Nadie duda de que es la señora del cante flamenco. Su voz atrae a los aficionados como un imán y ahora su público está de enhorabuena al poder compartir con Carmen Linares sus cuarenta años como solista en un escenario, porque a cantar empezó siendo apenas una niña. Fue en 1980 cuando comenzó una aventura junto a Juan y Pepe Habichuela que la ha llevado por todo el mundo y en la que ha dejado clara su impronta y personalidad, además de convertirse, casi sin saberlo, en la voz reivindicativa del cante de la mujer. El próximo sábado, a las 16.00 horas, la cantaora ofrecerá lo mejor de sí misma y de su trayectoria sobre las tablas del Gran Teatro de Córdoba.

Justo cuando celebra sus 40 años en el cante como solista, aparece una pandemia mundial. ¿Cómo está viviendo la situación a nivel profesional y personal?

A nivel profesional, he tenido cancelaciones de muchos conciertos. De hecho, este de Córdoba estaba previsto antes del verano y tuvo que ser aplazado. Yo he sufrido como todo el mundo, las artes escénicas se han llevado un palo tremendo. Por otro lado, a nivel personal, con tristeza e incertidumbre, aunque he tenido la suerte de no pasar por ninguna desgracia personal. Y me solidarizo con todos los que han sufrido en este momento tan irreal, que no parece que esté pasando.

Pese a las últimas restricciones, en Córdoba se ha salvado su espectáculo, aunque se llevará a escena a una hora poco habitual. ¿Qué le parece la solución?

Creo que hay que acostumbrarse. Para mí también es distinto cantar a la cuatro de la tarde, a las ocho es más mi costumbre. Pero bienvenida sea la hora que sea, nos organizaremos de otra manera. Realmente, la calidad y la entrega va a ser la misma y pienso que la gente entiende ese cambio de horario y se adapta. La ciudadanía ha respondido de una manera extraordinaria ante esta crisis sanitaria y con esto pasará igual. Yo en Madrid no he dejado de ir al teatro a horas muy diferentes, con la mascarilla y mucha protección.

Para el duende del flamenco cualquier hora es buena

Efectivamente. El concierto va a ser el mismo y estoy muy contenta de poder compartir en Córdoba esta celebración.

Cuatro décadas en el escenario dan para mucho. ¿Qué ha preparado a los espectadores para celebrarlo?

He escogido lo que yo creo que ha sido más significativo en mi carrera, aunque es difícil seleccionar trabajos de 40 años y resumirlo todo en hora y media de espectáculo. Voy a hacer un recuerdo a mi Antología: la mujer en el cante, para que esté presente el cante jondo. Ha sido un disco muy representativo en mi carrera. También muestro la incursión que he hecho en grandes poetas, como Lorca, Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, etcétera. La poesía, por tanto, también estará presente. Y además de con el grupo habitual que me acompaña estará conmigo Rafael Riqueni, que sustituirá a otro maestro, el cordobés José Antonio Rodríguez, que se está recuperando de una lesión y vendrá conmigo más adelante. Con este montaje estoy invitando en cada lugar a un guitarrista que me haya acompañado en mi trayectoria y Riqueni ha actuado muchas veces conmigo y está en un nivel estupendo, con una maestría y pureza con la que yo quería contar. Y Córdoba, gran ciudad de guitarristas, era la mejor elección. En cuanto a mi grupo habitual, está formado por un trío de piano, batería y contrabajo, a quien se unen dos guitarras extraordinarias, baile, coros y palmas. Creo que la gente lo va a pasar muy bien y vamos a estar ahí dándolo todo.

Usted ya era la señora del flamenco, pero dicen que este espectáculo la encumbra como leyenda del arte jondo. ¿Qué piensa de esos títulos?

Todo esto lo dicen con un gran cariño y respeto, y me encanta que se me considere como artista y que se reconozca lo que yo he hecho. Es una satisfacción, pero esos halagos lo que provocan es que aún me conciencie más de que hay que darlo todo siempre e, incluso, dar un paso más e intentar hacerme merecedora de todo eso. Este es un arte que no terminas nunca de aprender, es una música muy especial que requiere dedicarle toda nuestra vida y tratar de dignificarlo y llevarlo a lo más alto posible.

¿Fue muy difícil abrirse paso en el mundo del flamenco, tan de hombres, siendo mujer en la España de los 70?

Creo que he tenido mucha suerte porque mi familia nunca hizo oposición en una época en la que no se veía muy bien que una mujer se dedicara al flamenco. Mi padre tocaba la guitarra como aficionado y ha sido la persona que más me ha ayudado porque estaba encantado de que yo fuera cantaora. Y con los compañeros tampoco he tenido problemas, porque en el flamenco si una persona se toma en serio la profesión y vas con humildad, se te acoge muy bien.

Usted además no era la típica cantaora y no estaba muy bien vista. ¿Tuvo muchas trabas?

Siempre he tenido mi público y cada vez entendía más lo que yo hacía. Yo me he basado en el cante jondo, he bebido de las raíces del cante. A partir de ahí, he hecho incursiones en otras cosas. He cantado El Amor Brujo con orquesta sinfónica, he llevado las canciones de Lorca al terreno del flamenco... A todo mi trabajo le he aportado mi personalidad y la forma de entenderlo, porque esa es la manera de que sea natural y auténtico.

La antología de la mujer en el cante de 1996 marcó un antes y un después en su carrera. ¿Qué le llevó a hacer ese trabajo?

Cuando grabé esa antología yo ya había hecho algunos discos interesantes, pero ninguna mujer había grabado una antología y menos aún dedicada a recoger los cantes que habían creado las mujeres. Era un trabajo muy concienzudo, pero no una imitación. Yo hice una recreación con mi propia personalidad y llevé a mi tiempo esos cantes con grandes guitarristas.

¿Pretendía ser feminista, reivindicativa, o ni se lo planteó?

Lo cierto es que no me lo planteé. Yo pensaba que esas pedazos de artistas no necesitaban que yo les reconociera nada, pero al final las mujeres se sintieron muy identificadas y agradecidas. Realmente, sin pretenderlo, fue un trabajo para que se reconociera la labor de la mujer en el flamenco. Si eso es ser feminista, yo lo soy.

El Café de Chinitas, un templo del flamenco en Madrid en el que compartió escenario con Camarón o Morente, es un lugar importante en su trayectoria. ¿Qué recuerdo guarda de aquellos años? ¿También se refleja en este espectáculo?

No es que se refleje en el espectáculo, es que yo, como artista, he aprendido mucho en los tablaos. Lo que sí se muestra es que en una parte de mi vida como artista me he curtido en estos escenarios, he aprendido mucho y éramos una gran familia. Los mejores artistas han pasado por los tablaos, y allí íbamos cuando empezábamos a aprender, a escuchar.

¿Cómo ha cambiado el flamenco desde entonces, además de tener el reconocimiento de la Unesco?

Mi generación ha cumplido su misión, hemos sido muy valientes incorporando algunas cosas nuevas, y hemos ayudado a que el flamenco tenga una gran difusión. Ahora vienen los jóvenes y tendrán que hacer ellos su labor también. Claro que ha cambiado, lo sano es evolucionar para no morir, pero seguirá siempre ahí.

Canta desde niña y muy pronto empezó a ganar premios. ¿Cómo se nutria esa afición a esa edad sin tener las facilidades de hoy?

El primer premio que gané fue en Radio Madrid a los 14 años, y dos años después gané el concurso de Cabra. Cuando nos vinimos a vivir a Madrid iba a la Casa de Granada y la de Córdoba a escuchar a los artistas. He tenido suerte de que mi padre me acompañara. Y los discos. Teníamos un tocadiscos que ganó mi madre en un concurso, también de Radio Madrid, y enseguida llegó Fosforito, Menese...

¿Qué significa Córdoba dentro del flamenco para usted? ¿Qué ha aportado esta ciudad?

Córdoba es una joya dentro del flamenco. Tengo mucha vinculación porque de niña me iba los veranos a casa de mi abuela, que vivía en Las Margaritas. Además de eso, siempre he estado muy unida a la afición de toda la provincia.