Cuando Brasil alcanzó los 400.000 muertos por covid, el artista Mundano quiso preparar un trofeo genocida para Jair Bolsonaro, declaradamente contrario al uso de mascarillas y vacunas. Comenzó a hacer moldes de yeso con la cara del presidente y un día destruyó una de las figuras. "Indignado por tantos retrocesos sociales, ambientales, culturales, acabé rompiendo una de esas esculturas en una performance y lo compartí en redes. La gente me daba las gracias". El gesto artístico de Mundano acabó transformándose en una serie. Nacieron bustos dorados con forma de trofeo. Y Bolsonaritos de cera. "Era un guiño para derretir el racismo, la homofobia, todo lo que Bolsonaro representa", asegura el artista a El Periódico de España. La vídeos arrasaron: devinieron terapia para multitudes y dieron el salto a la calle. Los bustos comenzaron a ser destruidos, quemados, derretidos. Arrojados a cubos de basura. Aplastados con el pie en manifestaciones. Pulverizados frente a ministerios de Brasilia.

Mundano es uno de los muchos artistas brasileños en lucha contra un presidente que acosa duramente a la cultura. Bolsonaro no tiene Ministerio de Cultura (solo secretaría). Cortó fondos a la Agencia Nacional de Cine (ANCINE) o la Cinemateca Nacional, entre otras instituciones. Intenta borrar cualquier creación crítica, como el beso de Trump y Bolsonaro del grafitero Bad Boy Preto. Presiona para censurar, como ocurrió con una obra del Coletivo Es uma Maluca en Río de Janeiro, que recreaba una alcantarilla rodeada de cucarachas de la que salía la voz de Bolsonaro.

"Llegó al poder con odio revanchista contra los artistas y la cultura, porque de ahí viene una capacidad de lucha y dignidad", afirma Stella Rabello, actriz con reconocida carrera internacional, que desde 2018 se involucró en el Frente Teatro RJ, una red de 23 colectivos del área Metropolitana de Río de Janeiro que se opone al desmantelamiento cultural.

¿Cómo es la obra de los artistas brasileños que se han rebelado contra Bolsonaro?

A la izquierda, proyección del colectivo Projetemos en São Paulo, homenaje a Jaider Esbell, artista indígena fallecido. A la derecha, proyección de Paulinho Fluxus en la embajada brasileña en Berlín, denunciando la gestión pandémica de Jair Bolsonaro.

Proyecciones para estar juntos

Durante el panelaço (cacerolada) que ocurrió al inicio de la pandemia, la frase Fora Bolsonaro fue proyectada en paredes de todo el país. Así nacía el colectivo Projetemos, en el que se enredaron cientos de Vjs (video jockeys), artistas visuales y diseñadores. Projetemos viralizaba frases como fique em casa (quédate en casa) o lave as maõs (lávate las manos). Las proyecciones fueron subiendo el tono en defensa de la salud pública y contra Bolsonaro. "Nuestro papel es proyectar en la pared lo que la gente está pensando. Gritamos en las paredes lo que no puedes gritarle al oído a la gente", afirma Vj Spencer, uno de los artistas involucrados. Esta auto proclamada "red nacional de proyectistas libres" se ha convertido en lo que Bruna Rosa, otra de las articuladoras, llama "red de información y afectos". Projetemos apostó por perder el control. En su web pusieron a disposición del público una herramienta para proyectar y comparten en un grupo de WhatsApp abierto imágenes de asuntos de actualidad.

"Materializar en luz los deseos atragantados se volvió una forma de desbordar. Nos ayudó a tomar partido públicamente", asegura el artista visual Paulinho Fluxus, colaborador de Projetemos, que ha realizado intervenciones en Brasil y Europa. Las proyecciones han ocurrido en lugares emblemáticos como la torre de Londres, el parlamento británico o embajadas brasileñas.

De izquierda a derecha, creatividades de Alex Urbanx, Arthur Petrillo y Bijari divulgadas por la plataforma Design Ativista.

'Bolsonarocentrismo'

Bolsonaro es el epicentro. La diana de todos los dardos. Su figura produce una absorbente obsesión. Y protagoniza muchas de las artes visuales de la plataforma Design Ativista, de la obra de algunos respetados diseñadores como CrisVector PorraCristo y de la cartelería de protesta de artistas como Carlos Contente, Ítala IsisGustavo Speridião Marcelo Oliveira. En la canción Desgoverno. Impeachment já, compuesta por músicos consolidados como Zeca Baleiro, Zélia Duncan o Chico César, Bolsonaro es el leitmotiv. Incluso la cantante Anitta, considerada por Time y Forbes como la mujer más poderosa de Brasil, dispara críticas constantes contra Bolsonaro. El bolsonarocentrismo, para el gestor cultural de São Paulo Demétrio Portugal, puede acabar siendo un problema: "Combatir le fortalece".

Si el bolsonarocentrismo es la tónica, la visibilización de la distopía es el otro lado de la moneda. En el cine, algunos de los largometrajes más celebrados, como Bacurau (Kleber Mendonça Filho) o Amor divino (Gabriel Mascaro), recrean un futuro Brasil violento y autoritario. En literatura, el ícono musical Chico Buarque publicó la novela Esa gente (traducida al castellano el año pasado), con una atmósfera ultraderechista asfixiante. En Odiolândia, la artista Giselle Beigelman recopila los comentarios en redes sociales sobre el desalojo policial de mendigos de la región de São Paulo conocida como Cracolândia. Los comentarios no solo elogiaban a la policía, sino que pedían mano dura contra gays, inmigrantes nordestinos o el "movimiento sin tierra". El propio Mundano, en su última exposición (la Semana de Arte Mundana), usa materiales de tragedias ambientales: ceniza de incendios amazónicos, barro de la tragedia de Brumadinho (una presa que reventó) o petróleo vertido en la costa del nordeste. La distopía manda y vehicula la creatividad.

La actriz y directora de teatro Gabriela Carneiro da Cunha, creadora de la pieza Altamira 2042, que aborda la tragedia provocada por la mega presa del río Xingu, denuncia un presente "radicalmente distópico donde un presidente se esfuerza en diseminar un virus letal". Para otro lado, Isabel Ferreira y Eduardo Bonito crearon el festival Brasil Sequestrado, que ha contado con artistas como Zahy Guajajara, Alice Ripoll o Emerson Uýra. "El fascismo (de Bolsonaro) es como una especie de máquina de secuestro de sueños que opera en el subconsciente colectivo, secuestrando el futuro, interrumpiendo de manera violenta todas las potencias, todo lo que estaba siendo construido", asegura Isabel.

Luchas temáticas

A finales de 2021, el prestigioso Museu de Arte Moderna de São Paulo (MAM) acogió la muestra Moquém – Surarî: arte indígena contemporânea, parte de la 34 Bienal de São Paulo. Por primera vez, un comisario indígena Jaider Esbell visibilizaba dibujos, pinturas, fotografías y esculturas de etnias de América Latina. Por otro lado, la influyente Festa Literária Internacional de Paraty (FLIP), dedicó su última edición a las plantas, usando como título la palabra Nhe’éry, que en guaraní nombra el bioma de la mata atlántica. Las vidas amenazadas por la gestión de Bolsonaro devienen material artístico. "Las narrativas borradas a lo largo de la historia no se ven ya como algo minoritario, viven un proceso de fortalecimiento", afirma Demétrio Portugal, destacando el crecimiento de autores indígenas, negros o trans.

A la izquierda, ilustración de PorraCristo; a la derecha, Design Ativista.

Para Felipe Brait, productor cultural y miembro del colectivo Frente 3 de Fevereiro, la fragmentación temática ocurre porque "tiene más adherencia dentro del proprio nicho", pero también para evitar a los haters. La polarización agresiva de Brasil hace que los artistas, en palabras de la gestora cultural Jonaya de Castro, a veces eviten la confrontación directa: "Cada uno trabaja en su principal línea de investigación, racismo, destrucción ambiental. Escogen caminos no necesariamente más sutiles". Para el artista e investigador Alex Frechette, autor del libro Bolsonarismo e Arte - notas sobre um cotidiano autoritário, la fragmentación no es negativa: "En el arte la cosa gana otro tiempo y se busca una reflexión que conecte con la historia, el psicoanálisis, la filosofía. Los caminos son múltiples". 

Negritud y vidas resistentes

Especialmente exuberante es la producción cultural de autores de raza negra. La música brasileña ha subido el tono reivindicativo, de la mano de EmicidaDrik BarbosaCaio PradoLinn Quebrada Liniker (estas dos últimas, mujeres trans), entre otros. Por otro lado, la nueva oleada de escritores negros copa la lista de premios y ventas, como recoge The New York Times. Destacan Djamila RibeiroPieta PoetaItamar Vieira Júnior (cuyo best seller Torto Arado ya conquista el mundo), Geovani Martins (El sol en la cabeza sé publicó en español) o Jefferson Tenório (ganó el premio Jabuti en 2021, el más importante de Brasil), entre muchos otros.

Figuras de Mundano siendo destruidas en la calle.

¿Qué es más eficiente contra Bolsonaro, las obras contra su figura o la creación en campos identitarios? Brígida Campbell, artista y profesora en la facultad de Bellas Artes en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), sostiene que el papel del arte es oponerse a la lógica bolsonarista y presentar otra manera de ver la vida: "Esas acciones más sutiles son un campo simbólico potente construido a través de fragmentos, pero componen un cuerpo político crítico, ramificado, rizomático, que se infiltra en el imaginario político y crítico do país". Las intervenciones performáticas de Desvio Coletivo, que colocan el cuerpo de la mujer en desobedencia, visibilizan otra realidad posible. La resistencia, como apunta la artista Joan Zatz en su tesis doctoral Arte em Fuga, consiste en que los modos de vida disidentes continúen existiendo. Estas vidas –negras, trans, gays, indígenas, cooperativas– provocan conflicto entre perspectivas de mundo. La reproducción de la vida se opone a la pulsión de muerte de Bolsonaro.

Hace años, la Ocupação 9 de Julho, efervescente espacio resistente de São Paulo, solicitó ayuda a algunos artistas. Y estos decidieron que su contribución artística sería la construcción de los fogones de la cocina. Desde entonces, bajo el lema "comida para alimentar la lucha", divulgan la vida cotidiana que rodea sus fogones.