Camela, creadores de la "tecno-rumba" y fenómeno gestado al margen de la gran industria musical, continúa con la celebración de 25 años de historia con la publicación de una primera biografía oficial en la que, entre otras cosas, abundan en las razones por las que el grupo pasó de trío a dúo.

El detonante, cuentan en 'Camela por Camela. La banda sonora de nuestra vida' (La Esfera de los Libros), se halla en 2002 cuando el grupo, que ya entonces había editado 8 álbumes de éxito, decide tomarse un descanso "para no saturar el mercado haciendo un disco por año".

"El mercado estaba bajando por la plaga del pirateo y después de estudiar los números (el presidente de EMI) tenía claro que nosotros éramos su mejor recurso para vender más discos. Entre 'Simplemente amor' y 'Amor.com' rondábamos el millón de copias", rememora Dioni Martín, quien arrancó esta aventura como vocalista junto a su cuñada, Ángeles Muñoz, y un amigo del barrio, Miguel Ángel Cabrera.

Ante las reticencias iniciales de este a facturar un nuevo álbum de manera inmediata, se acordó dividir la composición entre los tres. "Finalmente Miguel aportó ocho canciones, Dioni dos que había escrito con (su hijo) Rubén y yo cinco. (...) EMI no quiso saber el autor de cada una. Las escuchó a ciegas y escogió las dos de Dioni y Rubén, tres de Miguel y, para mi sorpresa, todas las mías", rememora Muñoz.

Según el libro, la decisión no gustó en absoluto a Cabrera, quien lanzó un ultimátum: no habría disco si no aparecían todas sus canciones. Con el beneplácito de EMI, Martín y Muñoz decidieron continuar con el álbum aunque fuera sin los temas del que hasta entonces había sido principal compositor del trío.

Aquel trabajo fue 'Por siempre tú y yo' (2003), que incluía entre sus cortes 'Nunca debí enamorarme', uno de los más populares a la sazón de Camela y que fue escrito por Muñoz, reivindicándose así como algo más que la cantante femenina del grupo.

Con todo, Cabrera siguió formando parte de Camela diez años más, aunque sin aportación musical, con una presencia "prácticamente testimonial para no distorsionar la imagen" de la formación, hasta que Martín dio un golpe en la mesa cansado de "dividir las ganancias en tres partes iguales".

"No hace falta. Me marcho", replicó aquel. Lo siguiente fue un comunicado que es historia de la música española: "Miguel Ángel Cabrera, miembro fundador, teclista y compositor de Camela, abandona el grupo ante la falta de acuerdo con sus compañeros respecto a las aportaciones por él sugeridas en esta última década y, también, por su necesidad de emprender nuevos proyectos".

Para Muñoz, "Miguel se equivocó". "Nunca hubiera esperado que las cosas acabaran así. Seguí confiando en él aunque ya había dejado alguna pista de su carácter cuando registró (el tema) 'Espina de amor' como si fuera suya por entero, de modo que cobraba como único autor", relata sobre una canción previa para la que ella había escrito la letra.

De hecho, en las más de 250 páginas de esta biografía se constata que el deterioro de las relaciones en el seno de Camela comenzó en 1998, momento en el que Dioni Martín amenazó con dejar el grupo al ver enturbiada la relación con Muñoz (que además de su compañera es su cuñada) por la avaricia que achaca a Cabrera y a su entonces representante, Alfonso del Corral.

Para este, el máximo dirigente de Producciones AR y el primero que editó los discos del grupo, en los tiempos en los que se consagraron como "reyes de las gasolinares" sin aparato promocional alguno, también hay ajuste histórico de cuentas en 'Camela por Camela'.

"Nos la jugaron"

En él se detalla que "Del Corral sacaba dinero de la venta de los discos, obtenía el 40% de los derechos de editorial y ganaba además con los conciertos a través de la agencia de representación que había creado. Miguelito, por su parte, tenía el otro 50% de los derechos de autor, sus royalties y el dinero de las galas. Ángeles y Dioni solo recibían el 1% de royalties y lo que les correspondía de las actuaciones".

"Nos la jugaron de todas las maneras posibles. Ni siquiera el nombre nos pertenecía", señala Muñoz al aludir al momento en el que decidieron cambiar el nombre original, Camelas ("querer" en el idioma caló), por el singular. Del Corral se ocupó del papeleo, "pero registrándolo a su nombre", señala el texto.

No todo son cuitas en su biografía. De hecho, el material más abundante apela a sus recuerdos más gratificantes como músicos que lo aprendieron todo sobre la marcha con ilusión y tesón.

En ese sentido, se incide en el papel que su primer productor, David Muneta, tuvo en la configuración de su sonido tan personal. "Yo ahí no canto. Eso parece bacalao", protestó Martín de primeras, convencido después al hablarle de cómo Las Grecas o Los Chichos habían innovado en el ámbito de la canción aflamencada metiendo instrumentos de rock.

En 2009 se les hizo entrega de un disco especial por las ventas de 7 millones de álbumes a lo largo de su carrera, incluidos los que solo se habían distribuido en mercadillos, aunque si hubiera existido un registro riguroso "la cantidad sería bastante más abultada". Es la última cifra oficial de la que disponen.

Es mucho progreso para aquel niño que nació "entre chabolas y barro" en un poblado al sur de Madrid, que dejó los estudios a los 13 años "por necesidad" y que fue padre adolescente apenas un par de años después.

También para aquella vecina suya, miembro de una familia de siete hijos, que se declara "antidiva", porque "la Ángeles que va al mercado, que tiende la ropa o que pone el lavavajillas es la misma que luego sale al escenario", escenarios que siguen agasajándoles 25 años después.