El pintor coruñés Jorge Peteiro murió ayer a los 53 años en su casa de Oleiros, donde compartía el estudio con su mujer, la también pintora Beatriz García Trillo. Un cáncer de pulmón acabó con la vida de Peteiro, fumador infatigable y dueño de un estilo inconfundible. Una singular iconografía, de apariencia sencilla, llena de colorido y luminosidad constituye la marca del creador gallego.

La obra de artista coruñés, de criterios estéticos independientes, está presente en numerosas colecciones privadas e institucionales. Sus cuadros, generalmente de formato generoso, pueblan numerosas instituciones públicas.

Su obra está representada en la residencia oficial del presidente de la Xunta en Santiago, la Diputación, la Casa de Galicia en Madrid, por no citar la colorista escultura de un pez que anuncia la entrada en el Acuarium Finesterrae y que se ha convertido en una de las más características del paseo marítimo de A Coruña, la ciudad para la que también llegó a hacer el cartel de las fiestas de María Pita y del festival Noroeste Pop Rock.

"Casi todas las instituciones tienen obras mías porque son muchos años trabajando, más de treinta años. Si fuese militar ya sería general", ironizaba no hace mucho.

Trabajador constante, Peteiro deja una abundante producción artística. Sus formas ingenuas y de colores planos son una invitación a la alegría, como han destacado algunos críticos. No le faltaban los encargos, solía repetir el pintor coruñés, al que nunca le abandonó la inspiración. Ni el humor. "Ni Inditex sube como mi obra", afirmó en una entrevista hace unos años.

Su página web, aún activa ayer, pone de relieve el carácter de Peteiro, al que gustaba adoptar una pose bogartiana para las fotos. Con ese aire entre cínico y melancólico -y siempre con el cigarrillo en los labios- desgrana una serie de frases que lo retratan: "Siempre estuve seguro de llegar a estar donde estoy ahora", dice sin complejos. "Es imposible que mi pintura no guste. A no ser a los supercríticos, aunque seguro que le gusta igualmente".

"La gran ventaja de vender cuadros es que el cuadro sigue siendo tuyo", aseguraba Peteiro, quien, siempre con los pies en la tierra y sabedor de su arte no solo a la hora de crear sino también a la de vender, afirmaba: "Lo más recomendable es ser loco y cuerdo a la vez. La mayoría de los artistas están solo locos. Yo me considero loco y cuerdo a la vez".

A pesar de que su obra está presente en varias ciudades españolas y en el extranjero -recientemente hizo una gran escultura para un parque eólico de Brasil-, en alguna ocasión se quejó de que su producción no alcanzase mayor repercusión fuera de Galicia, su mercado: "Si hubiese sido catalán, hubiese sido conocido en todo el mundo".

Contaba con ironía que en cierta ocasión los ladrones habían entrado a su casa a robar y se llevaron varios objetos "¡pero ningún cuadro!", que eran lo verdaderamente valioso.

Medio en serio medio en broma, afirmaba en una entrevista que su estilo era "maximalista". "Por aquello de lo máximo", añadía. Consiste "en llevar las cosas al límite, por ejemplo, ir al percebe con buena marea. Eso dice un poco de la vida". Toda una declaración de principios para quien conocía a Peteiro.

Sin embargo, el humor y la ironía eran una de sus armas para estar en la vida. Con motivo de una exposición, envió una invitación al barón y a la baronesa Thyssen. Cuál no sería su sorpresa cuando el servicio de la casa telefoneó para decir que no podrían asistir.

Otra vez, el presidente de la Xunta Manuel Fraga, que asistía a la inauguración de una de sus muestras, quiso que Peteiro le explicase el contenido de la exposición. "Mire, si quisiera explicar hubiese sido escritor y no pintor. Aquí se viene a ver una exposición, y punto". Al parecer, Fraga se quedó tan sorprendido con la salida, que dedicó un buen rato a ver cada cuadro.

Educado en los Jesuitas, Jorge Peteiro Vázquez (A Coruña, 1959) participó en los años setenta en grupos de teatro independiente, en la creación de uno de los primeros fanzines de la ciudad. De esta época son sus primeros murales. Empezó psicología y empresariales en la Universidad de Santiago, donde se integró en diversos grupos de clara tendencia contracultural. Viajó por museos y ciudades de Italia, Francia y España, hasta radicar en 1979 en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, donde se licenció.

Tras participar en distintas muestras colectivas, hizo su primera individual en 1984 en Caixa Galicia. "Peteiro está en posesión de unas ideas muy claras sobre la dominación del paisaje y, particularmente, sobre la esencialidad de la luz", escribió el crítico Fernando Mon. Combinó el trabajo creativo con el de profesor de instituto en varias localidades gallegas y a finales de los años ochenta fue recibido como "nuevo valor de la plástica gallega". Tras pasar una época en Nueva York, en 1992 Peteiro instaló su estudio en A Coruña. Desde entonces, su iconografía forma parte de nuestro paisaje.