Abundan las semblanzas con prisa, los resúmenes de una vida o las biografías parciales. De Miquel Barceló sabíamos bastante, pero no todo. Michael Damiano ha sido el valiente que ha dado parte de su vida a cambio de otra vida, la del pintor mallorquín, recogida ahora en un volumen firmado por este escritor norteamericano que empieza a ser conocido por estos lares.

El título de este retrato completo que relata la vida singular de Barceló desde sus años radicales de pobreza en la Mallorca postfranquista hasta las vicisitudes de sus grandes proyectos públicos y sus triunfos y frustraciones en el mundo del arte internacional es Porque la vida no basta. Encuentros con Miquel Barceló (Anagrama, en catalán lo edita Empúries) .

¿Es este libro una biografía al uso? Damiano asegura que no. Desde el presente, el americano se ha ido acercando al pintor para ir retrocediendo en el tiempo con el fin de explicar las raíces del personaje.

El joven historiador, nacido en 1986, reconoce que el volumen es en efecto una biografía, "pero está escrita centrándome en historias concretas". "He intentado hilvanar cada capítulo a partir de una anécdota específica. Y siempre con pellizcos del presente. Esto no es una ristra de sucesos personales", asegura. En este sentido, el autor cree que los capítulos sobre Mallorca y Ginebra están muy bien engrasados.

La biografía arranca con la llegada de Damiano al taller parisiense de Miquel Barceló. El escritor neoyorquino se instaló durante varios meses en un apartamento situado en el mismo edificio del taller del pintor mallorquín. El acceso a su biografiado fue completo e intenso: Damiano pasó tardes con él en París, y le acompañó en viajes por Barcelona, Ginebra o el País Dogón de Mali.

La fecha de arranque del relato es el 15 de junio de 2009. En ese momento, el escritor norteamericano llevaba exactamente más de un año dedicándose al estudio de la vida y obra del artista gracias a una beca que le otorgó la Universidad de Georgetown. Las experiencias que vivió Damiano en primera persona con el pintor completan y dotan de hálito humano la historia personal de Barceló. Le ponen sangre y aliento. También facilitan el entendimiento profundo de su carácter. Sobre el mismo, el biógrafo asegura que Barceló es "una persona increíble. Miquel es alguien que vive más que los demás. Pero también es un ser humano complejo, contradictorio, que tiene sus debilidades". En este sentido, Damiano afirma que ha buscado el equilibrio entre lo que es impresionante y sobresaliente en el artista, y lo más cotidiano. El libro huye de las hagiografías.

"En Barceló todo está relacionado con su pintura: sus relaciones personales, sus lecturas, su interés por la cultura", apunta el escritor. "Al final del libro lo digo: Miquel digiere todo lo que tiene a su alrededor, lo pasa por su filtro, y luego lo traslada a su pintura".

Quien mejor define a Barceló en este sentido, considera Damiano, es su mujer, Cécile Franken. En la entrevista que el autor le realizó para el volumen, ella se refirió a la hiperactividad del artista con las siguiente palabras: "Siempre le digo que es como un ogro. Come, come y come. Tiene hambre de vida". "Puede leer centenares de libros, escuchar música diversa de todas partes del mundo, es aficionado al cine, bucea, le apasionan los toros, domina la conversación en las cenas con anécdotas cuyos detalles minuciosos recuerda, ha llenado más de 300 cuadernos escribiendo y dibujando, y, por encima de todo, pinta como lo ha estado haciendo sin parar desde que tenía 16 años", escribe Damiano. Un carácter, asegura, directamente relacionado con la plenitud de su pintura. Pura vida.

El interés del por entonces estudiante de Historia por la figura de Miquel Barceló germinó en la primavera de 2008, cuando en Georgetown empezó a recibir clases sobre pintores españoles de Marla Zárate. "El primer pintor que estudié fue El Greco y el último Miquel", explica. Aunque es de recibo apuntar que el estadounidense conoció la obra de Barceló años antes, en concreto en 2006. "La conocí cuando estuve viviendo y trabajando en Madrid, antes de ingresar en la universidad. Me impresionó la obra que vi en el Reina Sofía", evoca.

Tras tomar las clases de Zárate, Damiano preparó una propuesta de investigación sobre el pintor para la que recibió una beca que le permitió viajar a España durante el verano de 2008.

El autor iba a escribir un ensayo académico sobre su obra, un proyecto que creció oceánicamente. "Comencé a conocer a amigos de Miquel. Los entrevistaba y recopilaba anécdotas. La primera conversación la tuve con el anticuario y galerista Artur Ramon en una cafetería enfrente de la catedral de Barcelona", recuerda. Poco después, Damiano puso rumbo a Mallorca, donde pudo consultar el Fondo Documental Miquel Barceló. Gracias a Maria Hevia contactó con Toni Amengual, amigo y ayudante de Barceló en los años noventa.

"A medida que escribía el ensayo, me daba cuenta de que me resultaba más interesante hablar con sus amigos y saber más cosas sobre su vida y su carácter que la propia investigación en sí", relata Damiano. Otra de las personas a las que entrevistó el estadounidense es Javier Mariscal. "Gracias a él hablé por primera vez con Miquel. Mientras lo entrevistaba, lo llamó directamente por teléfono y yo me puse", explica. Fue entonces cuando Barceló le invitó a la inauguración de la cúpula de la ONU en Ginebra. Fue allí donde se conocieron.

Es importante para el enriquecimiento de esta biografía que Damiano tuviera acceso a los cuadernos personales del pintor. De ahí y de algunas entrevistas extrajo material inédito. Barceló también le facilitó al escritor el acceso a su círculo personal.

¿Por qué Barceló se abrió a Damiano y le aceptó como biógrafo? "Creo que es importante el hecho de que soy extranjero, estoy poco intoxicado. Además, he aprendido a no pedirle nada a Miquel. Él me dio muchas cosas que yo nunca le requerí. Es muy generoso", concluye.

Damiano aporta información inédita sobre los proyectos de la cúpula de Ginebra y el mural cerámico de la catedral de Palma. Explica que el pintor, cuando estaba haciendo ese mural en Vietri sul Mare, en Italia, alquiló un avión en Nápoles para ir a la inauguración de una exposición fuera de ese país y volver a las pocas horas, las que tardaba en secarse la arcilla.