"La memoria es todo". Esa frase de Isaac Díaz Pardo es una síntesis de todas las tareas que el galleguista asumió en vida. De hecho, finalmente denunció el asesinato de su padre, Camilo Díaz, porque consideró que es bueno perdonar, pero no olvidar, porque era de esos que creía que hay que conocer la historia para evitar que los errores se repitan. "Conviene que se sepa que si vuelve a pasar algo así, los culpables no quedarán impunes", argumentaba. En 91 años de existencia, a Isaac le dio tiempo a coleccionar muchos recuerdos propios y ajenos y a elaborar una manera de pensar que siempre defendió en todas las entrevistas y reportajes que protagonizó.

. Su referente. Si hay alguien que tuvo un peso determinante en la vida de Isaac Díaz Pardo, con permiso de Luís Seoane, fue su padre, Camilo Díaz Baliño. En cuanto tenía oportunidad, Isaac hablaba de él para recordarle con cariño, pese a todas las diferencias de opinión que los separaron durante los pocos años que pudieron compartir juntos. Por ejemplo, reconoce que entonces, de adolescente, no era capaz de "ver" la "honestidad" de su progenitor y no acababa de "llevarse bien con él". El principal motivo de sus rencillas lo causaba la negativa de Isaac a formar parte de los "ultreia", una asociación juvenil parecida a los "boy scouts".

. El galleguismo. En una de sus últimas entrevistas, el fundador de Sargadelos recordaba a su padre como un "modernista de su época" y un progenitor afectuoso y cariñoso que logró granjearse el amor y la amistad de mucha gente. Entre ellos se encontraba Castelao, Ánxel Casal, Cabanillas, Blanco Amor, Pedrayo, Risco o Asorey. Todos ellos se reunían en su taller, explica Isaac, para hablar de Galicia. "Esta gente, y mi padre, entendían Galicia como se entiende hoy, con una personalidad histórica que había que recuperar. Él quería a Galicia", cuenta. De hecho, así quiere que se recuerde a Camilo Díaz, como "una persona honesta que luchó por Galicia".

. Otra vida. El padre de Isaac deseaba que su hijo fuese arquitecto, una opción que al ilustre galleguista, que entonces no sabía que lo sería, le "parecía bien". No obstante, no pudo ser. La guerra, que destruyó su familia, también hizo añicos esa perspectiva al sesgar sus oportunidades económicas. "Quedamos arruinados de todo", decía, y "ser arquitecto entonces, cuando no había más que dos escuelas de arquitectura, en Madrid y Barcelona..." Se sobreentiende lo que viene a continuación. No pudo ser.

. Su gran pesar. Aunque no se le preguntase, Díaz Pardo siempre acababa recordando como una de las mayores afrentas que cometió el haber "insultado" a Castelao cuando tenía 16 años. El rianxeiro hablaba con su padre en su taller y a Isaac sus propuestas le parecían demasiado "reaccionarias". Como solía decir con esa característica ironía suya dirigida contra sí mismo: "A los 16 años uno es más revolucionario que un hombre de 40", la edad que tenía el autor de Sempre en Galiza entonces.

. Los "inmolados". A Isaac no le gusta hablar de fusilados ni de paseados. Esa palabra se la reserva solo a personas muy concretas, como a Alexandre Bóveda. Él sí que fue fusilado "después de juzgarlo y condenarlo". Para su padre prefiere el vocablo "inmolado". "Es la palabra más adecuada para significar lo que representaba la gente que mataban. Porque lo que hacían era inmolarlos por una causa importante, por una idea, como a los mártires del cristianismo".

. Su modestia. En una entrevista para televisión aseguró: "No tengo vocación de profeta. Soy un mandado de la gente del exilio". Isaac siempre fue un hombre modesto que consideraba que los premios y reconocimientos que había recibido se debían más a los "armadanzas", como los llamaba cariñosamente, de la gente que tenían detrás, o a los éxitos heredados de Luís Seoane, un nombre que nunca dejó de mencionar antes que el suyo a la hora de evaluar los logros de empresas como Sargadelos o del Laboratorio de Formas. Otra de las expresiones favoritas de Isaac cuando tenía que referirse a sus tareas era la de "templar gaitas". Para restarse importancia cuando recibía algún galardón también solía recurrir al "yo no hice nada". No en vano se definía a sí mismo como un coleccionista de "fracasos", desde el día que nació en la casa da Tumbona, en Santiago, hasta el día en que perdió el control de Sargadelos.

. Su misión. Todo en la vida de Isaac, además de la lucha por Galicia, su identidad y su economía, giró en torno a salvaguardar la memoria de los galleguistas que tuvieron que refugiarse en el exilio durante la dictadura. Él fue de los pocos que se quedaron, aunque estuvo varios meses escondido para no seguir el triste destino de su padre. Cuando entregó su legado a la Cidade da Cultura su objetivo es que todos esos testimonios fueran "de algún modo, públicos", por su "significado", por el hecho de que eran algo "único" y porque quería que se "conservasen con garantía de su protección y al mismo tiempo pudiesen ser consultados por investigadores".

. Galicia. "Este es un país colonizado y los colonizadores están en mejor situación que nosotros, que estamos sometidos a ellos". Para el ilustre galleguista, ese hecho, el de la colonización, era lo básico para entender el presente de Galicia. "No hay más que mirar a nuestros ríos. Todos los ríos no son nuestros". Frente a disputas sobre términos como "nación" o "nacionalidad" para definir Galicia, Isaac simplificaba: "Galicia es lo que es. La denominación es lo de menos". Lo que importaba, subrayaba, es que el país, mientras se discutía por un término, seguía "a la deriva". No obstante, no perdía la "esperanza" de que la comunidad recuperase su "personalidad histórica" y se acercase más a Portugal. Como Castelao, y así lo mencionaba, aspiraba a una confederación que incorporara a todos los pueblos de Iberia.

. La lengua. Nunca apoyó la normativización, al menos, no como se hizo. Isaac era pesimista con respecto al futuro del gallego. Creía que desaparecería de la forma coloquial, aunque se conservaría como lengua culta, igual que el latín, para su estudio. "Los jóvenes ya no hacen el amor en gallego, lo hacen en castellano", argumentaba.