Presentar a Paco Roca comienza a ser innecesario. Ganador del Premio Nacional de Cómic en 2008 con Arrugas, novela gráfica sobre el alzhéimer de versión cinematográfica en ciernes, su carrera ascendente podría haber muerto de éxito o de miedo a caer desde la altura, tras la repercusión de esa obra. Sin embargo, los posteriores trabajos del dibujante valenciano han demostrado un crecimiento imbatido, capaz de volver sobre sus mundos oníricos en Las calles de arena retomando la senda más surrealista de obras primerizas, o de retratar con esmero una época, una profesión y un episodio de la historia del cómic nacional en El invierno del dibujante. Casi sin dejarnos asimilar esta progresión hacia la excelencia, Astiberri entrega ahora otro cómic de Roca, que recupera sus "tiras de prensa" (Memorias de un hombre en pijama recopila los chistes gráficos que previamente el diario Las Provincias había encargado a Roca).

Y Memorias de un hombre en pijama, que por sus circunstancias podría ser tomada como obra alimenticia o coyuntural (es un encargo para un diario, carece del cuerpo solemne de una novela gráfica) se revela uno de los tebeos nacionales más logrados de 2011. Hablamos de una serie de chistes a una página (remontados para esta edición, de modo que cada doble página completa un gag), anécdotas del día a día en primerísima persona que mueven a la empatía y a la carcajada más gozosa.

Tintes autobiográficos

La historia, explicada en la introducción con toda claridad por Julián Quirón, director de Las Provincias, es esclarecedora: a Roca se le propone una página de cómic para el diario, humor de corte generacional... y el autor, cargadas las alforjas de mucho talento e intuición para saber dar en el quid del asunto, se pone en el centro de la diana. El hombre en pijama es él mismo, un "cuarentaypocos" que trabaja en casa (de ahí "en pijama"), vive una vida tranquila en pareja, y tiene que lidiar con su propio carácter, sus inseguridades, su personalidad, eso que a una edad ya asumes perfectamente pero, para lo bueno y para lo malo, ya no te abandonará nunca.

Ahí, en esa tensión entre el quiero y el no puedo, radica la comicidad descacharrante de este cómic. Porque en el fondo, como La parejita de Manel Fontdevilla o Señor Jean de Dupuy y Berberian, lo mejor que podemos decir de Memorias de un hombre en pijama es que lo que leemos se siente posible, cuando no directamente real, y terminamos por pensar que conocemos a Paco, y que el tío no solo nos ha caído bien, sino que nos ha calado fuerte. Aunque nos hubiera mentido en cada viñeta.

La ligereza y desenfado no equivalen a una relajación del Paco Roca autor. Los recursos narrativos y gráficos están en cada chiste perfectamente afilados: inventivo, de un dibujo fabuloso, expresivo, atento al modo más ingenioso para plasmar sus anécdotas, este nuevo trabajo nada menor incluso puede entenderse como lo mejor en la carrera de, posiblemente, el autor más importante del cómic patrio en los últimos años.