero poco más. No buscamos una iluminación cósmica ni que el espíritu de Elvis Presley se nos aparezca por la calle. Eso es para otra gente.

-Hace unos meses definiste el disco como una visión delirante de Galicia. ¿A qué te referías?

-No conozco ninguna visión de Galicia que no sea delirante. Country & Western es Galicia, un país al oeste. Aunque en el disco no hablemos exclusivamente de ella o sea la cantata Nova Galicia de Rogelio Groba, sí hay varias canciones que hablan de Galicia. Eso ya es mucho para un disco nuestro, aunque el sistema operativo y el sentido del humor que hemos utilizado toda la vida es el gallego.

-Dices que es el que más trabajo os ha costado. ¿Hace que tengáis más ilusiones puestas en él?

-Todos los discos son como hijos tontos: acabas hasta las narices y tienes ganas de sacarlos, de liberarlos. No es cosa de ilusión, es que tienes que tener las pilas puestas en el último trabajo para sacarlo adelante, y tal y como están las cosas y viendo cómo cambia la industria, hay que reinventarse un poco en cada álbum.

-En ese intento de mantenerse dentro, corréis el riesgo de reinventaros demasiado.

-Sí, pero en nuestro caso no podemos reinventarnos del todo, en primer lugar porque no nos sale. No somos un producto hecho desde una oficina de marketing, sino un grupo que tiene que pensarlo y hacerlo todo por su cuenta, así que es muy difícil que alguien ajeno a la banda nos vista a todos de repente de drag-queens y nos mande hacer disco sound de los 70. Eso va a ser difícil... Aunque tampoco decimos no a nada, lo podríamos llegar a hacer.

-¿Se os ha pasado por la cabeza alguna vez que un disco era el último?

-No es que se nos haya pasado alguna vez... ¡Es que siempre lo pensamos! Cuando grabamos un disco estamos convencidos de que va a ser el último, de que va a ser un desastre absoluto y que nadie querrá volver a vernos la cara.

-Entonces, ¿crees que la jubilación de un músico suele ser forzada?

-No necesariamente, pero mientras la maquinaria funcione nos parece un poco exagerado plantearnos solemnemente cerrar el chiringuito. En este momento estamos cómodos con todo lo que hacemos, a pesar de la debacle general que es la industria, tanto la musical como la cultural, en España y, en concreto, en Galicia.

-¿Veis vuestra huella en algún grupo joven?

-Estamos todos de acuerdo en que no vemos ninguna influencia directa del grupo. Los influenciados somos nosotros, porque si hay algo que robar lo robamos, y si alguien ha cogido alguna cosa a través de nosotros sólo vemos la fuente original. A lo mejor sí que hay influencia directa a la hora de animar a otros, porque dirán que si estos gamberros pueden formar un grupo, también pueden ellos.

-¿Nunca os planteásteis "apadrinar" alguno?

-Lo del padrino suena demasiado a Coppola y no es lo nuestro. Hay grupos en Galicia que están haciendo cosas muy interesantes, como Triángulo de Amor Bizarro o Novedades Carminha, pero no necesitan a los abuelos cebolleta detrás, ellos mismos se pueden sacar las castañas del fuego. En este mundillo, o te lo haces tú, o no te lo hace nadie. Las multinacionales están en otro planeta y ahora mismo, sobre todo en Galicia, no hay nada que no sea independiente. Lo hacemos todo, se lo plantamos delante a la compañía y ella dice sí o no.

-¿Aún os dicen que no?

-Normalmente cuela, no nos pasa mucho que nos digan que es una basura espantosa, pero es verdad lo que decía Albert Pla: si llegas a una compañía y te dicen que es acojonante, que por ti le romperían el contrato a Ricky Martin... Malo. Muy malo. Es mejor un "veremos qué se puede hacer".