-¿Qué cree que fue lo que llamó la atención del jurado de Hiperión para elegir su obra?

-Eso habría que preguntárselo a ellos. ¿Quién sabe? A lo mejor es que me presenté yo solo...

-¿Cómo calificaría su poesía?

-Es una poesía sencilla. Escribo de cosas muy cotidianas: noticias, experiencias propias, cosas que me cuentan -soy muy marujo-. No lo hago así porque piense en el posible lector, sino porque no sé escribir otra cosa. Pero me encantaría ser muy barroco y que no me entendiera nadie.

-¿Qué autores le han influido? ¿Alguno gallego?

-¡Muchos! Es imposible mencionarlos todos. Garcilaso, San Juan, Aldana, Quevedo, Bécquer, Unamuno y Machado, Cernuda, Brines... Últimamente leo bastante a Billy Collins y a Wislawa Szymborska. De los gallegos, mi favorito es Luis Pimentel. Pero también me encanta leer novela y ensayo. El teatro lo trabajo menos.

-Este año se dedica el Día das Letras Galegas a Lois Pereiro, ¿qué opina de su obra?

-Sinceramente, no la conozco. Yo me crié en Madrid y autores gallegos he leído sobre todo a los clásicos, en mi época universitaria en A Coruña. Pero después de la pillada que me has hecho pienso subsanar la carencia.

-Fue profesor de castellano en Valladolid, Italia y China. ¿Por qué decidió marcharse a Taiwán?

-Si uno se va dejando llevar acaba en lugares que jamás habría imaginado. Pero la verdad es que la experiencia asiática ha cambiado mi vida. Sobre todo me ha dado la posibilidad de comprobar que, bajo las diferencias, todas las personas somos iguales, algo que mi familia siempre me inculcó. Es la idea básica del Humanismo y el principio de todo diálogo. Falta gente que se lo crea. Por eso se está torciendo todo.

-¿Le gusta la poesía oriental?

-¡Cómo no va a gustarme! Las literaturas china y japonesa son de las más importantes del mundo. Sus novelistas y poetas están a la altura de nuestros más grandes clásicos. Ahora hay varias editoriales en España, como Trotta o Miraguano, que están realizando una estupenda labor de traducción. El papel de Hiperión, la editorial que tan generosamente me ha otorgado el premio, es enorme. Es una de las editoriales que más ha hecho por el conocimiento entre Oriente y Occidente.

-¿Cómo ve usted desde la propia Asia el drama de Japón?

-Con dolor, con miedo -Taiwán también está en zona de alto riesgo sísmico y cuajadita de centrales nucleares- y, sobre todo, con una inmensa admiración. Esa es, al final, la lección de siempre: la literatura, las palabras, son importantes, pero los actos lo son más. Cuando uno se encuentra delante de la dignidad infinita del pueblo japonés no puede hacer otra cosa que guardar silencio.