Los últimos años de la vida de Díaz Pardo han sido una batalla constante por garantizar el futuro del importante legado cultural y artístico que pretendía dejar a Galicia, fruto de una existencia marcada por el trabajo y la investigación. Junto con su intensa actividad artística -pintura, escultura, cerámica-, fue uno de los pioneros en Galicia en la investigación sobre diseño industrial, promovió una nueva editorial y recopiló abundante documentación sobre otros intelectuales gallegos con los que compartió ideales y proyectos.

Lamentablemente el destino de ese legado se vio rodeado de agrias polémicas, y es que tanto su marcha del grupo Sargadelos como la cesión de parte de sus fondos documentales particulares a la Cidade da Cultura estuvieron marcados por la controversia. En junio de 2006, Díaz Pardo perdió el control del grupo Sargadelos tras una tensa junta de accionistas de la fábrica de cerámica de Cervo, en la que la mayoría de los socios le retiró el apoyo. La salida del fundador se producía tan solo un mes después de reducir su presencia en Cerámicas de O Castro, socia mayoritaria de Sargadelos.

Fundación Sargadelos

Díaz Pardo lanzó días después duras acusaciones contra la mayoría del accionariado, que en su opinión quería prescindir del carácter cultural de la empresa para centrarse en el meramente mercantil. "Se á empresa lle quitas o carácter intelectual, non vale nada", llegó a declarar en una entrevista concedida a LA OPINIÓN A CORUÑA. Las diferencias venían de años atrás, y de hecho Díaz Pardo y sus hijos Camilo y Xosé habían creado en 2002 la Fundación Sargadelos para garantizar los criterios culturales y para que a su muerte se quedase con el legado que había contribuido a fundar, para lo cual había solicitado a los socios que le diesen el control de las empresas a través del 51% del patrimonio. En las semanas posteriores a su marcha de Sargadelos, el intelectual galleguista recibió numerosos apoyos del mundo de la cultura. En febrero de 2007, por ejemplo, Díaz Pardo fue galardonado con el Premio Laxeiro por su trabajo en favor de la cultura gallega. Dentro de su labor de recuperación de la memoria cultural de Galicia, como director de Edicións do Castro promovió la Biblioteca do Exilio, con más de 37 volúmenes.

En enero de 2008, el grupo Sargadelos fracasó en su intento de cesarle al frente del Instituto Galego de Información (IGI) -otra de las iniciativas que había impulsado- en una junta de accionistas convocada por orden judicial. Los administradores de Sargadelos, con el control del 75% del capital social del IGI, pretendían destituirle al considerar que el Instituto no había cumplido con el fin para el que había sido creado, que era el de editar un periódico, y por la deficiente gestión del mismo.

Desde ese momento, Díaz Pardo empezó a barajar la posibilidad de que el legado de Sargadelos quedase en manos oficiales para que no se perdiera con el paso del tiempo. Tras una serie de negociaciones, en febrero de 2011 el intelectual dio por cerrada la cesión de sus fondos documentales a la Xunta para incorporarlos a la Biblioteca de la Cidade da Cultura. Se trata de más de 16.000 volúmenes con importantes documentos y cartas con otros destacados intelectuales gallegos como Luís Seoane o Alfonso Castelao. Su obra pictórica quedaba fuera del acuerdo. Según el documento del comodato -denominación de lo que antes se conocía como en depósito- Díaz Pardo cedía a la Xunta su archivo por un período de 60 años.

Y fue ahí, en el plazo de 60 años, donde surgieron las diferencia con sus hijos. Uno de ellos, Xosé Díaz, calificó de "disparate" las condiciones de la cesión y aseguró que la familia estudiaría todas las vías para evitar que los fondos documentales del intelectual galleguista se trasladen a la Cidade da Cultura.

La familia llegó a plantearse también la posibilidad de crear una fundación para no "disgregar" el patrimonio intelectual y artístico de una persona que ha marcado toda una época de la cultura gallega.