“¿El futuro de la colección? El Museo del Traje de Madrid, no, no tiene sitio para exponerla y guardada en los sótanos, no”, afirma Ana González-Moro, cuyo mayor anhelo es que retorne a A Coruña, de donde salió.

Intentó hacer en la ciudad una exposición para mostrar los vestidos que custodia de tantas familias coruñesas. “La mitad de las cosas”, insiste. Se lo propuso a una institución: “Nos cobraba una barbaridad, y nosotros hacemos esto por amor al arte. El Thyssen nos pagó todo”.

Su vaga —pero real— esperanza es que Amancio Ortega se sienta seducido por la colección y haga un museo con este fondo que sea referencia para toda Galicia. Una Casa del Vestido: “Fíjate, sería precioso!”.

Dos de las hermanas González-Moro recorrieron museos y colecciones de España vinculadas al textil. Querían crear su propio museo en la compostelana Casa del Cabildo, que ellas, sus antiguas propietarias, siempre habían llamado Casa de la Estrella, un singular edificio barroco que se levanta como un bellísimo telón ante la catedral. Barajaron varias ideas: un museo de ropa, uno de estrellas y, por qué no, el museo de ‘Mi hermana Antonia’, el cuento de Valle-Inclán que se desarrolla en la casona. Su expropiación para uso museístico relacionado con las peregrinaciones tumbó el proyecto. Era una herencia de su bisabuelo Eduardo Cervigón, dueño de un gran patrimonio monumental: un castillo (el de San Diego), la Casa dos Coengos en Padrón (museo de Cela) y un convento que es hoy museo militar.