Tampoco el Egipto faraónico se libró de las pandemias. "Sí, les llegó la peste, pero les venía de Asia. Ya comentaba Heródoto que eran el pueblo más limpio del mundo en aquella época". Y también "el estado más humano e incruento del Mediterráneo antiguo", aunque eso no implica que no hubiera complots y conspiraciones asesinas, como la que acabó con Ramsés III degollado, como bien recuerda, ahora desde la tranquilidad que le concede la jubilación, el egiptólogo catalán Josep Padró (Barcelona, 1946), toda una autoridad en la materia que este verano ha publicado 'Secretos del Antiguo Egipto' (Crítica), nutrido de aspectos poco conocidos o sorprendentes de la "microhistoria" de esta civilización.

Fundador y presidente de la Societat Catalana d’Egiptologia, Padró empieza fuerte en el libro: con un par de magnicidios perfectamente documentados en la época, el de Amenemes I y el citado, de Ramsés III, quien acabó víctima del complot del harén, impulsado por otro aspirante al trono, Pentaur, y su madre, la reina Tiyi. No fue hasta el 2012 cuando se descubrió que la momia de este último gran rey del Imperio Nuevo tenía una gran herida de cuchillo en el cuello, de siete centímetros. Una tomografía computerizada reveló que el corte le había seccionado tráquea y arterias hasta casi la columna vertebral y que durante la momificación le habían colocado un amuleto en la herida.

"Este caso contradice la opinión generalizada de que la monarquía faraónica, de miles de años, transcurrió de forma plácida y sin sobresaltos. Eso no es cierto, la ambición por el poder siempre existió y, por ejemplo, Tell el-Amarna -capital creada por Akenatón, el faraón hereje- acabó con espías yendo y viniendo, conspiradores, asesinos de toda calaña y agentes extranjeros, también durante el siglo XX [como con la polémica salida del país del famoso busto de Nefertiti hacia Berlín durante la primera guerra mundial]", explica este catedrático emérito de la UB, que excavó en Heracleópolis Magna y desde 1992 ha dirigido la misión arqueológica de Oxirrinco, que logró cerrar su última campaña justo antes del confinamiento, en marzo.

De vuelta al 1300 a.C, Padró opina que Nefertiti murió, sin llegar a reinar como viuda, 12 años antes que su real esposo, Akenatón, y que quien reinó tras él fue en realidad Meritatón, su hija mayor, con la que el faraón se habría casado. "En las inscripciones y las cartas se la señala como ‘la reina solitaria’, una reina sin rey" -apunta- que escribió una insólita carta al enemigo rey hitita Suppiluliuma: "Mi marido ha muerto. Yo no tengo hijos. Pero dicen que los tuyos son numerosos. Si me das uno de ellos, será mi esposo. ¡No tomaré nunca por marido a uno de mis servidores! Tengo miedo", rezan tablillas de fuentes hititas. Motivos no le faltaban, amenazada por quienes querían aniquilar la revolución amarniense de su padre y marido, que instauró la religión monoteísta a Atón, el dios sol. El hitita envió un hijo, pero nunca llegó a ser faraón de Egipto: fue asesinado durante el viaje. El complot, pues, triunfó y abrió la puerta al reinado de su joven hermanastro Tutankamón, esposo de su hermana Anjesenamón.

Sexo sin tabús y la "divina felación"

Destaca también el veterano egiptólogo que si bien hubo "400 reyes varones conocidos, solo cinco mujeres fueron legalmente reinas", las más conocidas Hatshepsut y Cleopatra. "Era la única civilización de la antigüedad donde una mujer podía llegar a la máxima magistratura del país, ser faraón, porque ya desde la dinastía II, la ley estableció que las mujeres podían ser reyes, no reina o regente, sino jefes de estado". Un estatus que se extendía, añade, a la esfera cotidiana. "Las mujeres casadas podían hacer testamento y dejar sus bienes al margen del marido. Era una sociedad monógama, a excepción del rey, al que se le permitía la poligamia y el incesto".

Una sociedad, añade, "que vivía el sexo sin tabús, que formaba parte de la vida cotidiana". Y de la de los dioses. Solo hace falta acudir a la historia de Osiris, desmembrado por su hermano Seth. Cuestiona Padró que un oxirrinco comiera el falo de Osiris y afirma que fue gracias a una "divina felación" de su esposa y hermana, la diosa Isis, reencarnada en ese pez sagrado, que esta pudo engendrar a Horus.

Respetuoso con sus colegas, no entra Padró a valorar las hipótesis controvertidas sobre la momia de Nefertiti. "No tenemos ni idea. Los egiptólogos solemos encontrar pruebas que no buscamos en vez de lo que estamos convencidos de que encontraremos en un lugar". Muchos secretos, lo sabe bien, siguen ocultos.