Cuando Phil Collins publicó su autobiografía en 2016, decidió ponerle por título ‘Not dead yet’ (‘Aún no estoy muerto’), una proclama que acaso podía sonar un poco prematura para un hombre de 65 años pero que de algún modo parecía tener sentido en la voz del cantante y batería de Genesis, que a esas alturas ya había acumulado un abultado expediente de problemas de salud y había protagonizado una retirada temporal de los escenarios.

Las cosas no han mejorado ni mucho menos en este último lustro, tal como han puesto de manifiesto los extractos de una entrevista que Collins y sus compañeros de grupo Mike Rutherford y Tony Banks han concedido al programa ‘BBC Breakfast’, en la que el cantante, con un aspecto visiblemente desmejorado, asegura que apenas puede sostener la baqueta con una de sus manos y deja meridianamente claro que la gira de reunión de Genesis que empezará el próximo miércoles en Dublín será la última de su carrera. Si es que llega a completarse.

La incapacidad de Phil Collins para tocar la batería (una tragedia para un hombre que redefinió el sonido del instrumento en los años 80) no es una novedad. Los problemas se empezaron a manifestar justamente en la anterior gira del grupo británico, en el ya lejano 2007, durante la que sufrió una lesión en las vértebras cervicales que, después de varias operaciones, le dejó una seria afectación en las manos y las piernas. La prometida recuperación no llegó y en marzo de 2011 Collins anunció su retirada del mundo de la música alegando que deseaba pasar más tiempo en Suiza con sus dos hijos pequeños y con su tercera esposa, Orianne Cevey, con quien mantenía una tormentosa relación marcada por las separaciones y las reconciliaciones.

Depresión, alcohol y pancreatitis

En ese forzoso retiro familiar el músico no encontró la paz de espíritu que anhelaba. Al contrario. Su matrimonio se desmoronó por completo y la cadena de infortunios y frustraciones dio paso a una espiral depresiva que desembocó en una adicción al alcohol que aceleró el deterioro de su salud (incluyendo una pancreatitis crónica que a punto estuvo de acabar con su vida en un hospital suizo en 2012).

Los daños eran ya muy visibles cuando, después de hacer pública su decisión de volver a los escenarios, en 2017 Collins inició una gira mundial en solitario. Incapaz de sostenerse en pie mucho rato, el cantante se movía ayudado por un bastón, permanecía sentado durante buena parte de los conciertos y solo agarraba las baquetas para reproducir la celebérrima (e imitadísima) introducción de ‘In the air tonight’ (su hijo Nic se encargó de reemplazarlo en la batería el resto del tiempo). Para más calamidad, tuvo que suspender varias fechas tras sufrir una aparatosa caída en la habitación del hotel en el que se hospedaba en Londres.

Poco después, la pandemia obligó a poner en cuarentena los planes para resucitar a Genesis en una nueva gira mientras Collins se enfrentaba a un proceso de divorcio extremadamente desagradable (y caro). Ahora, la reaparición del músico ante las cámaras de ‘BBC Breakfast’ ha puesto de manifiesto el alto precio que su cuerpo y su ánimo han pagado después de tantas desdichas. A sus 70 años, Phil Collins es un hombre de aspecto sumamente frágil que sufre al reconocer sus muchas limitaciones -“me encantaría [tocar la batería], pero apenas puedo sostener una baqueta con esta mano; es muy frustrante”- y admite que la inminente gira de Genesis será muy probablemente su último baile: "Todos tenemos ya una edad, así que… No sé si quiero volver a salir a la carretera”.