La escritora alemana Christa Wolf, que ayer murió a los 82 años en Berlín, fue una de las figuras emblemáticas de la literatura germana y llegó a ser mencionada varias veces como candidata al premio Nobel.

Cuando Günter Grass obtuvo el galardón en 1999, el autor de El tambor de hojalata dijo que le hubiera gustado recibirlo conjuntamente con la escritora germano-oriental. "Casi ninguna otra autora del último siglo puede reclamar haber sido una instancia moral para los lectores de la RDA y al mismo tiempo una figura de identificación para muchos lectores en occidente", manifestó ayer el presidente de la Academia de las Artes de Berlín, Klaus Staeck

Wolf, procedente de la extinta República Democrática Alemana (RDA), nació en 1929 y vivió primero bajo el régimen nazi y después el de la RDA antes de la reunificación de Alemania.

Su primera obra importante fue El cielo dividido que se publicó en 1962 y en la que se ocupó de los problemas de la Alemania dividida. La novela le supuso el premio Heinrich Mann y fue llevada al cine.

En 1968 apareció Reflexiones sobre Christa T., una obra que, según Staeck, trajo "un nuevo tono reflexivo y ensayístico en la literatura de la RDA". En esa novela, había una apuesta por la lucha por el desarrollo de la individualidad frente a las presiones de la sociedad.

En 1976, con Muestra de infancia, Christa Wolf fue más atrás en la historia de Alemania y se confrontó con el recuerdo de una mujer que, de niña, vivió el nacionalsocialismo, la guerra y la deportación.

Otras obras importantes suyas son Casandra (1983) y Medea (1996) en las que retomó mitos griegos. Casandra se convirtió en su momento en un libro clave para las feministas y para el movimiento pacifista.

Christa Wolf fue siempre una figura polémica en Alemania por su relación con el aparato de la RDA y por haber sido informante de la policía política de ese país, la temida Stasi, lo que admitió a comienzos de los años 90. Su última novela (2010), fue Stadt der engel oder the overcoat of Dr. Freud (Ciudad de los ángeles o el abrigo del Dr. Freud) seguía las huellas de los intelectuales alemanes que se vieron forzados a exiliarse en Estados Unidos ante la persecución nazi.