"Anna Sofía, condesa de Carnarvon" es el título del cuadro del pintor flamenco Anton Van Dyck, que ha recorrido Europa y ahora se encuentra en Suiza, y que ha enfrentado en un juicio a la aristócrata Cristina Ordovás, acusada de habérselo apropiado indebidamente y a sus dos legítimos dueños, dos ingleses.

La Audiencia Provincial de Madrid ha celebrado este lunes el juicio a Cristina Ordovás Gómez-Jordana, viuda de Juan de Goyeneche, que se enfrenta a una petición fiscal de 4 años de prisión y una multa de 165.000 euros por haberse quedado presuntamente la obra de Van Dyck sin haberla pagado.

El fiscal cree que la aristócrata se apropió del cuadro en el verano de 2014, cuando fue llevado a su domicilio para estudiar si lo compraba, y a partir de entonces "empezó a hacer uso de él" sin haberlo pagado o devuelto a sus propietarios, dos ingleses que lo adquirieron en Londres por unas 40.000 libras.

La acusada ha manifestado que un amigo suyo, artista plástico, que colaboraba con los ingleses, le ofreció el cuadro para que lo examinara por si decidía comprarlo, aunque pensó que "era muy feo" y reconoce que nunca llegó a pagarlo.

Durante el verano de 2014, cuando ella se encontraba viajando, decidió dejarlo en manos de un conocido suyo, de nacionalidad alemana, para que lo transportara a Marbella, donde supuestamente tenía localizados unos compradores para la obra, algo que "en el mundo del arte se hace mucho".

Pero el alemán se marchó a Londres, y el cuadro -entre otras obras de otros artistas- con él. En ese momento, ha dicho, asumió que debía pagar el importe del Van Dyck puesto que "el robo era responsabilidad" suya.

"Se llevó unos cuadros que yo le dejé con todo mi cariño y me hizo la faena", ha añadido la acusada, que ha protagonizado una peculiar declaración en la que ha sido reprendida por la presidenta del tribunal por alzar el tono y por salir de la sala a contestar una llamada.

Sin embargo, como no tenía liquidez para afrontar el pago y su amigo artista, colaborador de los ingleses, le debía 320.000 euros, según ha dicho, esperó a cobrar ese préstamo para ingresar el importe de 165.000 euros de la obra.

Ese dinero nunca fue recibido por sus propietarios, quienes han alegado en el juicio que, aunque la acusada les manifestó su deseo de quedarse con el cuadro, decidieron denunciarla por el "historial de incumplimientos y los costes adicionales" en los que habían incurrido, tras meses esperando a recibir el dinero acordado.

Por su parte, el artista plástico, nexo en común entre la aristócrata y los ingleses, ha sostenido que la deuda de 320.000 euros a la que hacía referencia Cristina "no es real", y que si bien en el principio iba a obtener un beneficio de la venta del Van Dyck por haber encontrado un comprador, cuando se dio cuenta de que "la cosa olía mal", se desligó y aconsejó a los ingleses "recuperar el cuadro lo antes posible".

La obra ha sido localizada en un almacén de Zurich, y a día de hoy no ha sido recuperada pese a que el juez que ha investigado el caso remitió una comisión rogatoria internacional.

Al hacer uso de su derecho a la última palabra, Cristina, para quien la acusación particular pide 3 años de cárcel (uno menos que el fiscal), ha dicho que ha sido "víctima de engaños" y que solo se dedica a comprar para ella. "A veces me pilla el toro y no llego, pero todos me conocen y por eso 50 años después me siguen vendiendo cuadros".